Algunas de las obras literarias más famosas de la historia se escribieron en cautividad. Tal vez sus autores lo hicieran para aliviar su pena, para dar testimonio de su vida o para definir su filosofía, o porque en prisión encontraron el tiempo para hacerlo, o allí les visitó su musa.

Otros autores, estando presos, no pudieron escribir en el penal o prefirieron no hacerlo. No consiguieron relatar sus traumáticas experiencias hasta que alcanzaron la libertad. Es el caso de Dostoievski, que fue encarcelado y condenado a muerte por sus ideas políticas y cuya desesperación quedó plasmada en Memorias de la casa muerta; de Solzhenitsyn, quien describe a la perfección su experiencia como condenado en Archipiélago Gulag y en Un día en la vida de Iván Denísovich; de Primo Levi, que narró sus aterradores vivencias en el campo de exterminio de Auschwitz nada más salir de allí y de Nelson Mandela, que publicó cinco libros tras su liberación en 1990.

Aquí descubrimos 10 obras que, por su calidad literaria, por su valor testimonial o por su relevancia histórica, son hoy significativas, pero también porque todas ellas se gestaron a la sombra.


1. Libro de las maravillas del mundo de Marco Polo/Rustichello de Pisa (1298)

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Se supone que Marco Polo dictó sus viajes a un amanuense, Rustichello de Pisa, su auténtico autor, en 1296, cuando compartía celda con él en la cárcel de Génova. No se sabe muy bien por qué fue encarcelado el viajero. Según el fraile dominico Jacopo d'Acqui, Marco Polo fue hecho prisionero tras una batalla marítima entre mercaderes genoveses y venecianos en las cercanías de Layas, aunque la fecha real de la batalla corresponde a 1294, antes de su llegada a Venecia. Giambattista Ramusio asegura que lo apresaron en la batalla naval de Curzola. Tal vez lo tomaron prisionero en algún otro enfrentamiento en torno a esas fechas, pero en cualquier caso lo debieron liberar tras la firma del tratado de paz entre Génova y Venecia en julio de 1299. En cualquier caso, gracias a que pasó por el trullo, y que ahí conoció a alguien que sabía escribir, que hoy conocemos sus extraordinarias andanzas.


2. El príncipe de Nicolás Maquiavelo (1513)

Akal El Príncipe

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Maquiavelo escribió uno de los mejores libros política jamás escritos cuando estaba preso en San Casciano acusado de conspiración contra los Médici, quienes, al tomar el poder en 1512, le despojaron de su cargo de funcionario. Es un tratado político dedicado a Lorenzo II de Médici, algunos creen que la obra no es más que un intento de congraciarse con él y de obtener el perdón; pero otros, como el historiador Maurizio Viroli, no están de acuerdo y la ven como la obra de un hombre que amaba su país por encima de todas las cosas y quería que este fuera libre. A pesar de sus defensores, el término "maquiavélico" ha pasado a nuestra lengua para referirse a alguien pérfido y falto de escrúpulos, capaz de cualquier cosa para conseguir sus propósitos.


3. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes (1605)

RAE Don Quijote de la Mancha

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Eso de que los funcionarios se queden con dinero del erario viene de lejos, que no es solo del siglo XX. De eso mismo acusaron a Cervantes en 1597 cuando era recaudador de impuestos en Sevilla. Se encontraron varios errores contables y fue a parar a la Cárcel Real de Sevilla. Estuvo preso de septiembre a diciembre de ese mismo año, y según él mismo cuenta en el prólogo de su gran obra, fue allí donde "engendró" al caballero de la triste figura.


4. Fanny Hill. Memorias de una mujer galante de John Cleland (1748)

Akal Fanny Hill. Memorias de una mujer galante

Fanny Hill. Memorias de una mujer galante

Se considera esta obra la primera novela erótica de la historia, y por ese motivo ha sido una de las más condenadas y prohibidas de la historia. Ha tenido montones de ediciones, algunas ilustradas, la mayoría retiradas poco después de su publicación y a menudo quemadas en público. Ha sido uno de los libros más pirateado de la historia, sus ejemplares pasaron de mano a mano de forma clandestina durante generaciones. Fue escrita en unas circunstancias muy particulares, cuando Cleland se encontraba preso en la londinense cárcel de Fleet por una enorme deuda que había contraído. Se publicó en dos entregas, una en noviembre de 1748 y otra en febrero de 1749. La primera pasó desapercibida, hasta 1949 no se armó el gran escándalo por el que se detuvo al autor. Cleland, en su juicio, renegó de la novela y declaró que solo deseaba que el libro fuera de una vez “enterrado y olvidado”. Cualquier cosa con tal de no volver a verse en chirona.


5. Justine o las desgracias de la virtud del Marqués de Sade (1791 y 1797)

Penguin Justine o las desgracias de la virtud

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Lo raro sería que Donatien Alphonse François de Sade hubiera escrito Justine en libertad, porque se pasaba largas temporadas encerrado, cuando no en la cárcel, en el manicomio. Fue un individuo muy valiente, se atrevió a expresar un ateísmo radical, describió en toda su obra parafilias y actos de violencia en los que prima el triunfo del vicio sobre la virtud. Su prosa, unida a los incidentes que protagonizó en vida y que se convirtieron en auténticos escándalos, le valió un total de 27 años privado de libertad, por lo que, no sin ironía, escribiría que “los entreactos de mi vida han sido demasiado largos”.

En toda la obra de Sade prima el triunfo del vicio sobre la virtud

6. De profundis de Oscar Wilde (1897)

Siruela De profundis

De profundis

Wilde escribió De profundis, una carta de amor a su amante, Alfred Douglas, entre enero y marzo de 1897, cerca del fin su sentencia en la cárcel de Reading. En esta obra se mezclan el amor y el rencor; Wilde, que antes de su encarcelamiento gozaba de fama, riqueza y popularidad, se vio de la noche a la mañana convertido en un desecho social, humillado, pobre y privado de libertad. Y además fue él el que empezó lo que se convertiría en su propio infierno: se puso chulo y acusó de calumnia al marqués de Queensberry, padre de su amante, cuando recibió, en febrero de 1895, una tarjeta del marqués en la que le llamaba sodomita. Las tornas se volvieron contra Wilde quien, después de que el juez exonerada al marqués, se enfrentó a un segundo juicio ese mismo año en el que se le acusó de sodomía y de grave indecencia, y por el que fue condenado a dos años de trabajos forzados. Fue una condena ejemplarizadora, la más rancia sociedad victoriana no podía tolerar la homosexualidad, o la alegría, y el insolente y ácido Wilde fue castigado más por su arrogancia que por su supuesta inmoralidad.


7. Mi lucha de Adolf Hitler (1925)

Crítica Mi lucha: La historia del libro que marcó el siglo XX

Mi lucha: La historia del libro que marcó el siglo XX

Hitler comenzó a escribir el libro en la prisión de Landsberg, en mayo de 1924, donde se hallaba cautivo por haber planificado y ejecutado el fallido golpe de Múnich. Fue condenado a cinco años de prisión, aunque la constitución alemana estipulaba cadena perpetua para ese tipo de delitos. Por una amnistía general, al final solo cumplió ocho meses de condena. Mi lucha, que en un principio se iba a llamar Cuatro años de lucha contra mentiras, estupidez y cobardía, era una autobiografía enaltecida y una declaración de principios, donde explicaba su delirante doctrina de pureza racial y aversión al judaísmo, al comunismo y a la masonería.

El libro estuvo prohibido en Alemania hasta el año 2015, pero la edición crítica del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich en 2016 fue uno de los libros más vendidos de ese año en ese país, espero que el éxito se debiera a la curiosidad de los lectores alemanes hacia una obra prohibida. Amazon retiró el libro, a menudo en ediciones piratas, a la venta en su plataforma a petición de las organizaciones de víctimas del Holocausto. A cambio puedes encontrar el libro de Sven Felix Kellerhoff, que documenta el recorrido histórico de un libro con el que Hitler intentó falsificar su vida. Por si algún negacionista del holocausto leyera este artículo, le recomiendo acudir a exposiciones como la emotiva y rigurosa muestra sobre Auschwitz que estuvo en Madrid durante 2018. Después de verla, sabes que si un libro nunca debería haberse escrito, ese es Mi lucha.


8. Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández (1938–1941)

Cátedra El hombre acecha; Cancionero y romancero de ausencias (Letras Hispánicas)

El hombre acecha; Cancionero y romancero de ausencias (Letras Hispánicas)

Miguel Hernández fue defensor acérrimo de la Segunda República, por eso, al acabar la contienda trató de exiliarse. Llegó a Portugal, pero las autoridades portuguesas lo entregaron al gobierno de Franco. Fue encarcelado en varios centros y en uno de ellos, en el penal de Alicante, enfermo de bronquitis y tuberculosis, inició un poemario que no llegaría a acabar, Cancionero y romancero de ausencias. Eran poemas dedicados a su mujer, Josefina Manresa, y a su segundo hijo, Manuel Miguel, como el famoso Nanas de la cebolla. Escrito en un cuadernillo, y en hojas sueltas, fue su último legado, que no vio la luz hasta 1956 en Argentina cuando se convirtió en uno de los mejores libros de poesía del momento.


9. Diario de la prisión de Ho Chi Minh (1942-43)

Akal ¡Abajo con el colonialismo!

¡Abajo con el colonialismo!

El dirigente vietnamita estuvo encarcelado entre septiembre de 1942 y octubre de 1943 en las prisiones del Kuomintang. Diario de prisión comprende los poemas que por las noches Ho escribía en un cuaderno verde que hoy se conserva en el Museo de la Revolución de Hanoi. Probablemente sea el libro más personal del estadista, con reflexiones sobre la evolución del pensamiento oriental, desde Buda a Confucio; sobre la realidad que le rodea, a veces sus poemas parecen microrrelatos. Ho Chi Minh escribió este poético diario en chino, no en vietnamita, para no inquietar a sus captores. Actualmente es imposible de encontrar en castellano, pero gran parte del Diairo de prisión se puede leer en la antología de Akal sobre el autor, con prólogo del activista antiglobalización Walden Bello.


10. Santa María de las Flores de Jean Genet (1944)

Visor Poemas

Poemas

Contaba el autor que escribió esta su primera novela en la prisión de Fresnes para escapar del horror de la experiencia carcelaria. Lo cierto es que de experiencia en cautividad ya tenía mucha, pues desde los diez años era ladrón, vagabundo y chapero, y pasó gran parte de su vida recluido en instituciones penitenciarias. Es una novela en clave autobiográfica y, en cierta medida mitificafora, ya que hace del delincuente un héroe y convierte en poesía la sordidez que le rodea. Toda su obra es brutal, en todos los sentidos. Genet estaba condenado a muerte cuando escribió Santa María de las Flores, pero gracias a la ayuda de Picasso, Sartre y Cocteau pudo conmutar su pena y salir en 1949. No volvió nunca a pisar la cárcel, tal vez sea uno de esos casos, como el de Ed Búnker, de redención a través de la escritura. A Genet, desde luego, le sirvió para dejar la delincuencia y volcarse de lleno en el activismo político. Lamentablemente el libro está actualmente agotado, pero aún pueden encontrarse los transgresores poemas de su autor.

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