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Joel Sánchez (Lanzarote, 1996) podría haberse dejado llevar por los cantos de sirena propios de una fama repentina y exponencial. Aunque la historia de este actor –reconvertido en marinero por obra y gracia del perfume Le Male Lover de Jean Paul Gaultier para el Especial Belleza del mes de abril en Esquire–, mezcla tesón con un golpe de suerte. Compaginó sus estudios de ingeniería con trabajos esporádicos como modelo. Un buen día, los vientos le fueron tan benignos que, casi sin quererlo, se convirtió en uno de los protagonistas de Berlín (Netflix), la secuela de La casa de papel en la que Sánchez da vida a Bruce, un gamberro de buen corazón y miembro honorario de la banda de ladrones comandada por Pedro Alonso. “Me presenté al casting porque sabía que no tenía nada que perder. Fui libre de presiones y tuve la suerte de ser el elegido”, dice. Al cierre de esta edición, la plataforma confirmaba que habrá segunda temporada de este exitoso spin-off. Algo que ha hecho que Sánchez vuelva a verse ungido por la suerte de volver a dar vida, de nuevo, a ese implacable hombre de acción.
Mientras, en su repentina y sorpresiva carta de navegación actoral hay una pizca de perfil autodidacta y otro tanto de perseverancia: “Cuando terminan mis jornadas de rodaje, me dedico a leer y a formarme para ser cada día mejor”. Sánchez, que en la actualidad está inmerso en el rodaje de La Favorita 1922, futura nueva serie de Mediaset, es de los que no se arredran ante los retos. “Me gusta ser muy metódico en cada cosa que hago. Es por eso por lo que pienso que, durante mis años de estudiante, apelé al universo para que tanto esfuerzo tuviera su recompensa”, explica. Y así ha sido: porque tras los 17 tatuajes que le adornan hay un hombre honesto, de gustos sencillos y amante de las pequeñas cosas.
¿Cómo se gestiona emocionalmente el éxito de manera repentina?
Supongo que tomándote las cosas con relativa filosofía; mirando el lado bueno de las cosas. No me genera ningún tipo de ansiedad y eso que el impacto emocional ha sido muy fuerte. Pero prefiero verle todo lo positivo que tiene como es que la gente reconozca y me felicite por mi trabajo o me pare por la calle para pedirme una foto.
Supongo que no debe ser fácil dejar de ser ingeniero para convertirte en actor...
No, pero esa es una larga historia. Durante mis años como universitario, compaginaba mis estudios con un trabajo como dependiente en una tienda de ropa durante los fines de semana y con trabajos esporádicos como modelo. De esa manera, de lunes a viernes, podía dedicarme por entero a ir a la facultad. Fueron años muy duros, pero muy gratificantes ya que creo que, de alguna manera, ese esfuerzo me ha traído hasta aquí.
Estudiante, actor, dependiente... Eres como esa serpiente que llevas tatuada en el hombro, ¿no? Un hombre capaz de mudar la piel.
(Risas) Puede ser. ¿Sabes que este fue el primero de los tatuajes de grandes dimensiones que me hice? Es curioso porque este tatuaje llegó en un momento en que no sabía qué hacer con mi vida. Estaba ante la disyuntiva de decidir si seguía adelante con mis estudios o lo dejaba todo para dedicarme a ser modelo profesional. Hoy, con el paso del tiempo, lo miro y hago, precisamente, esa lectura. Tal vez yo tenga algo de serpiente. Tal vez yo se un poco como ese animal que repta adaptándose al entorno en el que vive. Ya se rocoso, arenoso o acuático.
Entonces, eres de los que se adapta rápidamente a los cambios. Eso es una suerte.
Creo que sí. Me siento así. Un poco serpiente, un poco camaleón.
A pesar de ser así, tan camaleónico, imagino que te debió sorprender que te llamaran para hacer el casting, ¿no?
Todo fue raro porque mi representante en la agencia de modelos me llamó para comentarme que me querían hacer un casting. En cuanto supe para qué serie era pensé que era una oportunidad increíble. Yo había visto la serie y la propuesta me entusiasmaba. Y me dije: "Hostia, esto es muy tocho pero yo no he estudiado cuatro años de interpretación por lo que, si no me cogen, no tiene por qué afectarme mucho. Aprendo la dinámica de un casting y listo". La sorpresa vino después, cuando me dijeron que yo había sido el seleccionado.
Qué subidón, ¿no?
Sí. Después de aquello me felicité a mí mismo. Recuerdo que pensé: "Ole tus cojones [sic]. Te has plantado ahí, sin formación de ningún tipo, te has enfrentado a un proyecto gigantesco –con toda la presión que eso implica– y ahora formas parte de un proyecto tan ambicioso como es la secuela de La casa de papel". Por lo tanto, después de aquello, siempre estaré muy agradecido a las directoras de casting de la serie. Ellas fueron quienes vieron que había algo en mí. Algo que les agradeceré de por vida porque son como mis madrinas en este mundo.
Y ahora que ya te has metido de lleno en este mundo, ¿te has formado o te formas de manera específica?
Más o menos. Últimamente, me dedico a leer libros relacionados con la interpretación. Desde hace días estoy estudiando un libro que se llama El poder de la actuación. El método de Ivana Chubbuck. A través de él, aprendo cómo es el desglose de un guion, cómo leer el subtexto, es decir, el concepto de una escena y todos aquellos obstáculos que aparecen cuando uno se enfrenta a un personaje, a un set, a un escenario.
Ahí hay mucho de psicología y de ingeniería actoral, si me apuras.
Claro. Porque de repente el libro te hace preguntas para saber cómo ver mejor a tu personaje, si su aspecto físico te recuerda a alguien y si existen detalles que te pueden ayudar a construirlo. Es decir, por las noches estudio en casa y durante los días de rodaje de La Favorita 1922 pongo en práctica todas esas cosas. Y no quiero dejar de formarme. Estoy deseando encontrar a un coach que me ayude a agarrar a mis personajes en cada casting. Y quiero dar con esa persona de confianza con la que generar un buen feedback y que me ayude a navegar en el mundo de la interpretación.
Este actor sueña con el mar. Nobleza obliga, claro está, ya que ha hecho de Lanzarote, la isla que lo vio nacer, el refugio bajo el que cobijarse del temporal de ese frenético mundo que conlleva la exposición mediática. Allí, en su Ítaca, este marinero conejero aprovecha para descansar, perderse observando la inmensidad del océano y disfrutar de placeres mundanos como es el de estar rodeado de los suyos. "He descubierto que el trabajo de actor te obliga a estar disponible las 24 horas del día durante los siete días de la semana. Incluso, en ocasiones estoy solo en casa e improviso una escena en mi mente y me dedico a estudiar poses, entonaciones o a ponerme a prueba en situaciones y contextos totalmente inverosímiles para reaccionar con relativa psicología", explica.
Para eso, precisamente, te hará falta mucha psicología, ¿no?
Sí. Además, no niego que se ha convertido en mi pequeña obsesión durante los últimos tiempos. Estoy todo el rato probándome, mirándome al espejo. Y he llegado a la conclusión de que cuanto más me conozca a mí mismo, mejor actor voy a ser. Por ejemplo, creo que si disecciono mis traumas, es más fácil conectar con ciertas emociones que pueden hacer que mi trabajo sea mucho más eficiente. Es decir, creo que me he convertido en mi propio psicólogo.
Psicólogo o no. De lo que no cabe duda es que Joel es un apasionado de la cultura grecorromana. Tiene alma de clásico y no se arredra al reconocerlo pues, los otros 16 tatuajes restantes –cariátides, una alegoría de la Gioconda o Ícaro– conforman el particular mapa cartográfico grabado a tinta de un hombre de piel que ha echado al mar de la navegación todas sus naves. En definitiva, toda su ilusión, toda su esperanza. La misma aventura salpicada de connotaciones marineras con las que el modisto Jean Paul Gaultier creó hace 30 años una colección de moda llamada Les Tatouages y que la firma ha querido homenajear esta primavera a través de un perfume que es un homenaje al mar gracias al ámbar gris, la vainilla o la pimienta blanca. El mismo con el que Joel perfuma a su personaje en la serie que está rodando. “He descubierto lo evocador que puede resultar dotar a un personaje de personalidad a través de una fragancia. Gracias a ella, puedo aportarle una personalidad alejada de mí... pero con todo aquello que yo pueda poner a su servicio”, explica.
Cuenta que si piensa en Bruce, el personaje con el que se ha dado a conocer, tiene poco en común: "Le encanta aprovechar el momento. Es mucho más jovial que yo, más extrovertido que yo. Sin embargo, yo soy más reservado, más organizado y menos atrevido". A pesar de todo, existen otras muchas cosas que los unen como el sentido del humor, el sarcasmo y esa pinta de malote que lo convirtieron en el mejor candidato para encarnarlo. Hoy, meses después de la hazaña que le ha marcado de por vida, el sigue soñando con las cosas pequeñas.
¿A qué aspiras?
De momento, quiero exprimir al máximo todas las oportunidades que me regala este oficio. Aunque si pienso en una jubilación dorada, quiero regresar para Lanzarote. A mi pueblo. El único municipio de toda España que no tiene ni bar ni supermercado. Cuando ya haya rascado todo lo que tenga que rascar en una ciudad como Madrid –donde vivo en la actualidad–, pienso en comprarme una casita, cultivar un huerto y abastecerlo con energía limpia.
La misma que Sánchez desprende. Porque observarle es como sentir que para él son nuevas todas las cosas. Ventajas de lanzarse a un mar –el de la interpretación– para el que Sánchez no necesita más que todas esas redes que le han acompañado hasta ahora: las de la inquietud, el aprendizaje constante y el deseo de que siempre encuentre buen viento y buena mar.
Fotofgrafías: Juanjo Marbai • Vídeo: Javier G. Docampo • Estilismo: Jesús Cicero • Grooming: David Bello • Asistente de fotografía: Juankar Gibson • Producción: Marta Sánchez • Dirección, edición y texto: Juanjo Madrigal
* Este artículo aparece publicado en el número de abril de la revista Esquire. A la venta en quioscos a partir del 24 de marzo.
