Si estás pensando en pedir una subida de sueldo a tu jefe, no optes por la estrategia del peloteo. Y, ojo, que no es porque no funcione, sino porque, a la larga, te perjudica. En contra de lo que piensas, hacerle la pelota a tu jefe/a, jefes/as a la larga es contraproducente para tu carrera y además te debilita físicamente. La ciencia ha puesto por fin su implacable lupa sobre los pelotas en la empresa y ha sugerido una explicación bastante contundente para demostrarte por qué resulta nocivo adular para ti, que te degradas moralmente, para tu jefe, que te ve venir a varios metros aunque esté consultando constamente el correo electrónico, y para la organización para la que trabajáis (aunque eso os importe un pimiento a ti y a tu jefe). El único problema que le vemos a la investigación es que no le han puesto un nombre pintón, así que ya se lo buscamos nosotros: el efecto Smithers. Ahora que ya hemos bautizado a la criatura, vamos con ella.

el personaje de la serie los simpson waylon smithers
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Hemos encontrado un estudio de investigadores de la Universidad de Oregon, publicado en el Journal of Applied Psychology, en el que concluyen que, aunque es cierto que dar coba a tu jefe puede ayudarte a impulsar tu carrera profesional (a ver, que salvo algún psicópata, nadie hace la pelota por gusto), afecta de forma directamente proporcional a tu capacidad de autocontrol y te lleva a convertirte en un mal bicho en la oficina y a vaguear nivel Homer Simpson. Y, además, cansa y te hace rendir menos.

"Investigaciones anteriores han demostrado que el uso exitoso de estos comportamientos, conocidos colectivamente como tácticas de gestión de impresiones [sí, es el eufemismo académico para el término PELOTA], puede tener beneficios para los empleados, incluidas evaluaciones de desempeño más sólidas. Pero congraciarse con el jefe tiene un coste personal: agota tu energía y te deja en un territorio en el que, sencillamente, todo vale", asegura en el estudio Anthony Klotz, profesor asociado de administración en la Facultad de Negocios de la Universidad de Oregón y autor principal de esta investigación.

Klotz y sus colegas llevaron a cabo un curioso experimento con 75 profesionales en China para medir los efectos de dos estrategias para mejorar la impresión de que sus jefes tenían de ellos: por un lado, el peloteo puro y duro al supervisor, y por otro, la autopromoción de los logros profesionales, básicamente: alardear sobre el rendimiento, ponerse todas las medallas posibles y resaltar las conexiones con otras personas importantes dentro y fuera de la empresa.

Los participantes del estudio, todos ellos mandos intermedios de una gran empresa de software que cotiza en Bolsa de cuyo nombre no quieren acordarse, completaron encuestas diarias de sus experiencias en el lugar de trabajo y también rellenaron una encuesta inicial evaluando sus habilidades políticas, que ya sabes que la empresa a veces parece Desembarco del Rey. Los investigadores se encontraron con que cuanto más hacían la pelota más se agotaba su capacidad de autocontrol a medida que avanzaba el día. Dicho de otra forma: comerle la oreja al jefe les cansaba. Waylon Smithers da muestra de ello:

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¿Que por qué cansa hacer la pelota? Según Klotz porque requiere aparentar sinceridad y eso, señoras, señores, es agotador. Y como diría Yoda el agotamiento lleva a la desesperanza y la desesperanza al lado oscuro. Los empleados agotados eran más propensos a comportarse mal en la oficina: desde comportarse mal con otros compañeros de trabajo -en el estudio citan una "falta de civismo"-, a saltarse una reunión y a dedicarse a navegar por Internet durante largas horas en lugar de trabajar. Eso sí, o hubo evidencia de un vínculo similar entre la autopromoción y el agotamiento de los recursos, según los investigadores. Vamos, que ponerse medallas no cansa, aunque desde el otro lado resulte agotador.

Como siempre ocurre con este tipo de estudios hay matices (al final la muestra es de solo 75 seres humanos) y letra pequeña: cuánto mejores políticos eran los empleados, menos se cansaban.