«¿Qué motivos podrían tener unos padres que le dieron a su hija la mejor educación que se le puede dar y que la amaban por encima de todas las cosas para decidir matarla?». Esta pregunta la formula el abogado defensor de Rosario Porto durante el juicio por el crimen de Asunta en el último capítulo de la serie que Netflix acaba de estrenar sobre este archiconocido crimen que tuvo lugar el 21 de septiembre de 2013 en Galicia. Dicho interrogante es el que planea a lo largo de esta serie producida por Bambú y Netflix y que, al igual que el escalofriante caso real en el que se basa, arroja al espectador pocas respuestas, muchas incógnitas y alguna que otra certidumbre.

El mismo día en que se ofrece al público El caso Asunta se estrena en el madrileño teatro Valle-Inclán la obra Primera sangre, dirigida y escrita por María Velasco, que tiene como punto de partida el asesinato en Burgos de la niña Laura Domingo en 1991. Este caso quedó sin juzgar al culpable, aunque el principal sospechoso hasta la fecha es también un familiar muy cercano de la pequeña. Durante dos momentos de la obra se dice que «lo extraño se encuentra a un paso de convertirse en familiar y viceversa». Y es que quien creemos extraño puede sernos familiar al conocerlo, pero también al que nos es familiar también puede resultarnos en cualquier momento un extraño. Con el asesinato de Asunta se observa, de igual modo, dicha afirmación.

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Netflix

La serie creada por Ramón Campos, Gema R. Neira, Jon de la Cuesta y David Orea Arribas, con la dirección de Carlos Sedes y Jaboco Martínez, expone el caso real del crimen desde el día en que los padres se presentaron en comisaría denunciando la desaparición de su hija hasta la sentencia del jurado popular dos años después. Eso sí, tal y como aclaran sus responsables a través de un texto en el final de cada capítulo, las tramas judiciales y policiales han sido ficcionadas con el fin de adecuarse al ritmo narrativo de la serie. Formada por seis episodios de unos 50 minutos de duración cada uno, esta coproducción de Netflix se suma al carro de las innumerables series sobre crímenes basados en hechos reales que proliferan en plataformas desde hace ya unos años. Este caso, además, ya tuvo su loable serie documental El caso Asunta: Operación Nenúfar, dirigida por León Siminiani y también distribuida por Netflix.

No vamos a valorar, por enésima vez, la idoneidad de este tipo de series (próximamente veremos también El Rey del Cachopo en la misma plataforma), pero sí responderemos a la pregunta sobre qué aporta, cinematográficamente hablando, El caso Asunta. La obra discurre con buen ritmo en la senda del thriller, ofreciendo a los espectadores las dosis de intriga esperables y los cliffhanger propios del género. Las tramas paralelas aportan poco a la totalidad de la miniserie, que sitúa el foco con eficacia y manejo de los tiempos en el caso a abordar desde el primer minuto; cinco episodios para la investigación y uno dedicado al juicio. El drama también está presente, así como la reflexión y/o denuncia acerca de las relaciones paternofiliales, el mal, las singularidades de los núcleos familiares, el amarillismo de los medios de comunicación y su injerencia en las investigaciones o el trabajo del poder judicial. Todo ello sin aportar nada novedoso a cada asunto.

Sin embargo, lo verdaderamente destacable de El caso Asunta son las interpretaciones de sus actores. Candela Peña, encarnado a Rosario Porto, y Tristán Ulloa, haciendo lo propio como Alfonso Basterra, nos regalan dos portentosas actuaciones de gran altura más allá de la impresionante caracterización de ambos. Cabe destacar, además, al siempre solvente Javier Gutiérrez y a una Alicia Borrachero en estado de gracia. Por ellos ya merece la pena su visionado.