Las cartas de ruptura más famosas de la historia, de Frida Kahlo a Marlon Brando

Richard Burton y Elizabeth Taylor, la gata de ojos violeta, llevaban casados casi una década cuando la actriz rompió con él y Burton inmortalizó su reacción en una carta fechada el 25 de junio de 1973. "¡Te has ido, por Dios! Apenas puedo creerlo, ya que no estoy acostumbrado a que nadie me deje. Pero reflexionando me pregunto por qué nadie lo hizo antes", escribe el actor.

Entonces vacila entre elogiarla ("no olvides que probablemente eres la mejor actriz del mundo"), criticarse a sí mismo ("soy un aburrimiento aplastante y el hecho de que me hayas apoyado tanto tiempo es una muestra de tu lealtad") y pintar un retrato de cómo será su vida sin ella.

"Te echaré de menos con pasión y salvaje pesar", dice. "Puedes estar segura de que no tendré aventuras con ninguna otra mujer. Me entristeceré mucho y miraré hacia distancias inimaginables y actuaré un poco –probablemente en el escenario– para mantenerme con alcohol y mantequilla, pero sobre todo y ante todo escribiré".

Los protagonistas de ¿Quién teme a Virginia Woolf? se divorciaron oficialmente en junio de 1974, pero acabaron volviéndose a casar en octubre de 1975 y volvieron a divorciarse menos de un año después.

En 1953, la famosa pintora mexicana Frida Kahlo yacía en la cama de un hospital intentando terminar rápidamente una carta antes de que los médicos le amputaran una pierna infectada de gangrena. Le escribía a su marido, Diego Rivera, que le había sido infiel en numerosas ocasiones, incluida una con la propia hermana de Kahlo, Cristina. Para ser justos, ella tampoco le era fiel.

"No nos engañemos, Diego, te di todo lo que es humanamente posible ofrecerte y ambos lo sabemos. Pero aun así, ¿cómo demonios consigues seducir a tantas mujeres siendo un hijo de puta tan feo?", puso sobre el papel. "Te escribo para que sepas que te doy de baja, que te amputo. Sé feliz y no vuelvas a buscarme. No quiero saber nada de ti, no quiero que sepas nada de mí. Si hay algo que disfrutaría antes de morir, sería no tener que ver tu jodida y horrible cara de bastardo deambulando por mi jardín".

Luego su mensaje perdió fuerza al firmar así: "Adiós de alguien que está loca y vehementemente enamorada de ti". Después de la operación de Kahlo, claro, no cortaron la relación.

La inspiración para el libro Adiós a las armas de Ernest Hemingway, escritor y espía mediocre, fue su propio romance con Agnes von Kurowsky, una enfermera de la Cruz Roja de 26 años que conoció mientras se recuperaba de una herida de metralla en Milán, durante la Primera Guerra Mundial. Pero su amor se truncó cuando el norteamericano recibió una carta en la que von Kurowsky no solo ponía fin a su relación, sino que confesaba que el tiempo que habían pasado separados le había dado la distancia que necesitaba para darse cuenta de que probablemente nunca había estado enamorada de él.

"Sé que todavía te tengo mucho cariño, pero es más como madre que como una enamorada. Está bien decir que soy una niña, pero no lo soy y cada día lo soy menos", le escribió el 7 de marzo de 1919. "Intenté por todos los medios hacerte comprender un poco lo que pensaba en aquel viaje de Padua a Milán, pero, te comportaste como un niño malcriado y no pude seguir haciéndote daño. Ahora, solo tengo valor porque estoy lejos".

Para colmo de males, von Kurowsky le dijo que pronto se casaría con otra persona (un millonario italiano, para más señas). "Y espero y rezo para que, cuando hayas reflexionado, puedas perdonarme, iniciar una maravillosa carrera y demostrar lo hombre que eres", finalizaba su carta.

La escritora Anaïs Nin y el poeta C. L. 'Lanny' Baldwin estaban casados cuando iniciaron una aventura en 1944, pero a finales del verano del año siguiente este había empezado a autodestruirse. Baldwin la acusó de ser celosa y la calificó como "una especie de perro en el pesebre con los hombres, [queriendo] que todos se sienten a tus pies y sean tuyos, todos tuyos y solo tuyos".

Nin, prácticamente se rio de sus afirmaciones, explicando que solo buscó afecto en otra parte después de darse cuenta de que su propia relación estaba "muerta" y Baldwin "nunca podría entrar en su mundo", uno de pasión, amor y arte. "Salir contigo era como salir con un cura", escribió en una ya legendaria carta fechada el 25 de agosto de 1945.

La filósofa francesa Simone de Beauvoir y el escritor de Chicago Nelson Algren se conocieron en 1947. Se dice que ella estaba loca por el ganador del Pulitzer y que le escribía cartas de una pasión e intensidad sin parangón, incluso con las de sus otros amantes (entre ellos Jean-Paul Sartre).

Esta desgarradora misiva fue escrita en septiembre de 1950, cuando de Beauvoir regresaba a París después de haber visto a Algren y de haber percibido que los sentimientos de este por ella se habían enfriado.

"No estoy triste. Más bien aturdida, muy lejos de mí misma, sin creer realmente que ahora estés tan lejos, tan lejos, tú tan cerca. Quiero decirte solo dos cosas antes de irme, y luego no hablaré más de ello, te lo prometo. Primero, espero tanto, quiero y necesito tanto volver a verte, algún día. Pero, recuerda, por favor, nunca más pediré verte; no por orgullo, ya que no tengo ninguno contigo, como sabes, pero nuestro encuentro solo significará algo cuando tú lo desees. Así que esperaré. Cuando lo desees, dímelo. No voy a suponer que me amas de nuevo, ni siquiera que tienes que dormir conmigo, y no tenemos que permanecer juntos tanto tiempo", escribió la filósofa.