Ocho alimentos de lujo que no son lo que parecen

Te sorprenderías si supieses lo que sueles comer en los restaurantes japoneses que te ofrecen junto a tu sushi un poco de mostaza picante con colorante verde y te dicen que es wasabi. El verdadero está hecho por una raíz japonesa y cuesta la jugosa cifra de ¡140 € por kilo! Si normalmente vas al asiático ‘low-cost’ de la esquina, te están dando gato por liebre.

Pueden pasar dos cosas: que compres la imitación barata a conciencia o que seas víctima del mercado negro y lo que te venden como huevas de esturión (su precio es elevadísimo) sean en realidad de lumpo con un poco de tinte comestible. Si es así, su valor es infinitamente menor al producto original.

Son difíciles de conseguir, su sabor es exquisito y por eso su precio es el que es. Si te das cuenta, en muchos bares hay croquetas con trufa, aceite de trufa… Lo que hacen la mayoría de establecimientos es usar potenciadores de sabores. Si usasen trufa blanca o negra de verdad, no les saldría a cuenta los diez euros que te cobran por la tapa.

Otro manjar que se ha puesto muy de moda y sobre todo en las hamburgueserías ‘gourmet’. Si uno quiere Kobe, debería saber que debe ser de la prefectura de Hyoho. Si no es japonés, tiene que poner en la etiqueta Wagyu o Angus porque estos animales no son exportables en vivo.

Normalmente consumimos a sus hermanas pequeñas las gulas, que no es otra cosa que una mezcla a base de pasta de pescado. No las confundas o compres como angulas porque te las cobrarán a precio de joya cuando es un alimento muy barato

También ocurre algo parecido con el surimi porque muchas veces de comercializa con el nombre de palitos de cangrejo. Pero viene bien saber que tienen de todo menos cangrejo. Lo que ocurre es que con el colorante y la prensa adecuada, disfrazarse es fácil

Los americanos adornan sus tortitas con este líquido dulce. Aunque hay que saber que la mayoría de las marcas no utilizan nada proveniente de este árbol, tan sólo una melaza con muchísimo azúcar.

Que de cacao tiene bastante poco. Este dulce que gusta casi a todos es el resultado de añadir cantidades ingentes de vainilla, leche y azúcar a una parte de manteca de cacao. Lo seguirás comiendo, pero al menos sabrás lo que te metes en la boca.