Siete personajes que necesita cualquier película de Woody Allen

Empezamos por lo esencial. Toda película de Woody Allen le necesita delante de la cámara. No hace falta que sea él, ni siquiera que sea el protagonista, pero en un film de Woody Allen no puede faltar un Woody Allen, o lo que es lo mismo, un personaje simpático, neurótico, bastante aprensivo, de humor ácido y que de sentido a la trama. Ni siquiera es necesario que sea un hombre, la cuestión es que cumpla los requisitos enumerados.

No es necesario que sea una mujer de físico espectacular. Basta con que sea guapa, rondando los 20 o los 30, tenga cierto recorrido en el cine, que tenga cierta vis cómica y que aporte siempre un toque de inocencia (o al menos supuesta inocencia) en la historia que se tiene que desarrollar y que suele explicar el papel 1 o el 3.

Como sucede en el punto 2, no es necesario que sea espectacularmente guapo, basta con ser interesante. Pero es imprescindible que ejerza influencia sobre el personaje 2, para que el 1 tenga mucho que aprender de él (e incluso lo envidie de alguna manera). Puede que su participación en la película no sea la más larga ni recurrente, pero suele actuar como una especie de cicerón o Pepito Grillo para los más jóvenes o como el hombre que acaba haciendo que el personaje 1 pierda a su novia.

Podemos decir que es todo lo contrario al personaje número 3. Al fin y cabo, es una réplica del primer Allen. Jovencito confuso, que crea una trama que no acaba de entender, pero que se genera en función de sus apetencias y en función de los personajes 2 y 3. Puede ser el protagonista, o meramente un secundario, pero aparece en la gran mayoría de las películas del director. Y además, puede compartir rol con el Woody Allen del punto 1.

Este es un personaje con una función muy clara: alterar la paz de los universos Allen. Da igual que sea mujer u hombre, la edad tampoco es excesivamente importante (aunque suele ser más tirando a joven que a mayor). La cuestión es que sea ese satélite que aparece para poner todo patas arriba.

No, no hablamos de un juez de carrera. Hablamos de un personaje que aparece en casi todas las películas de Allen, alguien que hace de alter ego del protagonista, dando consejos sin parar y avisando del mal camino por el que va. Se diferencia del madurito interesante Pepito Grillista en que el amigo joven no suele acostumbrar a llevar la razón, sino que es sólo un consejero alarmista, algo que no ayuda precisamente a aclarar la trama.

No es un bufón, es alguien gracioso por su forma de ser. La tragicomedia hecha personaje, porque también puede dar un poco de pena, ternura, pero siempre con ese punto cómico imprescindible en el cine de Allen desde sus comienzos. Pueden ser amigos o conectores de cualquiera de los seis anteriores, y puede ser incluso uno de los anteriores, pero siempre con identidad propia. Es un fijo en las últimas películas del director nacido en Brooklyn.