En la oficina. En el bar. En la cola del supermercado. Por todo Twitter. Vayas donde vayas, ahí está, acechándote como una mala pesadilla para recordarte que él tiene algo que tú no tienes, que tu boca no succiona, que una vez conquiste el cajón de la mesita de noche de tu pareja, estás muerto. Te mira directamente, desafiante, y te pierdes en ese agujero negro que esconde el ansiado secreto del orgasmo femenino. Te devuelve la mirada con superioridad, como si tuviese las respuestas del universo, halo de divinidad hecha vibrador. Es el nuevo mejor amigo del clítoris, y tú no puedes hacer nada para remediarlo. Satisfyer, Satisfyer, Satisfyer. Da gracias que tienes esperma para crear vida, porque de otra forma serías inútil en este mundo, te susurra por las noches. Pero lo que de verdad debería susurrarte es: Masculinidad frágil, masculinidad frágil, masculinidad frágil...

Tranquilos, hombres: no os vais a extinguir. Dejad de llorar en la redes sociales porque las mujeres estén explorando su sexualidad más que nunca. Dejad de decir que los aparatos de plástico no dan abrazos, no escuchan, no dan calor. Dejad de autoconvenceros de que es una conspiración feminista para eliminar al hombre de la ecuación como en una suerte de dimensión paralela al estilo de El hombre hembra de Joanna Russ. Algunos han puesto al Satisfyer como la amenaza a la virilidad moderna, aunque esa hace ya tiempo que necesita que le quiten el polvo.

Entonces, ¿es el enemigo? Que se ponga. Perdón. ¿Es el Satisfyer el antagonista de los hombres? ¿O quizás podría ser un aliado?

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Las reacciones negativas que ha generado este furor por el succionador (algunas de las más habituales las recogía la tuitera Becaria en este artículo) nos hacen reflexionar sobre si esta guerra que muchos han puesto sobre la mesa cama es solo un síntoma de un fenómeno aún más grande que los juguetes sexuales: muchos se han dado cuenta de que los hombres no son necesariamente la llave del placer para las mujeres. Sorry not sorry, Freud.

No solo la fama de este producto, sino toda una conversación más abierta que nunca sobre la sexualidad femenina, ha evidenciado que la mística de la feminidad solo ha sido una excusa para no explorar lo que de verdad hace gemir de placer a las mujeres. Hoy día aún hay quien cree que las mujeres se corren a chorrazo (eso no es eyaculación, sino squirting) o que los orgasmos solo pueden ser vaginales. El clítoris ha sido un gran desconocido (y un gran maltratado) durante demasiado tiempo y con esta revolución del Satisfyer parece que por fin es asunto de interés público. Y luego nos sorprendemos porque una mujer robó cuarenta para repartirlos entre sus vecinas.

Es normal: para gran parte de las mujeres, el clítoris es la clave para llevar al orgasmo, un bien preciado y no tan habitual como creemos. Según un estudio publicado en Archives of Sexual Behavior en 2018, solo un 65% de las mujeres heterosexuales llegan al orgasmo habitualmente, en contraposición a un 95% de los hombres. En el mismo año, otro estudio ahora centrado en nuestro país, Los jóvenes españoles y el sexo elaborado por Control, un 59,7% de españolas reconoció tener problemas para llegar al clímax. ¡Más de la mitad! Es posible que en las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, como en el porno, haya más orgasmos fingidos que reales. Y eso tiene una serie de consecuencias, y también alguna que otra solución.

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Piotr Powietrzynski//Getty Images

Una de las grandes lecciones que una mujer aprende cuando empieza a explorar (pero explorar de verdad) su propia sexualidad es la siguiente: los orgasmos se los busca una sola. Eso no quiere decir que otra persona no pueda provocarlo (faltaría más), sino que es necesario recorrer ese camino solas la primera vez para encontrar en la masturbación todo aquello que nos gusta. Los lugares, los ritmos, los movimientos, la combinación que abre la puerta hacia el orgasmo, que es única para cada mujer. Solo así seremos capaces de comunicarlo a los demás. Pero eso es otra historia.

Muchas veces, las mujeres son capaces de llegar a lo más alto ellas solas, pero son incapaces cuando toca compartir el momento con otra persona. ¿Nervios? Puede ser. ¿La otra persona no está actuando como debe? Pues también. Ante esto, y como estas mujeres te recomendaban una y otra vez en Esquire, lo más importante es la comunicación. Pregunta y, sobre todo, escucha. Lo realmente crucial del fenómeno Satisfyer no es el juguete en sí (que, por cierto, hace ya tiempo que existía), sino la constatación de que las mujeres (y sus clítoris) quieren ser escuchados, comprendidos y decentemente estimulados.

En cierto modo, ha funcionado como una llamada de atención a todas esas personas, mayoritariamente hombres, que viven las relaciones sexuales desde el falocentrismo y la egolatría, desde la soberbia de pensar que todo lo hacen bien, desde la seguridad incuestionable de que el sexo empieza y acaba en su pene. La guerra que algunos han iniciado contra la independencia orgásmica femenina solo muestra todo aquello que aún tenemos por mejorar. Ahora bien, de esta batalla invisible sacamos algo en claro: hay que trabajar mejor nuestra técnica de sexo oral. Como dicen las protagonistas de la película Nación salvaje: "Los hombres que no comen el coño hoy día son básicamente sociópatas".

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Pese a todo, hay algo de cierto en lo que decían algunos hombres escocidos por el éxito del Satisfyer: los vibradores no dan abrazos. Menos mal, eso sería ya profundamente perturbador. El fondo de ese comentario de patio de colegio es, sin embargo, interesante. En un mundo cada vez más invadido por los fríos (literal y metafóricamente) aparatos tecnológicos, donde conectar de forma humana con los demás supone un esfuerzo titánico y ya no entendemos el sexo sin aplicaciones como Tinder, el calor humano es algo a lo que no deberíamos estar dispuestos a renunciar. No todo el tiempo, al menos.

Que la pasión por el succionador no nos quite las buenas experiencias entre las sábanas con ese otro alguien que nos acaricie el pelo, nos respire en la oreja, nos quite la blusa botón a botón, nos moje los labios y nos haga sudar un 14 de enero. Los matices, las palabras, la presencia, el alma. En cierta manera, el Satisfyer es el provoca-orgasmos para la mujer del siglo XXI, la que no tiene tiempo que perder y necesita optimizar y organizar sus momentos de placer sexual tanto como las tareas o las comidas. Te corres en tres minutos y vuelta al trabajo. Ya lo dijo Bob Pop en Late Motiv: sí a los orgamos femeninos, pero qué pena que tenga que ser a los ritmos que marca el capitalismo.

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Pero más allá de las reflexiones sociopolíticas a las que puede llevarnos un utensilio como el Satisfyer (que son muchas), lo importante es darse cuenta de que funciona. Joder que si funciona. Y algo que está haciendo feliz a tantas mujeres es algo que vosotros, hombres heteros, deberíais estudiar con atención. Dejad de verlo como un enemigo. Cuando estéis dispuestos a admitir que puede llegar a lugares que vosotros no quizás entendáis que esta guerra no se ganará con la confrontación machita, sino con la unión y cooperación. Si tu masculinidad no es frágil y delicada, si no se rompe ante la mínima amenaza de que un juguete sexual sea más efectivo que tu lengua, es hora de usarlo en tu favor. O, mejor dicho: en favor de tu pareja sexual.

Así que ya sabes, si no puedes con tu enemigo, únete a él. Por lo menos en carnavales.

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