Bienvenidos a nuestra cuenta atrás de las mejores películas que se han hecho sobre esa pequeña pero deliciosa parte de la experiencia humana conocida como sexo: desde dramas lésbicos en pleno proceso de aprendizaje vital, pasando por retratos de adicción al sexo, e incluso taparrabos. En pocas palabras: estas son las películas de sexo que más le gustan a los críticos de cine (estén o no en Netflix) una historia sobre como nuestras actitudes hacia el sexo y la desnudez en la pantalla grande han ido cambiando a lo largo del tiempo.

Ponte cómodo, bueno, no muy cómodo del todo, y disfruta (para eso sería mejor este listado de algunas que rozaron el porno). Ah, y por si lo tuyo necesita un poco más de marcha, te recomendamos nuestro artículo de mejores películas eróticas oscuras, un listado solo apto para valientes. Sin más dilación, las manos fuera de los bolsillos, por favor, echa a tus niños y a tus padres del salón, y dale al play.

25 | Brokeback Mountain (2005)

brokeback mountain
Focus Features

Brokeback Mountain no fue la primera historia de "amor prohibido" contada por Hollywood. Tampoco fue la primera historia de amor gay. Pero podría decirse que fue la primera película convencional que obligó a Estados Unidos a enfrentarse a su propia y ruinosa homofobia.

Hasta la película de Ang Lee, la homosexualidad había sido abordada por el cine convencional de forma escasa y torpe. Cuando no se limitaba a una comedia extravagante (Una jaula de grillos) o a extravagantes subtramas (Tarde de perros), se abordaba a través de una lente de "gran problema", y generalmente con una conclusión reconfortante (Filadelfia, El color púrpura). Brokeback Mountain adoptó un enfoque diferente, al poner a los dos mejores y más apreciados actores jóvenes de Hollywood en el papel de una pareja de amantes ocasionales forzados por la sociedad a diversos estados de represión, odio a sí mismos y frustración que destruye el alma. Lee se llevó a casa el premio al mejor director en los Oscar.

Y lo que es más importante, la película no ocultaba que era la sociedad estadounidense la que les obligaba a ello. Brokeback Mountain estaba ambientada en el pasado, pero no en un pasado tan lejano como para separarlo del presente. Además, su ambientación de época no era muy exigente: salvo en algún caso de moda discotequera y decoración poco elegante, su entorno fronterizo permitía situarla fácilmente en los Estados Unidos contemporáneos. Por ello, el desgarrador final resulta doblemente impactante, al igual que la escena en la que el personaje de Ledger rememora el recuerdo de su infancia cuando su padre le enseña el cuerpo mutilado de un hombre asesinado en un ataque homófobo.

Resulta irónico que Brokeback Mountain utilice el escenario fronterizo hecho famoso por las películas de Hollywood, porque el corazón de la película no podría ser menos hollywoodiense si lo intentara. En lugar de transmitir un mensaje de que el amor lo vence todo (Sólo el cielo lo sabe), o una historia de noble sacrificio (Romeo y Julieta), o una en la que los tabúes sociales se vencen gracias a la buena voluntad y el carisma (Shakespeare in enamorado, Dallas Buyers Club), la historia de Lee no tenía un sentido redentor de elevación, ni un desenlace catártico.

La etiqueta de "vaqueros homosexuales" siempre fue una pista falsa; Brokeback Mountain no es un western. Pero al contar esta historia en particular a través de la iconografía clásica del género favorito de Hollywood -caballos, sombreros de ala ancha, las extensas llanuras del Medio Oeste-, Lee consiguió un truco ingenioso: dejó claro que se trataba, sin ambigüedades, de una historia sobre Estados Unidos.

24 | Y tu mamá también (2001)

y tu mamá también
Besame Mucho Pictures


La maníaca libido adolescente ha sido un pilar del cine durante varias décadas. También las pruebas de la amistad adolescente y la rebelde emoción de un improvisado viaje por carretera. Pero nunca se han combinado todos estos elementos de forma tan conmovedora como en la epopeya mexicana de Alfonso Cuarón.

Y tu mamá también se las arregla para tener su pastel y comérselo en varios frentes, incluyendo la conmoción de una película de madurez, la liberación de una road movie y la estupidez ganadora de una comedia sexual, sin comprometer a ninguno. Por no mencionar el agudo comentario sobre el rígido sistema de clases de México.

La película está protagonizada por Gael García Bernal y Diego Luna, que interpretan a unos compañeros de colegio bastante bobos, y desde el primer plano, en el que se ve a uno de nuestros héroes haciéndolo frenéticamente con su novia, está claro que la fornicación desempeñará un papel central en las siguientes horas. Y así es, la pareja pronto se hace amiga de una enigmática mujer mayor en las carreras y le cuenta historias sobre un idílico lugar en la playa, que -alerta de metáfora- en realidad no existe. En poco tiempo, los tres se embarcan en un viaje hacia el sol, el mar y, sí, el autodescubrimiento que les cambiará la vida.

Por supuesto, se producen las esperadas aventuras y desencuentros, y el apetito sexual de los adolescentes se muestra en todo su esplendor ingenuo, torpe y exagerado. Cualquiera que haya visto American Pie, Supersalidos o Súper empollonas sabrá que las mejores comedias sexuales para adolescentes son en realidad historias de amor platónico disfrazadas. Es parte del encanto. Y tu mamá también no es diferente en el sentido de que su romance más puro es claramente entre Bernal y Luna, pero entra en un terreno en el que esas películas no lo hacen al plantear la pregunta: ¿hasta qué punto es realmente platónica esta amistad?

La coda, en la que ambos se reencuentran unos meses después, sigue siendo una de las escenas más emotivas de las últimas décadas.

23 | La doncella (2016)

la doncella
Yong Film

Las mentes creativas que hay detrás de La doncella son, cuando menos, diversas. Park Chan-Wook, guionista y director de la violenta Oldboy, adaptó un libro de Sarah Waters sobre un romance lésbico ilícito, trasladándolo de la Gran Bretaña victoriana a la Corea de los años 30 ocupada por Japón. Esta extraña fórmula dio lugar a una película singularmente extraña, que es una auténtica delicia, sobre todo por la rica belleza que imbuye a la película Park, cuyos años como estudiante de estética brillan en cada fotograma meticulosamente compuesto. La historia no pierde ni un ápice de la fascinación de Waters por el género y la clase social, simplemente la traslada a otra sociedad. La narrativa de Waters tampoco pierde ni un ápice de su intriga, ya que la premisa inicialmente lúdica -una carterista se asocia con un estafador para robar la fortuna de una heredera japonesa- conduce a un tira y afloja tras otro, revelándose finalmente como una meditación sobre el abuso, la sensualidad y la supervivencia a medida que carterista y heredera se embarcan en una relación de gato y ratón de engaño y deseo.

La idea del teatro y de la representación se repite una y otra vez, haciendo hincapié en que nuestros dos personajes principales -cada uno cambiando de personaje a lo largo de la película- están constantemente montando un espectáculo, obligados a hacerlo por las restricciones sociales represivas en las que viven. Al igual que las de La vida de Adèle, las escenas de amor de La doncella dividieron a los espectadores por ser representaciones descaradamente eróticas del sexo lésbico visto a través de la lente de un hombre heterosexual.

El plano final de la película, en el que las dos mujeres se acuestan juntas en la cama como un perfecto reflejo la una de la otra, ofrece el sexo como una gran metáfora de múltiples capas. Como explica Waters: "Cuando hablé con Park, me dijo que quería poner en pie de igualdad a la amante japonesa y a la costurera coreana. La novela trata de clase más que de género. La película trata más del colonialismo: la tensa relación entre Corea y Japón".

22 | Nymphomaniac (2013)

nymphomaniac
Zentropa Productions

Lars von Trier es conocido como el gran provocador del cine moderno. En sus obras aparecen niños muertos, sombrías enfermedades degenerativas, enfermedades mentales fingidas, mutilaciones genitales gráficas y, en el caso de Dogville, el completo rechazo de todos los decorados de cine durante el proceso de rodaje. Así que cuando se corrió la voz de que estaba rodando una obra magna de cuatro horas sobre la adicción al sexo, repleta de polvos no simulados, se presumió que sería la sorpresa de todas las sorpresas. Aunque esto no era del todo falso -el cine respetable no es mucho más explícito que esto, no es un juego de palabras-, Nymphomaniac es una película mucho más sutil de lo que sugiere su excitante título. De hecho, funciona como una buena demostración de la famosa frase sobre que la pornografía es imposible de definir, pero "la reconozco cuando la veo".

Nymphomaniac es tan explícita como muchas películas porno -y mucho más que muchos programas nocturnos de televisión por cable- y, sin embargo, el erotismo de la película funciona en proporción inversa a su explicitud: el sexo más gráfico que vemos es en gran medida aburrido, monótono y rutinario.

La interpretación obvia de Nymphomaniac es un gran comentario sobre la naturaleza mortal de la adicción: "la soledad era mi compañera constante", nos dice Joe, el personaje principal de Charlotte Gainsbourg, mientras nos habla de su compulsión de toda la vida hacia todo lo coital. Por otra parte, la película renuncia activamente a explicar la adicción de nuestra heroína con una trágica historia de abuso o abandono, como sería habitual en un tratamiento al estilo de Hollywood. En su lugar, se nos ofrece un retrato de su adicción al sexo emocionalmente distante como una especie de reacción contra el sentimentalismo de la sociedad educada: la promiscuidad femenina sin ataduras como una alteración radical del orden social. Si esta idea representa un empoderamiento feminista o una opresión sexista es algo que Von Trier quizá quiera que el público descubra por sí mismo, después de ver el montaje de penes erectos a mitad de la película.

21 | Lucía y el sexo (2001)

lucía y el sexo
Sogecine

Si hay una película española que se quedó en la retina de varias generaciones por algunas de sus escenas subidas de tono, Lucía y el sexo puede ser una clara candidata. Dirigida por
Julio Medem y protagonizada por Paz Vega, Tristán Ulloa, Najwa Nimri y Elena Anaya en sus principales papeles, subió la temperatura en las salas de cine al máximo. Pero no es sólo sexo, porque también es una historia de amor de esas que dejan huella.

20 | Le llaman Bodhi (1991)

le llaman bodhi
Warner Bros.

A lo largo de la década de 1980, mientras la América reaganiana mascaba puros y mostraba su músculo económico, un género emergió por encima de todos los demás en la vanguardia de Hollywood: la película de acción ultramachista. Mientras que Clint Eastwood había encarnado al antihéroe moralmente dudoso de los años 70, esta nueva era de autoconfianza estadounidense necesitaba otro tipo de icono: desgarrado, recto y repleto de chistes baratos. Y así llegó una avalancha de violencia acrítica llevada a cabo por Arnie, Sly y sus legiones de imitadores.

Pero los que se fijaron bien pudieron notar algo curioso en estos perros alfa americanos: ¿eran Rocky y Apollo Creed realmente amigos? ¿Tenían Maverick y Ice Man algo que contarse? Y ahora en serio, ¿qué pasaba realmente entre los héroes de Sin retirada no hay rendición?

Si un cierto homoerotismo reprimido había permanecido hilarantemente bajo la superficie de la película de acción de los 80, en 1991 Le llaman Bodhi se convirtió en la primera película de género en hacer de este hecho algo casi explícito. Tras las convenciones de la trama de policías infiltrados se esconde una historia de amor prohibido entre el pulcro agente interpretado por Keanu Reeves y el filósofo forajido de Patrick Swayze. Ambos actores, increíblemente guapos, tienen muchas oportunidades de mostrar sus cincelados torsos a la cámara en una película que se mueve con maestría entre la sinceridad y el pastiche. Por cada escena de disparos eyaculatorios o de paracaidismo con carga sexual hay una secuencia de acción al filo de la navaja para complacer a los puristas, por cada línea de diálogo digna de risa ("¡Me deseas tanto que es como si tuvieras ácido en la boca!") hay un conmovedor corazón a corazón entre nuestros dos seducidos rivales.

De alguna manera, Le llaman Bodhi disfruta de lo mejor de ambos mundos: es una película de acción machista y un clásico homoerótico apenas disimulado. No es casualidad que fuera la primera película del género dirigida por una mujer.

19 | Atracción Fatal (1987)

atracción fatal
Getty Images

Mientras los hombres musculosos dominaban las grandes pantallas en los años 80 con historias de heroísmo con ametralladoras, en las oficinas y centros de negocios del mundo real, las mujeres protagonizaban su propia historia de conquista: las supuestas amas de casa de antaño se incorporaban al mercado laboral en cifras récord. El modelo de familia tradicional de la América del pastel de manzana se desdibujaba, con el consiguiente pánico moral apenas favorecido por el hecho de que la aparición de cómodos métodos anticonceptivos había concedido a las mujeres una libertad sexual hasta entonces inédita.

Muy pronto, Hollywood crearía un género completamente nuevo basado en el aterrador atractivo de este nuevo arquetipo de la vida americana: la mujer profesional. Y si Atracción fatal no fue necesariamente el primer thriller erótico de la historia, fue sin duda el primero que realmente saturó la conciencia del público: fue un fenómeno, la segunda película más taquillera del año, y dio al término "bunny boiler" el lugar en el léxico popular que conserva hasta hoy.

La premisa es bien conocida -una aventura aparentemente sin compromiso entre un hombre casado y una seductora editora se vuelve mortal cuando nuestro héroe intenta volver a la vida matrimonial- y la actitud de la película hacia los temas de su época parece, a primera vista, directamente reaccionaria. La mujer de carrera sexualmente liberada de Glenn Close es desenmascarada como la loca asesina que realmente es, el ama de casa no trabajadora de Anne Archer sigue siendo el verdadero modelo de feminidad contendiente, y la unidad familiar nuclear es, al final, protegida a toda costa.

Una lectura tan simple hace un flaco favor al cinismo general de la película: el personaje protagonista de Douglas también es insípido, cobarde y débil. Pero en lo que se refiere a la respuesta de la cultura pop a los problemas de la época, sin duda hay pocos casos de estudio mejores.

18 | Tierra de Dios (2017)

tierra de dios
Orion Pictures


La ópera prima de Francis Lee, sobre una pareja de ganaderos que se enamoran en las llanuras, tiene una evidente piedra de toque. Pero la inevitable etiqueta de "Brokeback británico" es ligeramente engañosa. Hay mucha angustia y odio a sí mismos en los dos personajes principales de Tierra de Dios, especialmente en el malhumorado granjero Johnny interpretado por Josh O'Connor, pero poco de ello se deriva de su sexualidad. No hay ninguna abnegación que superar. La pareja tampoco atrae la intolerancia cuando su relación llega a conocimiento de los ancianos patriarcas o de los aldeanos locales. No se trata de una relación prohibida destinada a la perdición.

"No quería contar una historia de salida del armario y supongo que no quería contar una historia sobre las dificultades de ser gay", ha dicho Lee. Lo que siempre me ha parecido más difícil en mi vida es enamorarme y tener que ser abierto y vulnerable". En términos de otras películas queer, no creo que intentara 'abordar' nada". Y, de hecho, la forma en que

Tierra de Dios rehúye los arcos argumentales habituales es casi una declaración en sí misma: es una historia de amor gay que no intenta convertir su relación central en un Big Issue.

Tierra de Dios se centra en otras preocupaciones más contemporáneas. Su otro personaje central, Gheorge, es un inmigrante rumano que se ve sometido a una xenofobia visceral, mientras que la difícil situación de la industria ganadera es la fuerza motriz de gran parte del tormento de Johnny. En este sentido, la película de Lee es mucho más Brexit que Brokeback.

17 | Her (2014)

her
Warner Bros.

El romance anhelante entre un humano y un no humano ha sido un rasgo sorprendentemente frecuente del cine de Hollywood desde que King Kong encendió el encanto con Fay Wray allá por 1933. Desde entonces hemos tenido romances entre humano y anfibio (La forma del agua), humano y maniquí de escaparate (Maniquí), y humano y muñeca sexual hinchable (Lars y una chica de verdad). Y cuando se trata de programas de ordenador y humanos, La mujer explosiva, Electric Dreams y S1m0ne lo han abordado desde un ángulo u otro.

Pero mientras que todas esas películas se inclinaban hacia lo fantástico o la comedia, la película de Spike Jonze de 2013 destaca por interpretar su romance central -entre un divorciado deprimido y su asistente virtual tipo Alexa- de forma casi totalmente directa.

A pesar de parecer el argumento de una comedia absurda insoportablemente estrafalaria, Her es lo más parecido a un drama romántico genuino que permite su premisa. La relación entre el desdichado Theodore interpretado por Joaquin Phoenix y su sistema operativo de voz ronca (Scarlett Johansson, obviamente) es sincera y cándida -por ambas partes- y no está pensada ni para la risa fácil ni para la sátira social inteligente. Y aunque su relación central resulte ser incluso más premonitoria de lo que pensábamos, la forma en que la película traza un contraste entre la disposición de Theodore para una relación digital y su total incompetencia cuando se trata de la intimidad humana no ha hecho sino resultar más oportuna en la casi década transcurrida desde el estreno de la película.

Al final, la escena vital puede ser aquella en la que Theodore e Isabella intentan, de forma un tanto inevitable, consumar su floreciente relación. Lo hacen a través de un sustituto humano, y es una situación demasiado real que Theodore, presa del pánico, no puede manejar y pone fin rápidamente. Su amor en línea ha sido un remedio dulce y satisfactorio para su soledad crónica... pero tiene un precio en el mundo real.

16 | Crueles intenciones (1999)

crueles intenciones
Getty Images

Cuando se trata de las películas que definen la llegada a la madurez de la generación del milenio, Crueles intenciones tiene mucho que decir. El éxito de la adaptación de Emma, centrada en la adolescencia, inspiró una locura frenética por rehacer célebres clásicos centenarios como descarados juegos modernos de instituto. Noche de Reyes se convirtió en Ella es el chico, El sueño de una noche de verano en Así es el amor, Pigmalión en Alguien como tú y La fierecilla domada en 10 razones para odiarte. Y Las amistades peligrosas se convirtió en el drama sexual adolescente más susurrado de la década, aquel en el que Buffy Cazavampiros seduce a su hermanastro con una oferta que nunca se olvidará: "Puedes ponerla donde quieras".

Si el atractivo central de la plantilla residía en el contraste lúdico entre el género de las películas para adolescentes y el erudito material de origen, entonces Crueles intenciones lo aprovechó al máximo: bajando el tono, subiendo la vulgaridad y contando su tórrida historia con un tono alegremente frívolo. Dependiendo de la edad de cada uno, la película resultaba atractiva como drama adulto o como divertidísimo placer culpable.

Sin embargo, aunque el material promocional de la película mostraba a sus estrellas con poca ropa y el beso en la escena del picnic entre Sarah Michelle Gellar y Selma Blair se convirtió en una temprana (y muy parodiada) sensación viral, los momentos más subidos de tono de la película eran todos verbales. Lo realmente excitante era un guión que iba de lo sugerente a lo subido de tono, pasando por lo escandaloso.

Para el ejército de embelesados niños de 12 años que se hicieron con una copia en VHS, esta verborrea subidita de tono confería a la película una sensibilidad adulta y sofisticada. En retrospectiva, por supuesto, Crueles intenciones es de lo más abiertamente adolescente que existe ("¿Cómo van las cosas por ahí abajo?", le pregunta nuestra pervertida protagonista a Blair a su regreso de Australia). Sin embargo, la baza del guión no era tanto su contenido subido de tono como su espíritu impenitente: atraía a adolescentes cachondos por medios baratos, y no le importaba admitirlo.

En muchos sentidos, esta desvergonzada oda a la juventud la convertía en una película infinitamente más madura que Cegados por el deseo, que cinco años más tarde atrajo a la misma generación de chavales con los mismos diálogos obscenos, pero esta vez disfrazados de drama serio para adultos.

"¿Sabes cuál es tu problema? le dice Reece Witherspoon a un escarmentado Ryan Philippe en Crueles intenciones. "Te tomas a ti mismo demasiado en serio". Nada podría ser menos cierto de la propia película, y ahí radica su brillantez.

15 | Instinto básico (1992)

instinto basico sharon stone
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Instinto básico, del siempre calenturiento, morboso y divertido Paul Verhoeven es mucho más que ese cruce de piernas en el que se le ve todo (subiendo mucho el brillo a la pantalla no nos engañemos) a Sharon Stone. Es el culmen del thriller erótico y el mejor ejemplo de que el puro erotismo puede ser una trama de interés, tensión y misterio porque no hay nada más sexy que alguien incontrolable, misterioso, críptico y sorprendente (si, además, se parece o es Sharon Stone en los 90).

La cosa es que aquí el cineasta holandés culminó ese camino de femme fatales entre sombras del blanco y negro y piernas asomantes por la abertura del vestido de noche con una minifalda sin nada debajo. Una buena síntesis de la evolución del cine en cuanto a vulgaridad, dirección y efectismo que aquí se hace respetar. Sí, porque más que una cinta de destape, Instinto básico trabaja con las miradas y las reacciones y poderes de los personajes en torno al sexo.

14 | Eyes Wide Shut (1999)

tom cruise nicole kidman eyes wide shut
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La gente suele burlarse de que la última palabra de la filmografía de un cineasta tan venerado y respetado sea "Follar". A nosotros nos parece, la verdad, un elogio. El director de 2001: una odisea en el espacio acabó su carrera contando la crisis marital de dos personas guapas y exitosas (Tom Cruise y Nicole Kidman) ¿Qué demonios les pasa para que no se quieran hacer de todo de manera hedonista en esa vidorra privilegiada? Pues Kubrick convirtió esa búsqueda del deseo, de la degeneración, del misterio, en un relato borderline sobre dos personajes capacez de arriesgar su perfecta vida con tal de seguir sus bajos instintos, ya sea un marinero desconocido o una orgia de top models con máscaras.

13 | It Follows (2014)

la doncella kim min hee escena de sexo
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La fijación del cine slasher con la fornicación es tan antigua como el propio género. Clásicamente, la relación es puritana y punitiva: una pandilla de adolescentes hedonistas y desvergonzados reciben lo que se merecen gracias a un asesino sediento de sangre - penetración de un tipo engendra penetración de otro - siendo la virginal chica final la única que se salva.

Pero a medida que el género explotó en los años 60 y 70, y esos tropos se fueron consolidando, también empezaron a ser subvertidos por películas slasher con una agenda más progresista y menos piadosa. Navidad sangrienta presentaba a su asesino como el síntoma de una sociedad misógina, El fotógrafo del pánico trazaba paralelismos entre su asesino voyeurista y los sádicos sin aliento del público, Pesadilla en Elm Street 2 introducía de contrabando un subtexto queer hilarantemente camp. A mediados de los 90 llegó Scream y sus imitadores más ingeniosos, como Cherry Falls, un guiño al terror de instituto sobre un asesino en serie que tiene como objetivo a las vírgenes del pueblo. Cuando el renacimiento posmoderno se desvaneció, parecía que la película slasher -y el análisis de la película slasher por parte de la película slasher- había llegado a su fin.

Sin embargo, dos décadas más tarde llegó una incorporación no irónica al género que puso de manifiesto la relación entre sexo y muerte. En It Follows, un demonio asesino de marcha lenta se lanza sobre la población de los suburbios de Detroit. El giro es que el demonio sólo persigue a una persona en cada momento, y la víctima en espera sólo puede salvarse si lo hace con otra persona, transmitiendo así la maldición.

La película de David Gordon Green se aleja de la autoconciencia de la época de Scream, pero no por ello deja de ser un agudo comentario sobre la obsesión del género por la promiscuidad adolescente. La ingeniosa premisa de la película no sólo convertía al sexo en el asesino y el salvador, sino que también allanaba el camino para algunas escenas inteligentes de inquietud moral y oportunismo masculino y, por supuesto, un montón de copulación frenética.

12 | Bonnie y Clyde (1967)

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Como El Forajido, no hace falta más que un visionado, quizás dos, para darse cuenta de que Bonnie & Clyde trata más de sexo que de cualquier otra cosa. Sí, estamos ante una apasionante road movie que cambió el cine de atracos, una cinta fresca, joven, libre, que nos descubrió los talentos de Faye Dunaway, Gene Hackman, Gene Wilder, que nos confirmó el de Warren Beatty, pero sobre todo estamos ante uno de esos títulos que puso un clavo en la cruz del cine clásico. El nuevo Hollywood entró, y lo hizo con juventud, sexo y alegría. La censura tuvo que repasar una y otra vez varias escenas, y no por su violencia.

Nadie sabe si los verdaderos Bonnie y Clyde eran pareja o solo compañeros más allá del sensacionalismo de la prensa. De hecho, muchos dicen que Clyde era homosexual. La cinta, en un ejercicio de magistral ambigüedad, rodea de tintes sexuales todas sus interacciones. Vemos a Bonnie ardiente, poniéndose el camisón desnuda y bajando a conocer a Clyde mientras le acaricia el pen… la pistola. Pero Clyde, una y otra vez, no consuma el deseo de Bonnie hasta poco antes de su trágico final. Bonnie y Clyde es un retrato de la pulsión, la excitación, pero también de los bloqueos, de la impotencia y la homosexualidad reprimida. Es pura sexualidad criminal.

11 | Repulsión (1965)

Tiene cierta ironía que el culpable de pederastia y, en consecuencia, violación, Roman Polanski, haya sido el mejor autor de una cinta sobre el trauma sexual que supone una agresión sexual. En menor medida, tiene también cierta gracia que la protagonista esté encarnada por Catherine Deneuve, una de las mujeres más bellas del séptimo arte y, a la vez, con una enorme fama de fría, de diva e incluso, permitidnos la alusión a ciertas críticas infames, frígida. Recordamos tales vulgaridades para resalta que esta película, reconocida obra maestra pero adelantada a su época, tiene gran importancia en tal etiqueta.

Se trata de una cinta de toques surrealistas donde una joven lucha con su propia psique ante la atracción y repulsión que siente, de manera simultánea, ante los hombres y ante el sexo. Conforme la película va avanzado, vamos descubriendo que todo parte de un trauma del pasado. Sin embargo, es la importancia que se le da a la mente, a los miedos, a la educación, a los sentidos, lo que nos hace poner esta cinta en esta lista. No, las violaciones no son sexo pero el retrato de cómo estos traumas se pueden superar para lograr volver a intimar con una persona, reconciliarse con tu propio deseo, es una reflexión que no debe faltar.

10 | Orquídea salvaje (1989) - Kevin Maher

Os presentamos a James Wheeler (Mickey Rourke), un empresario de éxito. Le gustan los helicópteros, los coches, las motos, las salas de juntas que parecen polideportivos de lo grandes que son y tener un absoluto control erótico sobre las mujeres sumisas. Fue un niño que sufrió abusos, no le gusta que le toquen y no puede representar mejor el ídolo a seguir por un tipo como Christian Grey, el protagonista de Cincuenta sombras. Incluso habla con la misma prosa de dudoso gusto, ligeramente enfermiza, pervertida y sexy (o al menos pretende serlo) tan usada por la creadora de Grey, E.L. James.

Por ejemplo, cuando sale a dar un paseo para coquetear con Emily (Carré Otis), su potencial próxima conquista, Wheeler repentinamente retrocede y comienza a mirar al culo de la chica al más puro estilo Benny Hill. Cuando ella le pregunta qué está haciendo, él simplemente sonríe, de forma guay, guiña el ojo a los chicos de la audiencia, y dice: “Simplemente te miraba caminar”. Todo un Casanova.

Y sin embargo, lo previsible que es la película no es lo que le convierte precisamente en una película genial, ni siquiera porque sea uno de los hitos del cine más sensual de la historia. No, esta película escrita y dirigida por Zalman King merece toda nuestra atención porque supone literalmente, y cronológicamente, el punto más alto en cuanto a erotismo en la década de los 80. Antes de ella, Nueve semanas y media (que King también coescribió y produjo en 1986, con Rourke en el papel de otro pervertido machote), y Atracción Fatal (1987) habían marcado los parámetros de un género que parecía hablar sobre la libertad sexual de los más liberales, pero que en realidad trataba sobre el miedo sexual de los más conservadores (¿A alguien le suena el SIDA?). Pero Orquídea Salvaje superó a ambas. El ambiente violento de Buenos Aires (a donde Wheeler ha viajado para comprar un hotel), y la idea de que todo el mundo se dedica a mantener relaciones sexuales por aquellos lares, se lleva la palma a la hora de competir con las dos películas antes mencionadas.

Lo mejor de todas la película es la última escena de sexo (Wheeler y Emily a lo suyo, con una visión desde arriba, sin rubor) que es tan explícita y prolongada que llegó a inquietar a los censores (la película se estrenó para mayores de 18 años). Tan caliente parece la escena que se levantó el mismo debate sucedido con Amenaza en la sombra en 1973, protagonizada por Donald Sutherland y Julie Christie, es decir, algo así como: ¿Estaban follando de verdad?. En 2011, Otis zanjó la polémica diciendo: "¿Alguna vez has filmado una escena de sexo? ¿Tienes alguna idea de cuántas personas estaban allí? ¡Fue mortificante!". Está clara cuál es la respuesta, por tanto.

9 | La vida de Adèle (2013) - Kevin Maher

Películas de arte y ensayo. Vale, lo entendemos. Sus personajes también mantienen relaciones sexuales. Es algo que les encanta. Desde desnudos suecos en 1953 (Un verano con Mónica), pasando por penetraciones ayudadas con mantequilla en 1972 (El último tango en París) hasta locas e irascibles sesiones playeras en 1986 (Betty Blue), nada representaba mejor al cine de arte y ensayo que una escena dirigida de forma inteligente. Y entonces, llegó La vida de Adèle.

La película, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 2013, borró todo lo que habíamos visto antes. ¿La espantosa violación de Monica Bellucci en Irreversible (2002)? ¿El ambiente sombrío de El imperio de los sentidos, el clásico japonés de 1976? Todo desapareció. Se desvaneció cuando lo comparamos con esta película. Además, es sexo gay, de un nivel que dejó a Bound (2006) y Mulholland Drive (2001) a la altura de cine barato. ¿Y la acción entre chicos de Brokeback Mountain (2005)? Ni de lejos.

Este film nos ofreció a dos actrices jóvenes y relativamente novatas, Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, describiendo con destreza, en la lúgubre ciudad de Lille, al norte de Francia, los embates emocionales y embriagadores, así como los repentinos cambios de rumbo de una relación recién comenzada. Se intercambian miradas, se organizan picnics, se intercambian besos y luego todo se detiene en aproximadamente una hora y 11 minutos, cuando el director Kechiche y sus dos actrices protagonistas nos ofrecen una escena de sexo que hizo que se nos cayera la mandíbula al suelo. Marcó un antes y un después por su tremenda naturalidad, subiendo el listón a tal nivel que muchos dudamos de que aquello fuera simulado.

adele exarchopoulos la vida de adele masturbandose sexo
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Siete sudorosos minutos, de respiraciones alteradas, repletos de luz, con lametones, chupetones, apretones, besos, más besos, golpes, fuerzas, caos, gloria… es decir, una escena que define como pocas eso que llamamos sexo apasionado y caótico.

La escena tiene muchos detractores, incluidas las propias actrices, que según ellas se rindieron a la voluntad del director: Seydoux llegó a decir que fue "horrible" y que "nunca" volvería a trabajar con Kechiche. Una vez que la película comenzó a barrer durante la temporada de premios de 2013, sin embargo, se retractaron y dijeron que estaban "felices" con ella. Y, sin embargo, viendo la escena ahora, dentro de la película, y lejos de la exageración, creemos que no funciona muy bien. La iluminación es muy cruda. Es descarada y grosera a partes iguales. Demasiados pezones y primeros planos de culos y vaginas. Lo cierto es que quizás, todas las escenas de sexo, no importa cuán bien intencionadas, revolucionarias o profundas sean, terminan siendo algo sórdidas.

8 | Tarzán, el hombre mono (1981) - Kevin Maher

"¡Nunca antes había tocado a un hombre!". Es Bo Derek en el papel de Jane, arrodillándose sobre un inconsciente Tarzán (Miles O'Keeffe) en su primer encuentro en pantalla tras 45 minutos de natación en solitario, esquivando serpientes y golpeando a todo lo que se le pone por delante para salvar a Jane y a sus pechos maravillosamente rodados (algo que hizo, por cierto, su director-marido John Derek, así que no pasa nada). Tarzán está tumbado en la arena con su característico taparrabos y, curiosamente, una diadema funky. Sin inmutarse por el atuendo, Jane comienza a tocar. "Está bien", dice, yendo lenta, pero directamente, hacia la entrepierna. "¡Está muy bien!".

Tarzán, claramente incómodo con la situación, que huele a violación, vuelve a la acción durante el resto de la película, haciendo lo que hace un hombre de la jungla, y que culmina en un peculiar "pueblo de nativos" (ubicación actual: Sri Lanka). La película, por supuesto, es genial. Lo decimos de verdad. Porque fue la encargada de llevar al cine comercial más de 20 años de películas de sexploitation de Russ Meyer (véase Faster, Pussycat! Kill! Kill!, de 1965), y todo aquel cine con bellas protagonistas que enseñaban carne sin mucho sentido.

La película fue un escándalo. El creador de Tarzán, Edgar Rice Burroughs, puso una demanda pidiendo que se eliminaran los desnudos, y el director se quejó de que querían censurar su obra.

Costó unos 6 millones de dólares, y recaudó 37 (algo que equivale a un blockbuster actual tipo El Caballero Oscuro recaudando mil millones), y demostró que el hito que marcó 40 años antes Jane Russell en El forajido estaba completamente vigente, y más relevante que nunca: las tetas venden.

7 | Monster's Ball (2001) - Kevin Maher

Algo sucedió con las escenas de sexo allá por el cambio de milenio. Pasaron de ser un poco cutres (El corazón del ángel, 1987), excitantes (Risky Business, 1983) y horteras (Porky's, 1982) a dramáticamente satisfactorias y, finalmente, dignas de un Oscar. En 2008, Kate Winslet en El lector (sexo nazi), en 2003 Charlize Theron en Monster (sexo lésbico de asesina en serie), en 2010 Michelle Williams en Blue Valentine (sexo Gosling) y Maria Bello en Una historia de violencia (2005), que obtuvo una nominación al Globo de Oro tras protagonizar una escena sexual bastante áspera en una escalera.

El cambio es más evidente que en ninguna otra en Monster's Ball, donde Halle Berry, que hasta ese momento apenas había hecho cine serie B, ganó el Oscar a la mejor actriz principalmente por el valor que derrochó durante la escalofriante escena de sexo. Escalofriante porque Berry tiene que enfrentarse a un momento muy delicado e íntimo con el personaje interpretado por Billy Bob Thornton.

monster ball halle berry escena sexo
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Él es un guardia de prisiones que la encuentra en un restaurante. Ella está de luto por su hijo muerto. Él la lleva a su casa. Ambos beben whisky. Ella comienza a blasfemar. Thornton pone su nerviosa mano sobre su hombro. "Emmm, no estoy seguro de lo que quieres que haga" dice, dubitativo. Entonces, booom, ella se baja la camiseta y comienza a decir: "¡Hazme sentir bien! ¿Puedes hacerme sentir bien?".

Naturalmente, él se emplea a fondo (bien hecho, Billy Bob), pero siempre con un ojo abierto por si ella trata de clavar un puñal en su espalda. Nos dedican cinco minutos de apretones terapéuticos, primeros planos de partes pudendas, y todo lo que se supone que pasa en una situación así. Foster, el director, dijo: "Cuando hablé con Billy Bob y Halle, les dije que era importante que estos dos personajes tan reprimidos emocionalmente comenzaran la escena de sexo de forma cruda y animal. Tenían que expresar todo aquello que habían reprimido durante años". Por supuesto, lo consiguieron. Y les premiaron con el Oscar.

6 | El cuerpo del delito (1993) - Kevin Maher

Hace no mucho me encontré con Willem Dafoe y le pregunté por El cuerpo del delito. La película, en la que él hace el papel de un abogado en la lluviosa ciudad de Portland, Oregón, que defiende a una galerista/dominatrix (Madonna) acusada de un asesinato en la cama en plena faena, normalmente es considerada como poco recomendable por los que dicen saber de cine. Dafoe defendió esta película, le gustó poner el contrapunto al personaje interpretado por Madonna, pero estaba decepcionado por todo el ruido que se generó a la hora de publicitar el desnudo de la cantante. Y sobre todo, cree que Madonna y todo lo que arrastra al final supuso algo negativo para que la película consiguiera el rechazo que obtuvo.

"El momento no fue el ideal, y se presentó de forma incorrecta", dijo. "Porque era esencialmente una película de juicios a la vieja usanza, donde se cambiaban los papeles y yo hacía casi el papel de la mujer y ella el del hombre. Y al final, fue uno de esos casos donde el todo lo que rodeaba a la la película comenzó a importar más incluso que ella misma, incluso para las personas que no la habían visto".

Y es cierto, que después de verla ahora mismo, El cuerpo del delito está a la altura de otras como Melodía de seducción (1989), Instinto básico (1992), Acosada (1993), o Acoso (1994), y en general todas las películas de este tipo que vinieron más tarde (aunque pocas pueden presumir de tener frases como la que le dice Madonna a Dafoe: "¿Has visto hacer el amor a los animales, Frank?: es algo muy intenso". Tampoco son peores sus momentos sadomaso (cera en partes pudendas, bombillas rotas en la espalda) que otros que vimos en otras películas, como los protagonizados por Charlotte Rampling en El Portero de noche, por Juliette Binoche en Herida (1992), o Emmanuelle Seigner en Lunas de hiel. Pero lo único que se recuerda de El cuerpo de la evidencia es, sobre todo, su profundo sentido del ridículo ("Eso es lo que hago, Frank. Yo follo", dice Madonna en el clímax de la película).

Prueba algo que es común a todas las películas sadomaso, y a todas las películas que se toman el sexo demasiado en serio (sí, efectivamente, estamos hablando de Cincuenta sombras de Grey), y es que, a veces, todos los realizadores deben ser conscientes de que el sexo también es en su esencia algo que tiene que desprender sentido del humor.

5 | Kids (1995) - Kevin Maher

Kids estableció, en muchos sentidos, un género propio. Y lo decimos porque, gracias a dios, el género de vouyerismo sexual entre jóvenes no es precisamente muy amplio, y prácticamente se limita a las películas de Larry Clark: Bully (2001), Ken Park (2002) y Wassup Rockers (2005).

Que Kids esté grabada al estilo documental no ayuda, porque en esta historia sobre un día en la vida de unos adolescentes en Nueva York que se dedican al skate, a follar, y a drogarse y beber como cosacos, vemos de forma muy cruda cualquier desnudo o ropa interior, y el sexo entre jóvenes es cuando menos frío. No es una temática agradable, está claro (se vio muy afectada por ser declarada en EEUU para mayores de 17 años), sobre todo cuando comienza con Telly, el protagonista de 17 años (interpretado por Leo Fitzpatrick) que se autodenomina como "Cirujano de vírgenes", desvirgando a una niña de 12 años, y acaba con Casper, amigo de Telly, violando a una drogada Jennie (Chloë Sevigny) mientras duerme.

Pero es muy complicado obviar una película de este tipo. Creemos que el mundo del cine es más complejo e intelectualmente riguroso por la existencia de cosas así. Escuchemos, por ejemplo, las palabras del mismo Clark cuestionando la validez de calificaciones como la de mayores de 17 años: "Quizás es porque Kids no es una mierda sobre un mundo fantástico. Todas las películas actuales tienen una escena de sexo, con el chico tumbado, la chica sobre él, y él agarrando sus tetas... que se ve de lejos que es algo fingido y falso. Pero resulta que esas películas no son calificadas para mayores de 17 años".

"Acabo de ver Clueless (1995). Todo lo que pasa en esa película pasa en la mía. Es sobre una colegiala adolescente que quiere perder la virginidad. Fuman porros y beben, e incluso hay una escena en la que la protagonista se marcha de una fiesta caminando sobre cuerpos y gente que vomita en la piscina. Muchas de esas cosas se parecen a otras que pasan en Kids, pero hechas de forma mucho más estúpida, y a todo el mundo les parecen divertidas porque todo es bonito. Nadie pone una película así a la altura de las mía. La gente dice que Kids es deprimente. Y yo creo que algo tan falso como Clueless sí que es realmente deprimente".

Y que queréis que os digamos, el tipo tiene mucha razón.

4 | Casino Royale (2006) - Kevin Maher

Sí, has leído bien. Casino Royale. Piénsalo. La mejor escena sublimada de sexo en la historia del cine. Mejor que el tren en el túnel en Con la muerte en los talones (1959). Mejor que la partida de ajedrez en El caso Thomas Crown (1968). Aquí vemos a Bond (Daniel Craig), apenas consciente, arrastrado a las entrañas oxidadas de un buque y dentro de una sala de tortura. Desnudo y atado, 007 es sentado en una silla sin asiento, donde sus pelotas quedan colgando.

Le Chiffre (Mads Mikkelsen), un tipo que financia acciones terroristas que está desesperado por recuperar su dinero, golpea con una cadena repetidamente las bolas de Bond, mientras le tira piropos del tipo: "Ya veo que cuidas mucho tu cuerpo". Y sí, ya habíamos visto algo parecido en la saga de 007. Goldfinger (Gert Fröbe) había pensado chamuscar la entrepierna de Bond (Sean Connery) en la película de 1964. Pero esto es diferente. Es hacer explícito todo lo que estaba implícito, durante todos esos años, en la leyenda de Bond. Toda esa fama de llevarse a cientos de mujeres a la cama.

Las antagónicas y definitorias relaciones con los villanos masculinos versus las insignificantes aventuras femeninas. Aquí está, finalmente, en Casino Royale. Es homoerótica escrita a lo grande. Una escena de tortura sadomaso que no estaría fuera de lugar en Cincuenta sombras. Control y sumisión. Le Chiffre tiene a su hombre. Y Bond tiene sus pelotas (casi literalmente) destruidas.

La escena funcionó tan bien, al abrir el mundo gay de Bond, que fue revisitada en Skyfall (2012), cuando Bond es atacado una vez más por su enemigo Raoul Silva (Javier Bardem), que ronronea, "Siempre hay una primera vez". A lo que Bond sonríe y responde: "¿Qué te hace pensar que es mi primera vez?" Silva jadea, "¡Oh, Sr. Bond!" Una pasada.

3 | Team America: La policía del mundo (2004) - Kevin Maher

El sexo es diversión. Todos lo sabemos. Cualquiera que lo haya practicado lo sabe. Cualquiera que haya dicho alguna estupidez mientras follaba y se murió de la risa lo sabe. Pero, ¿qué pasa en el cine? Pues que no es siempre así. Y los peores son los que intentan poner cara de intensidad eliminando la más mínima posibilidad de humor, Sharon Stone y William Baldwin en Acosada, que echan un polvo salvaje contra un muro, son un buen ejemplo (psicológicamente no están ni cerca del coito, a menos de que el pene de él sea capaz de penetrarla a través de su vestido negro, algo así como sobre la quinta vértebra lumbar). Otro caso así es Instinto básico ("¿Has follado alguna vez puesto de coca, Nick?". No, Sharon, más bien trato con cervezas y kebabs), y todo el metraje de Showgirls (1995). Y no, contrariamente al deseo de la crítica, Showgirls nunca intentó ser divertida. Su director, Paul Verhoeven, siempre ha dicho que intentó que fuera "una película rodada de forma bella y elegante".

Así que tenemos que dar gracias por una película como Team America: La policía del mundo. Esta película de acción protagonizada por marionetas llegó justo a tiempo, en 2004, cuando el mundo del cine todavía estaba debatiendo sobre el sexo extremo de Irreversible, el sexo real de 9 Songs y la escena sexual de la que hemos hablado antes de Monster's Ball, que encima ganó el Oscar. Team America se cagó en todo eso. Literalmente (la escena sexual central sin cortes incluye un acto extremo de humor escatológico). Y ya sabías que una escena de sexo iba a ser especial si comenzaba con esta frase: "Los gorilas lo mataron a golpes antes de que los guardianes del zoológico pudieran gasearlos a todos. Mi actuación provocó la muerte de mi hermano, y tengo que vivir con eso cada día".

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El actor es Gary (interpretado por el director Parker), y su amante es la brillante psicóloga Lisa (Kristen Miller). La escena de sexo tras esa maravillosa frase dura 70 segundos, y es una verdadera locura no adulterada y conmovedora que consigue que no pudiéramos ver todas las escenas de sexo que vinieron más tarde sin al menos sonreír, por muy sórdidas y serias que fueran. Esos dedos paseando por los abdominales, y esa escena de perfil con las ventanas abiertas y las cortinas ondulando, simplemente brillante e hilarante. La canción que suena de fondo es puro glam metal ochentero (es de hecho una parodia de alguna canción de Aerosmith, llamada "Only a woman"). Y las posturas cada vez más ridículas y risibles (algo que obviamente se acrecienta debido a que los protagonistas son marionetas). Todo es sencillamente lo más gracioso que hemos visto en una pantalla mezclando sexo con humor.

Quizá no sea coincidencia que a partir de esta película, prácticamente desaparecieran las escenas de sexo serio y tenso en Hollywood por completo, y que los dos años siguientes lo único que nos llegó desde los estudios de la soleada California fueran comedias de bromance (Virgen a los 40, Lío embarazoso, Supersalidos, etc), es decir, películas cuya premisa principal era el inherente sentido del humor que conlleva el sexo y el deseo carnal.

2 | Shame (2011) - Kevin Maher

Shame marcó el momento en que todo colisionó. El cine arte, el toque sadomaso, la escena sexual digna de un Oscar, el bombo publicitario perfecto para hacer ruido dentro del cine comercial. Todo ello lo podemos encontrar en Shame, una historia oscura y convincente sobre el apetito de un hombre cada vez más insaciable por la satisfacción sexual y la aniquilación emocional. Y sí, por la forma de dirigir de Steve McQueen y de interpretar de Michael Fassbender, la película no es precisamente un festival del humor. Se nos ocurre que Shame tendría un reflejo claro en un universo cinematográfico alternativo, que se podría llamar El mujeriego, y que presenta exactamente los mismos personajes, trama y ubicación, pero se graba principalmente a la luz del día, con KT Tunstall encargada de la banda sonora, y protagonizada por Ben Stiller. Y sí, sería una película muy muy graciosa.

Pero Shame es mucho más que eso. Es una película sombría y seria que alcanza y busca la grandeza, y trata, y confía en poder hablar sobre la sexualización dominante y opresiva de la cultura en la que vivimos hoy. Enfrenta a Brandon, el antihéroe interpretado por Fassbender, a una serie de escenarios sexuales contemporáneos: desde el benigno (el porno en Internet) hasta el ligeramente excéntrico (el bar gay fetichista al que sigue un trío con prostitutas), hasta que lo vemos desmoronarse del todo cuando tiene que enfrentarse con las tareas sexuales aparentemente más simples, es decir, experimentar un encuentro físico con una mujer que le gusta, y de la que de hecho se podría enamorar. Trágico.

Algo que ayudó mucho al éxito de esta película (que fue calificada para mayores de 17 años, algo que a los responsables no les importó, al revés, hasta lo celebraron), fue que su protagonista, el atractivo e interesante Fassbender, fue percibido por aquel entonces (y posiblemente todavía se le ve así) como un tipo con el que te puedes cruzar por la calle sin muchos problemas: uno de esos hombres sin relaciones largas en su pasado, pero con un buen puñado de ex novias, e incluso con una orden de alejamiento por parte de una de ellas (la actriz Sunawin Andrews). Está claro que su elección para protagonizar la película fue un rotundo éxito, ya que nadie parecía mejor para encarnar a un personaje como Brandon.

Le pregunté sobre esto cuando lo conocí, sobre la interacción entre Brandon y Fassbender, y esto es lo que me dijo. "La gente no me conoce. Pero cuando no tienes un comportamiento normativo socialmente aceptable, donde no estás casado en un cierto momento de tu vida, la gente siempre va a llenar los espacios en blanco. ¿Era Brandon un personaje que estaba relacionado conmigo, o catártico para mí? Es algo que no me importa. Yo puse de mi parte, Steve hizo lo mismo, y todos los involucrados contribuyeron. A partir de ahí, es algo que está fuera de mi control. Sé cómo es mi vida personal, y gracias a Dios no tengo que atravesar el encarcelamiento que supone una vida como la de Brandon".

1 | El forajido (1943) - Kevin Maher

Hemos elegido esta película porque había que comenzar por algún sitio. Y no, no vamos a hablar de los sugerentes (por lo menos para la época) números musicales de Busby Berkeley, o la pierna de Claudette Colbert en Sucedió una noche (1934), y el casi topless de Fay Wray en King Kong (1933). Creemos que El forajido es la película que, más que cualquier otra, no tiene que ser cuidadosa con las formas ni tiene que ocultar nada (porque, ¿qué es King Kong más allá de una fantasía sexual interracial?), y que encarna perfectamente todo lo que hemos querido expresar con este ranking.

Estamos ante la Instinto Básico o la Shame de su época. En principio, bajo la fetichista mirada del millonario director Howard Hughes, cuenta la historia de Billy el Niño (Jack Buetel, un mediocre actor) y Doc Holliday (Walter Huston, al que se le nota aburrido), pero realmente trata sobre las desventuras de la otra parte del equipo, la explosiva Rio McDonald (Jane Russell). Russell, que por aquel entonces era una joven estrella conocida solo por su tremenda belleza, fue el centro de atención de todo lo relacionado con la película, desde la cámara obsesionada con sus pechos hasta la campaña de mercadotecnia para promocionarla. "¿Cuáles son las dos razones por las Jane Russell ha llegado a ser una estrella?" decía el obsceno y francamente ordinario eslogan de la película.

Por ser tan obviamente sucia, la película, que terminó de rodarse en 1941, se quedó en el limbo durante cinco años, yendo desde la distribuidora a las tijeras de los censores, encargados de mantener la decencia pública, y de vuelta a la compañía cinematográfica. En 1943 se entrenó brevemente, volviendo al limbo nuevamente, para convertirse finalmente en un gran éxito en 1946.

La razón de ser de El forajido, como sin duda nos hubiera contado Howard Hughes, es la representación de Russell, que aparece por primera vez tras 21 minutos de película cubierta hasta el cuello con un modesto top negro, y a partir de ahí, cada vez que la cámara la enfoca irá mostrando todo tipo de poses lascivas, hasta que finalmente, amordazada y atada en un en un agujero repleto de agua en medio del desierto, se la puede ver de arriba abajo con detalle, para deleite de la audiencia (masculina), brazos en alto y con su cuerpo bellamente iluminado por Gregg Toland, (Ciudadano Kane (1941), Las uvas de la ira (1940), etc), uno de los mejores directores de fotografía de la historia del cine. El forajido supuso la primera vez que una película, al completo, transmitía un solo mensaje para la audiencia masculina que veía lascivamente el film. El mensaje estaba claro: “Fóllame”. El resto es historia.

Vía: Esquire UK