Los fans del tenis todavía no se han recuperado del susto del pádel y ya tienen que empezar a preocuparse por el pickleball. La primera alternativa al más clásico de los deportes de raqueta, pelota y red nació en México en 1969 y ha ido ganándole terreno a la disciplina de Nadal y McEnroe poco a poco, gracias a su espíritu más desenfadado y social. Sin embargo, el deporte de las raquetas gruesas y las paredes de cristal ha pasado de ser la amenaza global que podría acabar para siempre con el monopolio del tenis a ser simplemente la opción europea.

Al otro lado del charco, lo que se lleva ahora es el pickleball, un auténtico fenómeno deportivo en Estados Unidos que ha cruzado el Atlántico y, gota a gota, se va extendiendo por España. ¿Y por qué triunfa? Fácil: es rápido, menos complejo, vistoso, divertido, viral y lo juegan George Clooney y Kim Kardashian. Así que, no, ni tu cuñado que lo juega en el polideportivo de Pozuelo ni ese amigo liberal que se suma a todas las modas yanquis tan pronto como la vida le permite están locos: el pickleball es real, está aquí y es hora de que aprendas qué es y dónde jugarlo.

pickleball que es donde jugar en espana
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Qué es el pickleball

La lista no acaba en Clooney y la Kardashian: el pickleball tiene unos padrinos de alta gama, como Stephen Colbert, Larry David, Emma Watson, Will Smith, Leonardo DiCaprio o Jamie Foxx, que incluso ha lanzado una línea propia de raquetas. Aunque el deporte ha empezado a petarlo a nivel global ahora, el pickleball en realidad nació antes que el pádel. Lo inventaron en 1965 en Bainbridge Island, cerca de Seattle, tres hombres de negocios (uno de ellos, Joel Pritchard, futuro congresista). Un día, después de una partida de golf, los hombres decidieron improvisar un torneo en el jardín de Pritchard, que tenía una pista de bádminton, pero ni raquetas ni pluma: nada con lo que jugar. Echándole imaginación, los ejecutivos y sus hijos se apañaron con una bola de plástico perforada y palas de ping-pong. Al día siguiente, para hacer el juego algo más cómodo, bajaron la red hasta más o menos la altura reglamentaria en el tenis. De aquella reunión familiar y su ingenioso pasatiempo salió el deporte que arrasa hoy en todo el mundo: el pickleball.

Nadie recuerda exactamente de dónde salió ese nombre. Pudo tomarse prestado de la expresión anglófona pickle boats, apropiada para el espíritu chapucero de esa primera y rudimentaria encarnación del deporte de moda. O también salir del perro de los Pritchard, que se llamaba Pickle. El caso es que se hizo popular: están los deportes populares, creados en tiempos de necesidad entre los círculos más humildes de una sociedad, que se difunden rápido porque son sencillos, baratos e inclusivos, y los elitistas, que empiezan a cuajar como actividad en reuniones, festines y aperitivos en chalés y mansiones de barrios privilegiados, antes de filtrarse al gran público. El pickleball es de los segundos.

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De hecho, a medida que se expandía por los barrios ricos del noroeste de la orilla pacífica de los Estados Unidos, el pickleball captó la atención de un joven Bill Gates, entre otros. Aunque tanto este deporte como el pádel crecieron en popularidad global paralelamente a partir de las restricciones por la covid-19, el pickleball tiene una ventaja: al contrario que el pádel, no hace falta construir pistas específicas, sino que basta con corregir las líneas de una pista de tenis normal. Pero, ojo, a no todo el mundo le hace gracia la popularización del pickleball. Por ejemplo, el grupo Club Leftist Tennis, una comunidad tenista con mucha política y una página de Substack, dejó claro el año pasado que sus miembros no iban a recibir el pickleball con los brazos abiertos. En un discurso titulado Against Pickleball, que parodia el Manifiesto comunista para criticar los orígenes elitistas del deporte de moda, relacionaron el pickleball con los fondos de capital riesgo y la publicidad subliminal.

Cómo se juega al pickleball

Pero basta de política: si estás leyendo esto es porque, como mínimo, tienes algo de interés en el deporte que lo peta últimamente. ¿Cómo se juega? ¿Son muy distintas las reglas a las del tenis o el pádel? ¿Cuántas personas forman cada equipo? ¿Cuánto duran los partidos? Vamos a resolver todas esas dudas para que llegues más que listo a tu primer juego de pickleball.

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En parte, el pickleball se ha popularizado porque, desde la primera partida, resulta sencillo y rápido, permitiendo mucho peloteo y, por tanto, que el primer contacto sea agradable. Además, no es demasiado exigente físicamente, lo que lo hace apto para casi cualquier perfil de deportista. Las palas suelen ser de madera o de alguna fibra —más caras y profesionales—, con medidas por encima de las de pin-pong y por debajo de las de pádel.

La dinámica y la técnica son similares a las del tenis: aunque se puede jugar de forma invididual, lo más habitual es jugar por parejas. Las medidas de la pista de pickleball son 13,41 metros de largo por 6,10 de ancho. A ambos lados de la red —que se coloca reglamentariamente a una altura de 92 cm—, cada mitad del campo se divide en dos cuadros de servicio, desde donde se realizan los saques, y una zona de no-volea. Desde los cuadros se inicia el juego sacando la pelota desde detrás de la línea de saque y golpeando por debajo de la cintura para lanzarla en diagonal.

Después del saque, la pelota debe botar una vez en cada lado de la pista. Una vez lo haya hecho, ambos equipos pueden volear la pelota o golpearla sin que haya botado. En el pickleball, solo anota puntos el equipo que saca, mientras que los puntos se pierden si la pelota bota en la cancha propia dos veces o si no se devuelve la bola dentro de los límites del campo oponente. Además, no se puede volear la pelota en la zona de no-volea ni pisarla por el impulso después de golpearla. Los jugadores también pierden el punto si la pelota golpea cualquier parte de su cuerpo, excepto la mano, que se considera extensión de la pala.

Cuando un equipo gana un punto, los jugadores del equipo que saca a continuación deben cambiarse del cuadro que están pisando en la pista. Cada juego lo gana el equipo que llega antes a once puntos, con dos de diferencia. Es decir, si los contricantes empatan a diez, se sigue jugando hasta que alguno de los dos equipos gane por una ventaja de dos puntos.

Dónde jugar al pickleball en España

El pickleball es bastante popular en EE.UU. Es cierto que el hecho de que tantas celebrities se hayan sumado a la fiebre contribuye a la percepción de que lo juega más gente de la que realmente lo hace, pero allí los aficionados al pickleball ya se cuentan por millones. En España, el deporte de moda lleva más tiempo entre nosotros del que pensamos: en 2012 ya existía una Asociación Española de Pickleball, que representa en nuestro país a la federación internacional. Los abonados españoles a esta organización ya se cuentan por decenas de miles.

Si quieres probar el pickleball pero no se te ocurre dónde podrías jugarlo por tu zona, lo mejor es que te contactes con algún club de Pickleball de tu localidad o te pases por su web, porque suelen actualizarlas periódicamente para incluir nuevas pistas de pickleball que se ponen en marcha en las distintas provincias del país. En Madrid, por ejemplo, uno de los centros pioneros en este deporte fue el Club Deportivo Somontes, que ya en 2019 comenzó a dar las primeras clases para conocer este deporte. Actualmente cuenta con cuatro pistas y ha creado su propia escuela de formación. Otros lugares en la capital donde jugar al pickleball son el Grupo Pickleball Acción Madrid, que tiene su sede junto al Centro Deportivo Municipal de La Elipa, en la calle Alcalde Garrido Juaristi; el Pickleball Club Retiro, en el barrio de La Chopera, y el Club Pickleball Growth​, en Móstoles. Además, deberías poder jugar en centros deportivos municipales equipados.

Cómo empezar a jugar al pickleball

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Antonio Rivera

Antonio es experto en medios de comunicación y cultura popular. Lleva más de 5 años escribiendo sobre productos audiovisuales de todo tipo, aunque la mayoría de sus reportajes, entrevistas, recomendaciones, análisis y críticas se han centrado, sobre todo, en los mundos del cine y las series. Sin embargo, tampoco hace ascos a los cómics, la música o los videojuegos. Además, se deja caer bastante a menudo por la sección de Ciencia de Esquire para hablar sobre exoplanetas, protoestrellas, asteroides o misiones espaciales. 

Desde muy joven, ha compaginado el trabajo periodístico, investigador y docente para observar y entender más de cerca todo aquello que tenga que ver con ese black mirror del que hablaba Charlie Brooker. Si una expresión cultural toma forma alrededor de una pantalla —desde las series y películas de Marvel, Netflix y otros epítomes de lo comercial hasta plataformas marginales, disidencias creativas o subculturas underground—, allí estará él para documentarla y, por qué no, ganar alguna que otra dioptría por el camino. 

Nunca se le ocurrió que una adolescencia tan otaku como la suya pudiera monetizarse, pero en esas está ahora mismo: años y años de leer manga, escuchar J-rock, acudir a salones, practicar karate y consumir anime por vías poco ortodoxas han acabado convirtiéndolo en un especialista de la cultura japonesa, con la que mantiene una relación de amor-odio. Tanto si quieres descubrir la última maravilla de la animación nipona independiente como si necesitas saber qué episodios de Naruto puedes saltarte con alegría para esquivar el relleno, él es tu hombre. 

Antonio Rivera es graduado en Periodismo y en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster en Investigación Aplicada a Medios de Comunicación por la misma institución. Comenzó su andadura en un periódico regional y, desde entonces, ha pasado por cabeceras especializadas y generalistas, moderado mesas redondas en festivales y participado en algún que otro libro. Actualmente, además de a diario en Esquire, se le puede encontrar en la sección de Televisión de El Confidencial, en Twitter o en algún congreso científico.