Las máscaras y las lanzas africanas, los colmillos de elefante, las bandejas de Egipto y los libros de aventuras formaron parte del decorado de la infancia de Nacho Dean, naturalista y explorador. Hijo de marino, desde niño ha ido de un lado para otro con su familia. Es cierto que se espíritu nómada y curioso siempre le acompañó, pero un día este malagueño hizo click. "Caminando por la montaña, dije, ‘qué bien, qué bien me siento, cómo me gusta caminar, estar al aire libre, llegar a los sitios", cuenta. Y, poco después, emprendió el que sería el viaje de su vida. O, mejor dicho, los viajes de su vida porque Nacho Dean ha sido el primer hombre en dar la vuelta al mundo a pie y en unir a nado los cinco continentes.

Su camino era salirse del camino

Todo empezó en el Camino de Santiago, que ha realizado, además, en cuatro ocasiones, cuando descubrió esa pasión por caminar. O, más bien, hacer el camino.

Escribió Konstantínos Kaváfis, uno de los mejores poetas de la historia, aquello de “cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias (…) Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años”. Y como en aquel poema, Nacho Dean se dio cuenta de que “lo que importa es todo el camino, el día a día, las reflexiones que tienes, lo consciente que eres”, relata.

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D.R.

Y fue entonces cuando supo que lo que quería era, realmente, salirse del camino. Le gustaba viajar, hacer expediciones y estar en la naturaleza, pero para eso tenía que romper con todo lo normativo. “Me costó salirme del camino convencional, el camino marcado, lo que dicta la sociedad, que es estudiar una carrera, tener una profesión y decir ‘esto es ser fiel a mí mismo’, no hacer ese clic”, confiesa. Y entonces, empezó a hacerse preguntas a sí mismo, como “por qué tengo que volver a casa, por qué solo puedo estar caminando una semana o unos meses, que es lo que tengo de vacaciones. ¿Por qué no soñar a lo grande? ¿Por qué no dar la vuelta al mundo caminando? ¿Por qué no empezar en un lugar y no regresar hasta que llegue por el otro lado del planeta? Entonces ese sueño fue el detonante fue la línea que unió todos los puntos de mi vida y le dio sentido al cuadro completo”. Y ahí fue cuando se salió de la senda marcada y dijo “este soy yo”.

El kilómetro cero que todo lo cambió

Fue un 21 de marzo de 2013, en el kilómetro cero de la Puerta del Sol, donde todo arrancó y, a la vez, todo cambió. Dio la vuelta al mundo a pie. “Me llevó tres años y concluí en 2016”, señala orgulloso. Aquello que empezó siendo un sueño y un reto personal, lo fue, pero, a su vez, le acabó sabiendo a poco. Y se embarcó en un nuevo proyecto, que, esta vez, tenía como objetivo EL PLANETA porque lo que le quedaba era surcar los mares.

“Había dado la vuelta al mundo caminando, pero me decían: ‘sí, a ver cómo has cruzado el océano, el Pacífico o el Atlántico’. Pues, obviamente, tuve que coger un vuelo desde Sídney, de Australia a Chile, sobre el Pacífico, y tuve que coger otro de Nueva York a Lisboa. Entonces empecé a investigar y a darme cuenta de que lo importante que es el agua, de lo importante que es el océano, el mar, los lagos, los glaciares para la vida en el planeta. Somos seres de tierra y el agua es como el gran desconocido, el mar, la línea de la orilla marca la frontera entre el mundo seguro y el gran desconocido”, relata.

La primera dificultad con la que se encontró es que no era nadador. “El primer día que me metí a la piscina hice 100 metros, cuatro largos. Entonces dije: ‘madre mía, ¿dónde me he metido?’”, recuerda. Luego, con la ayuda de un entrenador, practicó y con 2500 kilómetros nadando, como a él le gusta contar, pasó a "ser pez". Nadó, leyó y contactó con otros nadadores, hasta tal punto que toda su vida giraba en torno a la natación. “Me llevó dos años, entre 2018, 2019, y nadando los cinco continentes, lugares como el Estrecho de Bering sobre el Círculo Polar Ártico, el Mar de Bismark, en Papúa el Mar Rojo en Jordania con Egipto, Estrecho de Gibraltar”, añade.

Sus otros fuegos

Pero luego llegó la pandemia.y no pudo embarcarse en ninguna expedición, sin embargo, continuaba con su compromiso de ayudar a los demás. “Lancé un proyecto que se llama 'Juntos lo superamos' y uní a muchas personas del mundo de la aventura, de la superación, y escribimos cartas a personas que estaban en hospital, convalecientes con COVID, y se generó un movimiento muy bonito”, dice.

Después, fue padre, primero en 2020 y, luego, en 2021, y se embarcó su primera expedición científica navegando a vela alrededor de España. Entre medias, ha escrito dos libros ‘Libre y salvaje: La gran aventura de la vuelta al mundo a pie’ y ‘La llamada del océano: La gran aventura de unir nadando los 5 continentes’ y ha dado conferencias. Y todo potenciado por esas ganas de vivir intensamente que nacen de su interior como el agua Cabreiroá brota del calor de la Tierra.

Su historia la conocemos gracias Nacer Fuego, un proyecto de Cabreiroá, que recoge historias de personas que, a pesar de estar marcadas por determinadas circunstancias en su vida, han luchado por sus sueños. Y si Nacho Dean se caracteriza por algo, es, sin lugar a dudas, por su vínculo con el fuego. “Nací en Málaga, que es una ciudad del sur, un 20 de agosto, que es un día bastante caluroso a las dos del mediodía. Soy Leo, que es un signo de fuego, y mi nombre Nacho es Ignacio, que viene de Ignis, del latín que es fuego. Si es que en lo profesional y en lo personal tengo fuego en mi interior”.

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#NachoDean #NacerFuego #HistoriasXCabreiroá