Cuando estaba en la Universidad estudiando periodismo, devoraba el EPS los fines de semana, y especialmente las entrevistas que entonces hacía siempre Rosa Montero. De hecho, ahora a menudo cuando soy yo la entrevistadora, me vienen a la cabeza algunas de las que más me impresionaron entonces. Recuerdo especialmente una que hizo Montero a Claudia Schiffer, entonces súpermodelo, en la que le costó más de la cuenta sacar algo interesante. Pero lo consiguió. Si alguien era capaz de sacar de donde no había, esa era ella. Así que me hacía especial ilusión, aunque con mucho respeto, charlar con ella a propósito de su nuevo libro Cuentos verdaderos, que se acaba de publicar. Se trata de una recopilación de artículos suyos, publicados en El País entre finales de los años 70 y finales de los años 80 y escritos en un exquisito estilo narrativo. Algunos describen episodios más banales, como la gira de Miguel Ríos del 85 a la que Montero asistió como una groupie más y otros tan importantes para nuestra historia, como los asesinatos de los abogados de Atocha o el 23-F, a los que asistió en primera línea.

Cuentos verdaderos (Hispánica)

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Lo primero que me ha llamado la atención es lo actuales que resultan todos los temas seleccionados. De algunos no tenía ni idea y de los que sí conocía su existencia, he descubierto un punto de vista diferente gracias a tu narración. ¿Cómo ha sido la selección?
Es alucinante pero, aunque no te lo creas, a mí también se me había olvidado todo. A mí, que las he vivido y las he escrito, también se me habían olvidado muchas de estas historias. Leerlo ha sido como un viaje, de verdad. Porque lo único que he hecho ha sido revisar y corregir algunas erratas con las que salieron en su día, por lo demás están tal cual se publicaron en su momento. Todo empezó porque me llamaron para dar mi opinión en un documental sobre el juicio de “el Nani”. Un juicio que fue absolutamente esencial para la democracia española porque fue la primera vez que se sentó en el banquillo, se juzgó y se condenó a una mafia policial terrorífica. Me llamaron para que participara en este documental porque hice la crónica del juicio, pero no me acordaba de nada. Así que pedí que me buscaran mis crónicas de entonces porque yo no guardo nada, me las enviaron y me sorprendí leyéndolas como si fuera la primera vez. Así que pedí que me buscaran algunas más y estas son casi todas las que me encontraron.

“En 20 años han desaparecido como el noventa y cinco por ciento de las cabeceras del mundo”

Al leerlos también salta a la vista lo que ha cambiado esta profesión en los últimos años. Y no solo por cómo trabajamos, algo evidente con las nuevas tecnologías, sino por la valentía que teníais, la función social que supuso el periodismo en esos años…
Mira, han cambiado muchísimas cosas. La primera, que me ha sorprendido cuando he releído estas historias es el estilo tan narrativo en el que están escritas. Son como capítulos de novelas, y esto ahora ya no se usa. ¿Y por qué no se usa? Pues mira, por simple penuria del medio periodístico. Llevamos veinte años atravesando el desierto, primero con la crisis del modelo de mercado, con los digitales. Y sobre esa crisis cayó la del 2008. Total, que está siendo verdaderamente aterrador. Creo que en los últimos 20 años han desaparecido como el noventa y cinco por ciento de las cabeceras del mundo, que es que es una barbaridad. Y los que han sobrevivido se han empobrecido muchísimo, trabajan con la cuarta parte de personal y además los explotan, y tienen que hacer de hombres y mujeres orquesta… Y este tipo de periodismo, el narrativo, lleva muchísimo más trabajo. Porque no solamente necesitas contar la historia en sus datos. Sino que además necesitas documentarte de todo el entorno, o como en el caso de Miguel Ríos irte varios días de gira con ellos… Si en este reportaje dices, por ejemplo, que fulanito de tal cruzó la calle y se fue al bar de enfrente y se tomó un carajillo, tú no lo puedes poner si no has ido al bar de enfrente y el camarero te ha dicho que se que se tomó un carajillo. Así que el método de documentación es mucho más largo y los medios no pagan el tiempo ahora. Se trabaja de una manera “estajanovista”. Y luego está, que eso sí que va a favor de los tiempos actuales, la diferencia analógica. Como la anécdota que cuento en el artículo sobre el viaje a España del Papa [risas], de mi truco para conseguir una línea y enviar la crónica a tiempo [cuenta que dejaba pillada una línea de un teléfono público en Guadalupe, llamando a El País y diciéndoles que no colgaran hasta que ella llegara con la crónica]. Ahora tiene gracia, pero eran trucos necesarios porque si solo había ocho teléfonos públicos en Guadalupe y había cien periodistas que necesitaban mandar una crónica, pues tenías que pillar una línea y no colgar para conseguirla [risas]. Creo que no me habrá odiado tanta gente como entonces cuando volvía y el teléfono estaba rodeado de cuarenta personas echando espumarajos por la boca. Porque cada vez que descolgaban el teléfono salía Rosi, la secretaria del El País.

"En la Transición, todos teníamos la conciencia de que estábamos luchando por algo más, y por eso te arriesgabas más"

¿Y qué me dices de la valentía?
No es que fuera más valiente, es que durante la Transición, los medios de comunicación jugaron un papel esencial en la democratización de este país. Todos los medios en general y El País en concreto. Yo creo que hizo un papel importantísimo, histórico. Era un mundo muy difícil, se pasaba mucho miedo porque te podía suceder cualquier cosa. A todos . Y todos teníamos la conciencia de que estábamos luchando por algo más, es decir, por la construcción y el desarrollo de un Estado democrático. Entonces claro, sí que te arriesgabas más. Pero es que tienes que darte cuenta de que a todos los medios, a las radios, a los periódicos, nos desalojaban día sí y día no por amenaza de bomba. Una de esas bombas estalló en El País y mató a un chaval, a uno de los empleados de 19 años e hirió gravemente a otros dos. En fin, que es que se trabajaba en unas circunstancias… ETA mataba a 80 personas al año. Y luego se puso a asesinar periodistas, o sea, era un mundo heavy metal y terminamos teniendo un golpe de Estado. En fin, todos teníamos esa conciencia de que no estábamos solo trabajando, esa era la cuestión. No era solo una cuestión de trabajo.

La crónica del 23-F es especialmente trepidante. Cuentas que lo escribes con toda la información que te traen tus compañeros y lo que iba llegando a la redacción sobre la marcha. ¿Cómo recuerdas ese momento?
Fue horrible, un momento de mucha desesperación. Una noche de llorar, llorábamos de desesperación y de rabia. Pensábamos: “No puede ser que esta gentuza nos impida tener un país normal”.

manifestación contra el 23f con presencia de todos los partidos
Sigfrid Casals//Getty Images
Manifestación contra el 23F EN 1981, con presencia de todos los partidos

Y cuando lo has releído ahora, después de todo este tiempo y con distancia, ¿ha cambiado en algo tu percepción de lo que ocurrió?
Pues cuando releí esto, sabía que lo había hecho, pero no me acordaba muy bien. Y además, como digo en el libro, lo escribí sin haber dormido y empecé a escribirlo en una máquina de escribir, claro, sin que todavía hubiera terminado el golpe. No sabía exactamente cómo iba a acabar y a medida que iba escribiendo, me iban arrancando las hojas y se las llevaban a talleres. O sea, que fue una cosa muy intensa. No me acordaba de cómo terminaba y cuando lo volví a leer y vi que terminaba con el presidente del Congreso dando las instrucciones para el día siguiente, como si no hubiera pasado nada, me emocioné. Porque no me acordaba de ese final y me emocionó. Pensé, ¡joder, cómo lo hemos pasado en este país!

Lo más preocupante es que las nuevas generaciones no lo sepan, porque hay muchos de estos episodios de los que no tienen ni idea.
Pues sí, efectivamente. Aunque fíjate, yo nací en 1951 y a mí la Guerra Civil me parecía una antigualla y había terminado solo doce años antes de que naciera yo. Incluso la Guerra Mundial me parece una antigualla y había terminado seis años antes de que yo naciera. Imagínate qué suponen acontecimientos como estos, que sucedieron hace cuarenta años, para alguien que tiene veinte hoy.

Entonces, como dices, los medios de comunicación luchabais para que tuviéramos un país diferente y los propios partidos políticos, la mayoría de ellos al menos, también tenían esa conciencia. ¿Qué nos ha pasado en este tiempo?
Fue un momento de gloria de nuestra historia, un momento en el que realmente el noventa y ocho por ciento de la población, o más, se puso de acuerdo por primera vez en nuestra historia, para salir de dos siglos de guerras civiles. Porque nos habíamos estado matando durante las Guerras Carlistas, no solo la Guerra Civil, la Guerra de la Independencia, que también fue una guerra civil… Hubo un acuerdo para salir de eso, construir un Estado moderno y entrar en la historia. Y funcionó. Lo hicimos en ese momento maravillosamente, cuando se dejó de hacer bien fue veinte años después. A partir del 92 ya estaba consolidada España y a partir de ahí tenían que haberse empezado a buscar la memoria histórica, etc. Fue después, no fue la Transición lo que no funcionó como debiera.

"Estamos en un paroxismo de la demagogia, de la mentira y de la locura"
sesión apertura congreso argentino 2024 milei
Tomas Cuesta//Getty Images
Milei, presidente de Argentina en su toma de posesión.

Pero ahora mismo estamos viviendo tiempos especialmente despreciables desde el punto de vista político. ¿A qué crees que se debe?
Lo malo, además, es que esto es a nivel mundial. Porque imagínate cómo son los políticos del mundo: mira cómo es Bukele, mira cómo es Milei… O sea, es que estamos en un paroxismo de la demagogia, de la mentira y de la locura, diría yo. De la insensatez más absoluta. Trump podría volver a salir en Estados Unidos. Va a salir. Eso es lo terrorífico.

Otro de los capítulos más impresionantes es el de los asesinatos a los abogados laboralistas de Atocha. Es estremecedor vivirlo cómo lo cuentas ahí, porque es casi como estar dentro. ¿Qué supuso aquel episodio para ti?
Mira, este es uno de los grandes traumas para mi generación, fue un trauma bestial y sigue siéndolo para mí. Tengo la sensación de que me ha dejado una cicatriz, eso porque fue aterrador, horroroso, desconsolador… Fue espantoso. Y lo lees ahora ahí y parece que fue un capítulo de una novela, porque es tan demencial que no te puedes creer. Pero fue verdad.

Otra cosa que también es evidente en algunas historias, como la del teatro de Manolita Chen que yo no sabía ni que existía [este fue un un espectáculo ambulante en el que el trato al ser humano y la dignidad humana, en general, era más que discutible] es lo que hemos avanzado en garantías sociales y laborales.
Sí. En este caso ha cambiado a mucho mejor. Lo de Manolita Chen es tremendo, sí. Y lo más tremendo, es la indefensión laboral que vivía esta gente, es increíble.

manolita chen da el pregón del dia del orgullo gay 2023
David Benito//Getty Images
Manolita Chen en la apertura del Día del Orgullo Gay 2023

Y al hilo de todo lo que está pasando ahora, del amago de Me too en el cine español por ejemplo. ¿Crees que realmente estamos en un momento de cambio social en realidad con la igualdad también?
Sí, estamos en un momento en el que todo esto está cambiando todo el rato. De hecho, ha habido un ola de empuje feminista a raíz del Me too en los últimos cinco o seis años muy grande en todo el mundo occidental. Porque a las pobres afganas y las saudíes, no les ha llegado. En el mundo occidental ha habido un avance muy grande y el ingrediente más importante es que los hombres se han empezado a dar cuenta, casi mayoritariamente, de que el feminismo también es cosa de ellos. Es decir, que no es una una cuestión de las mujeres, sino que el sexismo es una ideología en la que nos educan y que nos esclaviza a todos, a las mujeres más, pero a ellos también porque los estereotipa y los convierte en peleles de una determinada forma de ser obligatoria. Por ejemplo, eso se ve muy bien en la manifestación maravillosa del 8 de marzo de 2019, que fue gigantesca: hubo 370.000 personas en Madrid y el 40% eran hombres. Y en esta última había un porcentaje parecido y de todas las edades. Eso es un gran avance, así que creo verdaderamente que sí. Es que hemos avanzado mucho. Lo que pasa es que nos parece que todo es poco y que todo eso es demasiado despacio. Pero desde un punto de vista histórico hemos avanzado mucho.

"El sexismo es una ideología en la que nos educan y que nos esclaviza a todos"

De todos los artículos que has revisado, ¿qué es lo que lo que más te llama la atención?
Pues es que por una parte ha sido como un viaje en el tiempo. En el caso del juicio a “el Nani” del que te hablaba antes, volver a leerlo me alucinó porque fue como asomarme a un pozo de reptiles, y dices ¡cómo era ese mundo! El trasfondo totalmente pestilente, las alcantarillas del Estado, el trasfondo de las fuerzas … ¡Qué horror! Era como asomarse a un mundo de monstruos, que no eran más que los restos de esa anomalía que era la dictadura. Eso ha cambiado tanto para bien que es alucinante. Luego también me ha impresionado mucho el capítulo de la gira de Miguel Ríos de 1982, que fue la gira del mundo de rock más importante de la historia en España. Aparte de recordar lo divertido que fue irme con ellos, cuando lo he leído ahora me he dado cuenta de los chorizos que eran todos, ¡qué país de chorizos! Una chorizada sistémica a pie de calle [en el artículo Montero cuenta cómo los promotores de los conciertos y los ayuntamientos pagaban la versión low cost del concierto, pero lo vendían como si fuera la tope de gama, y la cobraban así también. Así que el que se llevaba el abucheo, al no cumplir las expectativas, era el propio artista]. También esto ha cambiado mucho. Estas son las cosas más chocantes, que parecen como un viaje a otro tiempo. Pero luego hay otras que son increíblemente contemporáneas y en las que he encontrado coincidencias curiosísimas. Como por ejemplo el asesinato de María Teresa Mestre, que en su momento fue muy famoso. Era una mujer a la asesinaron, apareció descuartizada y resultó que lo había hecho un chaval de veinte años que no entendías muy bien por qué lo había hecho. Es parecidísimo el caso de Daniel Sancho, el de Tailandia. O el caso de las Vulpess, que eran de unas chavalas de 15 y 16 años de la parte fabril y más pobre del País Vasco, que montaron un grupo punky y las pobres tenían solo seis canciones. Pues una de ellas se titulaba: “Me gusta ser una zorra”. Esto fue en el 83, hace 40 años. Entonces a las pobres les montaron un pollo tal, que las querían meter en la cárcel y todo. Cancelaron el programa en donde salieron, Carlos Tena que era el director del programa fue despedido… Fue tremendo y esa persecución acabó con ellas, claro, ya no siguieron como grupo musical. Leí esa crónica y la incluí en el libro, antes de que saliera lo de Nebulossa, claro. Ahora a mí lo de zorra me parece una anticualla, ¿no? Una cosa muy antigua.

primera semifinal benidorm fest 2024 nebulossa zorra
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Nebulossa durante la edición del Benidorm Fest 2024.
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Hay una cosa que también llama la atención en el capítulo sobre el viaje del Papa Juan Pablo II que es muy interesante. Porque fíjate que ahora tenemos un Papa aparentemente más moderno que aquel y sin embargo no ha hecho turnés como esas, en las que Wojtyla era tratado como una estrella del rock.
Sí, era una estrella del rock porque lo montaron así. Era muy ladino y luego veías también todos los rebaños de monjitas que salían de clausura, las pobres. Bueno, era todo un espectáculo muy alucinante y conmovedor.

Alucino también con la primera historia en la que citas a un Ramoncín de jovencito, como fuente, hablando en contra de todo lo establecido…
Sí, sí [risas]. No he contextualizado la historia ni nada, lo he dejado tal cual estaba, porque si lo conocen, alucinarán y sino, pues nada [más risas].

Dices que no te acuerdas de nada pero, ¿puede ser que esa 'amnesia' te ha ayudado un poco a sobrevivir, con todo lo que te ha tocado afrontar?
Sí bueno, luego con El peligro de estar cuerda [un libro de Montero en el que trata la salud mental] he estudiado que la ansiedad, el cortisol que genera, altera una parte del cerebro que es donde se se se aposenta la memoria, o sea, que realmente te destruye la memoria. Yo como he sido una ansiosa toda mi vida, entiendo mucho más que me pase algo así. Mira, hay mucha gente así. El propio Nietzsche decía: “Lo bueno de no tener memoria es que puedes disfrutar del mismo libro dos veces”. Y a mí me pasa eso también.

Y después de ver todo lo vivido durante todos estos años, ejerciendo el periodismo, ahora te dedicas casi por completo a la literatura. ¿No lo echas de menos?
No, porque fíjate que yo lo veo más bien al revés. Yo me he sentido siempre muy poco el periodista típico. El que se levanta a las siete de la mañana y pone la radio y las noticias lo primero y tiene que saberse lo último del cotilleo de un ministro. Yo eso jamás lo he sido y jamás lo he hecho. A mí lo que me interesa muchísimo es meterme dentro de la cabeza de la gente, por eso me gustaba hacer entrevistas de personalidad. Es como hacer un viaje al otro, ¿sabes? Y ese viaje al otro es mucho más narrativo. El novelista hace eso también y es que yo creo que he sido más novelista que periodista siempre.

Y la actualidad, lo que está pasando todos los días como el caso Koldo o los temas con hacienda de la pareja de Ayuso, ¿todo esto no lo sigues?
Sí. ¡Cómo no lo voy a seguir, uno tiene que seguir lo que pasa en el mundo porque te afecta! Tienes que estar informado, pero lo sigo de mala gana, no tengo que ser la más informada del mundo. Que es la sensación que tiene el periodista, que tiene que saber lo que los otros no saben. Eso no. Me basta con saber lo suficiente para no estar efectivamente descolgado y para poder comprender el mundo, pero los detalles me importan un pimiento.

¿Has leído algo últimamente que te gustaría haber investigado o escrito tú?
Yo ya no quiero hacer reportajes. Hace tanto tiempo que me he cansado de todo eso… He hecho muchos. Yo empecé con 19 años, he trabajado muchísimo, he escrito toneladas de papel y ya esa parte de mi vida está cerrada y muy bien cerrada.