A pocos días de cruzar la frontera del medio siglo, conectamos con Leonardo Sbaraglia desde su casa en Buenos Aires, donde todavía, y sirva de aviso a navegantes, siguen confinados porque es la zona más afectada de Argentina. Durante la cuarentena ha compartido decenas de vídeos y directos para aplicar bálsamo cultural a las heridas del miedo, todo compatibilizado con la promoción de sus últimos y sonados proyectos. En Netflix acaba de estrenar La red avispa junto al dream team de actores latinos (Penélope Cruz, Edgar Ramírez, Ana de Armas, Gael García Bernal, Wagner Moura…) y el 24 de julio cierra en esa misma plataforma la Trilogía del Baztán, con el esperadísimo estreno de Ofrenda a la tormenta. Con calma y deleite escuchamos a este actor argentino con un trocito español, tanto de sangre como de espíritu, hablar de esas dos películas, de las preciosas consecuencias de Dolor y gloria y de cómo ser un joven de 50 años en la industria del cine… Y en la vida.

¿Qué expectativa tienes ante el estreno de Ofrenda a la tormenta?
Me siento contento y agradecido de que me convocaran para esta trilogía que es tan importante en España, porque todos los libros de Dolores Redondo han tenido mucha repercusión. Sé que hay miles de fans esperando a ver quién es realmente este juez Markina. Es un tipo de género que yo no había explorado tanto, entre el terror y esa cosa amenazante…

¿Cómo fue ese rodaje, qué recuerdos te trae?
Yo tenía miedo de la parte que rodamos en el Baztán porque soy muy friolento, o friolero, como decís en España. ¡Cómo voy a actuar con tanto frío! Por suerte el tiempo fue bastante lindo y además tuve días libres para conocer la zona, que es un lugar increíble. De hecho parte de mi familia viene de allí, aunque no se sabe exactamente de dónde. Yo tenía un bisabuelo que era navarro, Vergara, y estuve intentando averiguar por allí pero nada. Lo que sí vi es que había mucha gente con mi nariz grandota, los ojos claros… Yo me sentía familiar (risas). Conozco más a mi familia de Italia, que es más próxima.

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¿Te costó mucho encontrar el equilibro en un personaje tan misterioso?
Como rodamos las dos últimas partes juntas, había que estar muy atento. Lo primero que me tocó rodar fue el final, prácticamente sin conocer al director, Fernando González Molina, ni haber trabajado casi con Marta Etura. Solo habíamos hecho unos ensayos antes en Barcelona mientras yo estaba rodando Dolor y gloria. Fue muy duro… ¡Durísimo! Por suerte Fernando es encantador, tiene muy claro lo que quiere y al mismo tiempo está abierto a propuestas. Esa primera semana probamos la idea que él tenía fija en la cabeza pero entendimos que no iba por ahí. Así que buscamos juntos y terminamos encontrando algo muy orgánico.

Lo que se percibe es un trabajo de contención brutal y un tallado milimétrico de cada intención.
Absolutamente. En cada escena, casi en cada toma, el asunto era cómo ser verdadero en relación al personaje y al mismo tiempo ir dejando algunas huellas. Es muy difícil y muy interesante. Siempre se trata de buscar esa verdad, aunque muchas veces ni la encuentras, te quedas en 'la película de afuera'. La experiencia te ayuda a acomodarte a las necesidades, pero no siempre las cosas salen como uno desea. Pero este camino es así, hace ya casi 35 años que me dedico a esto y hay muchas cosas que siento que me han salido como quería y otras que no, pero todas han sido parte de un aprendizaje.

Cuando te avala una carrera tan sólida, tienes más libertad de reconocerte incluso a ti mismo que hay personajes que salieron mal.
Con los trabajos que están más próximos es más difícil porque estás todavía muy pegado, pero de pronto ves algo que hiciste hace 10 o 20 años y te puedes mirar con ternura, "mira lo que estaba probando, lo que todavía no había aprendido, lo que aún no había soltado…". Sea mejor o peor trabajo, lo que puedes ver es el momento al desnudo que transluce por lo que uno estaba pasando. Leer lo que te estaba sucediendo en lo personal en ese instante. Ese diálogo es muy rico: uno cree que estaba actuando y al mismo tiempo se te veía todo lo personal. Esta es una profesión en la que estás muy al desnudo, muy expuesto.

marta etura y leonardo sbaraglia en la película ofrenda a la tormenta
Netflix

¿Y qué tal fue ese mano a mano con Marta Etura?
El trabajo de Marta es muy admirable. Se metió un curro brutal durante seis meses a diario, con un bebé muy pequeño además, siempre con ese estoicismo bien vasco. Es una actriz que me interesó mucho desde que empezó. Nos entendimos fantástico, de perilla… ¿O cómo decís en España? Ten en cuenta que yo viví allí entre 2000 y 2008, mi hija nació en Madrid y tengo infinidad de 'hermanos' españoles. Fue una etapa muy importante, en la que tienes que madurar, que además los españoles dicen todo de forma muy directa, "al pan, pan y al vino, vino" (risas). Si estás un poquito crecidito te da un buen cachetazo.

Pues ejerzo de español. La semana que viene cumples 50 años: ¿estás en momento de balance, de crisis frente al abismo?
Me vas a hacer llorar (risas). Cuando piensas en cierto balance, te emocionas. Me emociona estar en contacto conmigo, que es algo vinculado al momento tan duro y original que estamos pasando. El no poder escapar de uno mismo. Me emociona sobre todo poder estar mucho tiempo con mi hija, que tiene 14 años. Estamos mucho más cerca en estos meses y eso es lo que más alegría me da. ¿Qué quería yo al cumplir esta edad? Estar cerca de mi hija, cerca de mí también, en contacto con lo personal y dándote cuenta de que tienes un montón de falencias, de debilidades, de cosas que no resolviste todavía. ¡No resolví nada! Esperas que a los 50 vas a tener mucha más claridad pero surgen más dudas que antes. Pero eres más consciente de lo que eres y lo que no eres, de lo que has conseguido y lo que no, y de todo lo que puedes crecer aún. Me siento un púber en muchas cosas, no sé si es una especie de engaña pichangas para poder levantarse todos los días. A los 50 me imaginaba aburguesado, apoltronado… Y nada más lejos, nunca estuve más inquieto y consciente de mis falencias. Estoy parado en mi realidad y eso es lindo. Un balance positivo.

leonardo sbaraglia
Leonardo Sbaraglia

Durante la cuarentena has estado muy activo de cara al público. ¿Hacemos balance también de esta experiencia?
De hecho si queda más tiempo, porque aquí seguimos confinados, me gustaría meterme un poco más para adentro. Estuve muy expuesto estos meses, tuve la necesidad de salir a poner la cara, a la tarea cultural de acompañar y dar una mirada poética a todo esto. También me abrí un canal de Youtube, hice la acción de Amor de cuarentena que ha tenido una respuesta preciosa… Me agarró una cosa de salir a la cancha, de estar con otros.

En Youtube seguro que tu hija ha sido la maestra…
No es tan youtuber, ella está ahora mismo más metida en sus estudios. Para los adolescentes es una situación muy rara, porque ella tendría que estar con sus amigues [utiliza el inclusivo para expresarlo], tocándose, explorando los límites… Y es todo lo contrario, está estudiando y muy metida en las pantallas, ella va a una escuela pública que es muy exigente. Me gustaría que pudiera salir más pero no hay que olvidar que esto no ha acabado.

A nivel laboral, ¿se te han despertado nuevos intereses durante este tiempo?
A mí me gustaría dirigir en algún momento. Pero no sé de qué manera. Lo que sí hago es editar, me gusta mucho el montaje. Lo hago como hobby, filmar algo que me emociona y después editarlo para darle un nuevo lenguaje… Y prácticamente lloro mientras lo hago, ¡me encanta! También jugueteo con Instagram, con vídeos de uno o dos minutos. Aprovecho para recordar a Iván Aledo, un gran montador español que falleció hace unos días. Un tipo extraordinario al que rindo homenaje. He tenido mucha relación con montadores españoles y argentinos. Como Teresa Font, que fue la mujer de Vicente Aranda y montadora de varias de sus películas como Carmen, también de Dolor y gloria.

Hablando de grandes montadores y grandes directores, vamos a pasar a La red avispa de Olivier Assayas, tu último estreno en Netflix junto a Penélope Cruz, Edgar Ramírez, Gael García Bernal, Ana de Armas, Wagner Moura… ¿Cómo se siente uno cuando está en el dream team del cine latino?
En esa película entré de casualidad, estaba en el banquillo de suplente y me tocó entrar. Estaba yo en el cumpleaños de mi hija y me llama Rodrigo Teixeira, un amigo productor. "Leo, ¿qué vas a hacer la semana que viene? ¿Y dentro de un mes?". Estaba preparando la serie de Maradona pero estaba más o menos libre. Yo había estado cerca de formar parte de La red avispa pero no pudo ser, pero por lo que sea se abrió esa brecha…

Y entró Messi.
¡Leo, a la cancha! (risas). Me fui a Cuba a los dos días casi sin haber terminado de leer el guión. Rodé al principio las escenas sin diálogo porque no me podía preparar el acento cubano en una semana, era kamikaze. Así que me dejaron todas las escenas más habladas para el mes siguiente. En ese tiempo trabajé el acento con Arturo Soto y con Patricio Wood, que es un lujo, como si te pones a preparar el acento español con Luis Tosar o Antonio de la Torre. En Argentina lo hice con gente de la embajada cubana, con una coach y foniatra porque en cada lugar sale la voz de un sitio diferente. El español para nosotros es complicadísimo porque es muy para adentro, me costó muchísimo cuando empecé a trabajar allí porque me constreñía mucho como actor. Con el cubano fue difícil pero lo sacamos, aunque por ejemplo quizá no me pude relacionar tanto con Assayas porque estaba muy mediado por el tema del acento. Edgar Ramírez era un poco el anfitrión, y el trato fue maravilloso. Me grabó los diálogos en inglés para ayudarme, estuvo muy pendiente… Un compañero de los que trascienden la profesión con afecto y cariño, lo voy a valorar toda mi vida.

escena de la película de netflix la red avispa
Ronin Novoa Wong

¿Eres consciente de ser parte de esos actores latinos con liderazgo internacional?
Siendo muy realista, no siento que esté en ese lugar. Gael, Edgar, Ana, Wagner o la misma Penélope aunque ahora viva en España, son todos actores que han hecho carrera en Estados Unidos. Yo no lo ha hecho por muchas razones. Cuando quizá podría haber ido elegí España, que fue un paso muy importante en mi vida. De los 30 a los 50 he aprendido muchísimo actoralmente, y no sé si ese aprendizaje lo hubiese tenido intentando hacer una carrera en Estados Unidos; quizá sí, no lo sé. He coqueteado con audiciones en Los Ángeles, pero el inglés nunca fue mi fuerte aunque sí trabajé en inglés en la película Red Lights y estuvo muy bien, esas escenas con Cillian Murphy, otro capo total. Todos ellos están en otra liga, yo soy realista: vivo en Argentina, decidí volver y me encanta, con el foco puesto en crecer como actor. Ya ni me mandan castings porque ni los hago, que ponerte a ello cuando estás trabajando te supone una semana de preparación. En cualquier caso estoy súper agradecido de que lleguen estas oportunidades como Dolor y gloria o La red avispa, que tienen una altura internacional.

¿Cómo ha sido para ti la resaca de una película como Dolor y gloria, que de alguna manera ya es historia del cine español?
Diría gracias, simplemente. Por haber tenido el lujo de trabajar con un director como Almodóvar con esa poética y esa cultura y mundo propio que ha construido durante más de 30 años. Por hacer un personaje tan precioso, a corazón abierto, con Antonio entregándose de esa manera. Solo puedo agradecer. Mi lugar actoral y personal fue dejarme llevar por mi corazón y no por el miedo, que es un camino que te paraliza. Siempre está, pero a veces uno decide ir por el camino de la no especulación, del sentir, de romperse el alma. Esa fue mi experiencia con Dolor y gloria. La primera escena que grabé fue abrir el ascensor y encontrarme con la mirada de Antonio, ¡estaba acojonado! Fue un gran compañero, también era el anfitrión, abierto, receptivo. Tuvimos muy linda química.

pedro almodóvar con antonio banderas y leonardo sbaraglia en el rodaje de dolor y gloria
El Deseo

¿Cómo te mueves tú en ese diálogo entre el galán de cine de antes, entre el hombre actual y la nueva masculinidad?
Es una pregunta muy interesante en la que estamos todos. Hay algo de este momento como que desde chiquito te lo esperabas. Este momento me es mucho más afín que el que vivíamos hace 20 o 30 años, cuando yo era un adolescente y me empezaba a relacionar con mujeres, con el sexo, con el amor. Estoy abierto. Mi generación está en esa transición y quizá nos es más fácil abordarla que a los que son un poco más mayores, para quienes hay cosas de estas posibilidades de cambio que les son mucho más inhóspitas o ajenas. En mi caso me agarró bastante a tiempo…

…Y aquí, como puedes ver en el vídeo superior, la tijera instagramera nos corta una apasionante entrevista que ojalá tenga segunda parte muy pronto.