El mayor misterio del gato de Schrödinger no es la paradoja mil veces enunciada, sino si realmente Schrödinger tuvo alguna vez un gato. Se ha investigado al hombre detrás del gato, pero no al gato detrás del hombre.

No es que nosotros pensáramos que necesariamente hubiera un gato. De hecho pensábamos que no existía y aunque existiese, sería irrelevante, dado que la paradoja de Schrödinger poco tiene que ver con experimentos reales de animales (por aquello del veneno y de la partícula radioactiva dentro de una caja sellada con un animal vivo). Pero al ponernos a investigar la efeméride de la publicación de la paradoja del gato de Schrödinger (29 de noviembre de 1935) nos encontramos con que muchas personas creían que sí existía un gato (o gatos) de Schrödinger real(es) y que este (o estos) sirvió (o sirvieron) de inspiración al físico, entrando y (no siempre) saliendo de frías cajas de cartón selladas.

A ver, que todo en esta vida tiene una explicación.

Durante un tiempo, un malintencionado editor de Wikipedia incluyó en la biografía del físico que éste tuvo un gato que se llamaba Milton durante su estancia en Oxford y, para más inri, que fue éste y no otro el que le inspiró su experimento imaginario. Como ocurre con las falsas leyendas de Internet, se ha extendido como la pólvora que Schrödinger tuvo un gato y que se llamaba Milton.

gato schrödinger
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Normal que el gato le tuviera pánico.

Lo curioso es que esta información se borró al poco de volverse viral y no queda ya constancia de ella en la Wikipedia, aunque sin embargo se repite una y otra vez en mil y un artículos y foros de Internet.

Bueno, lo más curioso de todo esto no es eso, sino que, en realidad, en los diarios de Erwin Schrödinger recuperados por su hija Ruth Braunizer no hay ni una sola mención a Milton, el misterioso gato de la Wikipedia, y solo se habla con un cierto cariño de dos animales, y los dos no eran precisamente gatos, sino perros. Concretamente un collie de pelo largo llamado Burschie que entre 1939 y 1946 acompañó a Schrödinger y a su hija Ruth en Dublín, seis años después de que ganara el premio Nobel y cuatro de que se enunciase la paradoja, y Barney, el perro de su amante Sheila, que era una presencia latente en su relación, aunque el animal a quien tenía cariño era a David, el marido de Sheila (pero esa historia la dejamos para otro día).

Si un minino o mininos hubieran sido tan importantes en su vida, por algún lado habría tenido que aparecer.

La única mención en sus diarios a los gatos de carne y hueso están en su infancia. Cuando tenía 10 años, en la primavera de 1898, visitó en Leamington Spa, Inglaterra, a su tía-abuela, tía de su madre, que tenía una gran afición por los gatos (nada menos que 20, uno de ellos apodado Thomas Becket, en un felino homenaje a Santo Tomás de Canterbury). Si le apasionaban los gatos lo llevaba en silencio.

Nosotros nos hemos preguntado si hubo alguna vez un gato y con lo que nos hemos encontrado ha sido que en su vida solo hubo perros.

No, no hemos encontrado al gato de Schördinger en los diarios del físico que se han hecho públicos, lo que, como periodistas, deberíamos asumir como un fracaso porque que no hayamos encontrado ni una sola mención en papel no quiere decir que no existiera, lo que en sí es una paradoja. Antes de empezar a investigar, el gato existía y no existía al mismo tiempo, pero es que después, también. Porque no lo hemos encontrado, pero oye, como que lo mismo sí existió, pero permanece en el anonimato.

Con lo que sí nos hemos encontrado es con que el gato era menos gato de lo que la gente se cree. Porque el gato de la paradoja antes de ser gato fue primero una pelota y luego fue un cartucho de pólvora. El gato no es tan importante. De hecho el gato es lo de menos. Y es lo de menos porque primero fue una pelota y luego un cartucho de inestable dinamita, así que fíjate en lo poco importante que fue que como hipótesis tuvo antes otras formas. Y es más, podría haber sido un perro, pero Schrödinger y Albert Einstein, cómplice en su paradoja, querían meterlo en una caja. Y si metes a un perro o a un dinosaurio dentro de la caja, la caja tiene que ser más grande y es menos práctico imaginarse una caja grande. Un gato, sencillamente, tiene el tamaño perfecto y también las dóciles cualidades. También podría haber sido un hurón, un tejón o un jerbo, pero en su caso son menos mediáticos.

El caso es que el gato nació de la imaginación de Schrödinger avivada por la agitada actividad epistolar con su amigo Albert Einstein, ansiosos ambos por agitar un poquito la física cuántica (bueno, vale, esto es un poco reduccionistas, pero te haces una idea).

En mayo de 1935, Einstein le pidió a su amigo Erwin Schrödinger que imaginara una pelota que había sido colocada en una de dos cajas idénticas y cerradas. Antes de abrir cualquiera de ellas, la probabilidad de encontrar la pelota, le decía, era del 50% (esto como te podrás imaginar es la versión reducida). A Schrödinger la propuesta le encantó y así se lo hizo saber a Einstein.

Albert volvió a escribir a Schrödinger a principios de agosto. Einstein le presentó un nuevo escenario: le pidió que imaginara un cartucho de pólvora que era "intrínsecamente inestable, con la probabilidad de no explotar en el transcurso de un año". "En principio, esto puede representarse fácilmente con la mecánica cuántica", escribió.

Una semana y media después de recibir la carta de Einstein sobre la explosión de la pólvora, Schrödinger respondió con un giro novedoso. En lugar de pólvora, ahora había un gato. "Confinado en una cámara de acero hay un contador Geiger preparado con una pequeña cantidad de uranio, tan pequeño que en la próxima hora es tan probable esperar una desintegración atómica como que no se produzca ninguna...", respondió Schrödinger.

fifth solvay physics conference, brussels, 1927
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Ya que no encuentras al gato, a ver si localizas a Einstein y Schrödinger en esa orla.

Einstein estaba encantado. "Tu gato muestra que estamos totalmente de acuerdo", escribió a principios de septiembre. "Una función ψ que contiene el gato vivo y el gato muerto simplemente no puede tomarse como una descripción del estado real de las cosas". Y así es como nació el gato de Schrödinger.

Schrödinger, por cierto, también comparaba a los átomos con pulgas y nadie ha pensado que le acompañaran en su despacho.

Pero, no nunca hubo ningún gato.