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La edad, en un actor, es un claroscuro. Puedes sentir el sol en la cara a los 18 con un debut sonado y tiritar a los 25 a la sombra del bar al que has vuelto a poner copas. Puedes llegar a los 40 sin haber visto la luz en ningún casting importante y cumplir los 50 al calor de flashes y Goyas. La edad un día premia y al siguiente castiga, una mañana pesa y a la siguiente noche, libera.
Excepto si eres un actor sin edad.
No es una metáfora, es una raza. A la que pertenece Ricardo Gómez (Madrid, 1994), un actor que fue actor antes de que supiera soplar velas y que será actor incluso cuando ya no prendan. Quien escribe ha tenido la oportunidad, la suerte, de entrevistarlo en cada giro de guion de su carrera, y la conclusión, la intuición, es que ha aprendido que para plantarse ante los focos y que la actuación no parezca vieja, que no sea la misma con más años, antes hay que transitar laberintos oscuros. El caso más extremo es el de su personaje en Romancero, la serie que estrena en Amazon Prime Video el 3 de noviembre, con terror sobrenatural en el desierto de Almería y también con monstruos muy humanos como el que habita en la piel de Ricardo. El caso más sinuoso es el de Cuéntame, pero ese círculo es mejor que lo cerremos al final. Por todo ello, Ricardo Gómez es el protagonista de nuestra portada digital Esquire MAX.
Como hablamos de edades y actores, vamos a empezar con una prueba de madurez... ¿Cómo te relacionas con el talento y el éxito ajenos?
Te contesto desde mi miseria y mis virtudes. Cuando veo triunfar a alguien a quien amo, me entrego a su talento de forma pura; cuando es alguien próximo a tu perfil, sí se abre una puerta al “qué cabrón, ya me gustaría hacerlo a mí...”. Pero esa puerta se me abría más antes. Es fruto del tiempo, del trabajo personal, de educar el ego e integrar mi propio camino. No sé si a Davidovich Fokina le corroerá la envidia mirando a Alcaraz o si le sirve de impulso. En mi oficio es clave entender que no estamos compitiendo.
Modo tenístico: ¿rompiste la raqueta contra el suelo cuando no te nominaron al Goya por El sustituto?
[Risas] Hice un ejercicio proactivo para no pensarlo y protegerme de una posible hostia... Pero de repente, tres días antes, me nominan al Feroz. Éramos Javier Bardem, Luis Tosar, Eduard Fernández y yo. Tela. Ya no puedes evitar ilusionarte. Cuando no sucedió, no te voy a engañar, hubo un “ay, qué pena, me habría encantado”, pero está bien pasar por estas situaciones en las que ‘casi’ celebras algo. Menos distracciones.
En todas las entrevistas que te he hecho percibía cierta obsesión con dar los pasos correctos. ¿Puede ser que ahora te agobie menos?
La concentración y la intención siguen, pero sí, estoy un pelín menos preocupado. La angustia tenía que ver con que no partía de un lugar neutro, sino de estar 17 años en una de las series más vistas de este país. Necesitaba crear la sensación, para mí mismo y hacia fuera, de que podía hacer personajes muy distintos a mí. Fíjate que otro agobio que me cogió es que al salir de Cuéntame casi siempre trabajaba con amigos: teatro con Echanove, una película con Óscar Aibar... Me decía a mí mismo: “¡Necesito que confíe en mí alguien que no me conozca de nada!”.
Eso ya sucedió en La ruta, con gran éxito, y ahora también en Romancero. ¿Qué te atrajo de esta serie?
Para que veas lo extraña que es esta profesión: a veces tienes la sensación de que nadie te llama ni te quiere ver para nada, y a veces pasa todo lo contrario. Este fue uno de esos momentos. Estaba en Valencia rodando La ruta y llegaron a la vez cuatro propuestas para las mismas fechas. Fue abrumador. Pero cuando leí la presentación de mi personaje en Romancero, automáticamente elegí.
¿Por qué lo tuviste tan claro?
Porque nunca he hecho nada que me coja tan lejos a nivel ideológico, físico, energético. Es un personaje que está en las antípodas de lo que soy ni seré nunca.
Hablamos de un agente de la ley, Sorroche, que concentra todo lo podrido y viciado que puede haber en un hombre. ¿Cómo le metiste mano?
Es un saco de mierda. Y para mí era muy importante transitar por toda esa mierda. Sentir en tu cuerpo, sin juzgar, un porcentaje de esos pensamientos de odio, esa homofobia, ese racismo, ese abuso de poder, es muy desagradable. Comenté con el director, Tomás Peña, que me ayudaría mucho sentir un cuerpo un poco distinto al mío para meterme en esa materia. Me pusieron un entrenador y un nutricionista y me lo curré.
Te hiciste un Christian Bale.
Joder, pero lo pasé mal. La reducción de azúcar, la dieta radical, todo el día en el gimnasio, yo, que no voy ni muerto [risas]... Empecé a ver cómo crecían mi cuerpo y mi mala hostia, y a esas cosas me agarré para crear a este tipo, que no es el típico policía chulo: es un pirado, lento y a la vez explosivo, con el potencial de destrozarlo todo en un segundo.
¿Cómo afecta esa energía a la convivencia en un rodaje?
No me podía permitir estar en el set con mi propia energía porque luego me costaba mucho acceder al personaje. Notaba que cuando yo llegaba el ambiente cambiaba, el equipo veía a uno de los protagonistas entrar en silencio y con tremenda cara de mala hostia. La verdad es que he sufrido, pero a la vez estoy muy orgulloso, porque es de los procesos en los que he dejado más parte de mí.
Hay una primera escena de sexo que pone los pelos de punta. ¿Puede ser que jugaras con los sentimientos del personaje a la contra, que todo lo que ataca es que en el fondo lo desea?
Absolutamente. Tiene mucho que ver con cómo funcionan estas fobias: hay miedo a sentir lo que has aprendido a detestar, y es más fácil ponerte la coraza del odio que abrir tus sentimientos. Yo creo que a Sorroche le gustan mucho los hombres, uno en concreto: él mismo. Sus acciones tienen mucho que ver con la incapacidad de aceptar esa parte de él.
¿Y cómo te has visto en el berenjenal del género fantástico?
Es muy surrealista rodar con un monstruo de dos metros y medio al lado [risas]. El resultado mola mucho porque además es muy analógico, un poco old school.
Compartes muchas escenas con Willy Toledo. ¿Hablaste con él del peligro a ser ‘castigado’ si compartes tus ideas políticas, algo que han vivido varios actores de su generación?
Como te decía, en este rodaje sacrifiqué esa parte más personal... pero algo de eso sí hablé con Willy. Es un superactor y se ha ganado todo mi respeto. Creo que es muy valiente decir todo lo que piensas asumiendo las consecuencias, pero también es lícito que te importen esas consecuencias. No sé. Yo, por ejemplo, cada vez estoy fuera de más redes sociales porque parece que nos están examinando. Me rebelo ante esa obligación de publicar cosas sobre todos los temas. He decidido que mi visión del mundo se la regalo a unas cuantas personas con las que me puedo contradecir o cambiar de opinión después de escucharlas e intercambiar ideas.
Pues cambio lo básico de las redes por lo complejo de las metáforas. ¿Qué hay de poética vital en tu regreso a Cuéntame para participar en el capítulo final de la serie?
Si miro mi propio camino, creo que no es casualidad que llegue ahora. Cuando salí en 2018, me encargué de cerrar emocionalmente un proceso que marcó mi infancia y mi adolescencia, no dejé nada por sentir y viví el duelo. Ahora que he vuelto, la emoción que está en el rodaje no me está atravesando a mí. Más bien siento que estoy acompañando a mis compañeros para que cierren ellos.
De alguna manera, ya no eres ‘el de Cuéntame’ ni tampoco ‘el que salió de Cuéntame’. Eres libre.
Es una buena forma de verlo. Últimamente pienso mucho en esa frase de César Vallejo que cantaba Sabina: “En Comala comprendí que al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver”. Bueno, está bien. Está bien ir de paso a un sitio donde fui muy feliz, para decir adiós de manera bonita. Pero de paso. Sobre ese arco narrativo vital que decíamos, este cierre también tiene sentido porque coincide con que espero dar muy pronto el salto como director.
¡Cuenta todo lo que puedas!
Es un proyecto escrito por mí en el que llevo trabajando como cinco años. Este último lo desarrollé en la residencia de la Academia de Cine y ahora estoy dando los primeros pasos de financiación. Va bastante bien. Espero poder llevarlo a cabo a lo largo del año que viene o el siguiente.
¿Te vas a dirigir a ti mismo?
No, de momento no.
Dos preguntas muy importantes para acabar. La primera: ¿cuánto te duraron los abdominales después del rodaje de Romancero?
El viaje que hice a Japón justo después. Tres semanas y se acabó. También te digo que no daba un duro por ellos [risas].
Y la de verdad: ¿tienes la capacidad de sentirte orgulloso de tu carrera, de todo lo que has sembrado para afrontar unos treinta espléndidos?
Sí, tío. Estoy orgulloso y estoy contento. Soy exigente y a veces me castigo con frustraciones, pero cada vez sé abstraerme más y valorar lo que estoy haciendo bien. Por supuesto con la ambición que me caracteriza, miro adelante con ganas de asumir retos como mi regreso a la gran pantalla, el proyecto como director, otra serie que grabo este otoño... Pero con menos ansiedad y menos angustia. Sé que acabará pasando. Y estoy tranquilo. Tranquilo.
Vídeo Diego Rueda · Edición de vídeo Antonio Rubio · Asistente de fotografía Daniel Carretero · Maquillaje y peluquería David Bello · Asistente de estilismo Martina Tacchini · Producción Marta Sánchez
*Este artículo aparece publicado en el número de noviembre de 2023 de la revista Esquire
