Son las diez de la mañana y Asier Etxeandia (Bilbao, 1975) no necesita más que un café para convertirse en otro, o en otros. Le gusta tanto jugar y enfundarse otras pieles que posar para Esquire le parece el recreo. "¿Estoy bien así o cambio?", pregunta al fotógrafo, cuando en menos de cinco minutos ya ha bailado y se ha retorcido como una lagartija, pero con su 1,90 de estatura. Así respira el actor, un artista que no para de crecer. El mejor de su generación, dicen. Hipnótico, concienzudo, hiperexpresivo, mágico... Puro instinto y emoción, como la Alicia que atraviesa el espejo. Si te convenció en Dolor y gloria, la última de Almodóvar, prepárate para verle en Sordo (ya en cines), su primer protagonista en pantalla grande.

¿Por qué tenemos que ver Sordo?
Porque es una película con identidad, recuerda a nada y a todo. No pertenece a un género. Es un western, una película bélica, pero también es vulnerable, romántica, violenta... Algo parecido al cine clásico.

Es la historia de un maqui, basada en el cómic de David Muñoz y Rayco Pulido, y rodada con un estilo muy Tarantino. ¿Estás de acuerdo?
Sí, tiene escenas muy bestias y sangrientas, y otras extremadamente bellas. La fotografía, el sonido, las interpretaciones de los compañeros... todo es brutal.

Dicen que eres uno de los mejores actores de tu generación: cantas, bailas, interpretas, recitas... ¿Hay que ser un intenso para llegar a esos niveles?
¿Eso dicen? Pues... gracias. No sé si es necesario, pero yo sí soy un intenso, incluso a mi pesar [risas]. Antes de subir a un escenario me muero, me cago físicamente, me desmayo, porque sé que me enfrento a una verdad muy gorda. Luego, arriba, es un placer absoluto. No voy de guay, es que soy un intenso, un filántropo, un hiperactivo, un romántico, un inseguro y un tímido; también un egocéntrico, pero generoso, un hombre barroco, un Lord Byron del siglo XXI... [más risas].

Asier Etxeandia entrevista
Luis Álvarez

¿Crees que sufrir bullying de niño te convirtió en este ser tan sensible y creativo?
Rotundamente sí, porque forjó en mí una insatisfacción brutal que desembocó en la búsqueda de la excelencia y potencié aún más mi imaginación para escapar de mi realidad. Me pegaban todos los días entre ocho y diez niños solo por ser especial. Entonces no sabía que trabajar mi imaginación se convertiría en la mejor herramienta para ser artista, así que le doy las gracias a la gente que me zurró de niño. Mi venganza es que bailen lo que canto [risas]. No le deseo el mal a nadie, mi mensaje va cargado de amor.

¡Qué buen rollo tienes!
Sí, intento que no me falte.

Y contándolo seguro que ayudas a mucha gente...
No quiero ser ejemplo de nada, pero sí dejar claro que de todo, incluso de lo malo, se sacan cosas muy buenas. En mi caso fue así. Creó una confianza en mí extrema, cargada de un sentimiento del síndrome del impostor. Me explico: cuando te hacen creer que no vales nada, te lo acabas creyendo, pero a la vez no dejas de trabajar para demostrarte y demostrarles lo contrario. Ese miedo te hace superarte más y más, hasta que entiendes que el problema lo tienen ellos.

Has vuelto a Bilbao para rodar una serie a las órdenes de Mariano Barroso. ¿Muchos recuerdos?
Sí, he paseado por mi ciudad con mi mochila de adolescente, como cuando no tenía casa y dormía en la de los colegas, sin un duro, o en casas okupas. Ha sido bueno porque tengo un poco abandonados a los Etxeandia: a mi tío, a mi tía Clara, a mi padre... Mi madre murió hace diez años, pero ha estado más presente que nunca.

En tu Instagram son famosas tus declaraciones de amor hacia ellos.
Es que hay que honrar a la familia, sobre todo a los padres.

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Y en tu caso más, que menuda percha has heredado. Hablando de perchas, ¿te gusta la moda?
Me gusta el estilo, las modas pasan. Pero tengo mis favoritos: McQueen me vuelve loco, Balenciaga me fascina y Ana Locking es genial. ¡Ah!, y el bilbaíno Alberto Sin Patrón.

Estuviste en el desfile de Loewe sentado junto al director de cine Luca Guadagnino. ¿Vais a trabajar juntos?
[Risas] Ojalá... Me encanta ese tío, pero cuando vi que me había tocado al lado empecé a sudar porque Call me by your name es una de mis películas favoritas. Me cambió la vida, no exagero. Me reconcilió con el romanticismo. Se lo comenté y él también me dijo cosas maravillosas de Dolor y gloria. Fue un encuentro breve, pero muy bonito.

Además, a lo mejor tampoco habrías podido trabajar con él porque estás de gira con Mastodonte...
[Más risas]... ¿Tú crees?

Muerte y resurrección de Asier Etxeandia

Hablar con Asier es a ratos como hablar con un fantasma de esos que te traen y te llevan del pasado al futuro de tu propia vida. Tiene algo de chamán o de mago, porque cada palabra que pronuncia se convierte en sagrada con su voz de aguardiente. Sus ojos también dialogan y te atraviesan como si buscaran tu verdad más oscura. Intimida y emociona. Luego rompe el hechizo con sus risotadas de vasco.

¿Qué tal está funcionando tu primer disco?
Muy bien. Enrico Barbaro [la otra mitad del dúo] y yo estamos felices porque tenemos conciertos cerrados hasta febrero. Es una alegría, porque lo hemos producido solitos. También porque Mastodonte y Sordo han ido de la mano porque hemos creado la canción original de la película, Simplemente perfecto, que lanzamos este septiembre. Estoy agotado, pero estoy hecho para esto. Es lo que me salva la vida.

Tu muerte y tu resurrección, diría Luz Casal.
[Risas]. Sí, es la forma de entenderme como artista. Enrico y yo no teníamos ni idea de que el álbum iba a ser un oráculo para nuestras vidas. Ahora más que nunca me doy cuenta de que esas letras se están traduciendo en nuestra vida, es decir, que escribí lo que me iba a pasar sin entonces saberlo...

¿Por qué estuviste a punto de rechazar el papel de Sordo?
Entré en un bucle de terror; tanto, que caí enfermo. Empecé adelgazar, a tener fiebre, a delirar y le dije al director [Alfonso Cortés-Cavanillas]: “Que lo haga Aitor [Luna], que yo no puedo”. Me dijo que no, que Anselmo, ese profesor reconvertido en guerrero, era yo porque precisamente le estaba pasando lo mismo. “Él también está aterrorizado”, me apuntó.

Asier Etxeandia
Luis Álvarez

Cómo somatizas...
Sí, aunque no quiera. La gente que me conoce dice que soy un altavoz o un espejo porque conecto muy rápido con las personas, con las historias. Empatizo demasiado. Para mi trabajo es una maravilla, para mi vida personal resulta agotador, la verdad [risas].

¿A qué tenías miedo? Pareces un tipo valiente...
¿De verdad? Pues tengo muchos miedos: a estar solo, a mí mismo, al escenario, a no saber amar... Pero creo que para ser valiente hay que tener miedo. Hay que verlo, mirarlo a los ojos y atacarlo. Es lo que hago yo. O, por lo menos, lo intento.

Asier Etxeandia entrevista
Luis Álvarez