Será por Internet, será por Física o Química, será por las cadenas de tacos mexicanos. Se pueden buscar todo tipo de causas para un hecho que a nadie se le escapa: la vida sexual de los jóvenes ha cambiado mucho en la última década. La percepción es clara, pero siempre viene bien que un estudio, en este caso serio, lo refute.

Vamos a los datos: cada 10 años se publica en Inglaterra un estudio sobre comportamiento sexual elaborado por la University College London y la London School of Hygiene and Tropical Medicine, en el que analizan encuestas realizadas a 45.000 participantes. En esta tanda, se ha estudiado a los nacidos entre 1993 y 2001 (lo que viene siendo gente asquerosamente joven, pero con derecho a responder cuestionarios).

La conclusión más relevante es que, en comparación con la generación anterior, ha habido un salto muy llamativo en cuanto a apertura de mente a la hora de realizar distintas prácticas sexuales. Para ser claros: entre personas heterosexuales, en solo una generación se ha multiplicado por dos el número de jóvenes que practican con asiduidad sexo vaginal, oral y anal. En concreto, son uno de cada cuatro hombres y una de cada cinco mujeres.

El estudio no tiene como único objetivo el realizar una foto que, como decíamos, todos podíamos intuir con bastante certeza, y que sería fácilmente extrapolable a nuestro país. La función real es aplicar las conclusiones a políticas de educación y salud sexual, y poner el foco en cómo hacer llegar la información más correcta y fiable sobre qué riesgos implica cada práctica y cómo fomentar relaciones de igualdad, para aportar claridad en cuanto a salud y consentimiento.

Este trabajo contrasta con otro publicado en 2014 que apuntaba a que los millenials prefieren el porno al sexo real, preocupante sobre todo porque el sexo virtual tiende a fijar una concepción de las relaciones íntimas entre el machismo puro y la ciencia ficción. Cuanto más real (y realista), mejor.