Sin hacer mucho ruido, como quién no quiere la cosa, este 4 de abril llega a Netflix Ripley. Nada menos que la tercera adaptación de la célebre novela de Patricia Highsmith tras A pleno sol (1960) y El talento de Mr. Ripley (1999). Son dos películas legendarias dignas de una novela merecedora del mismo calificativo, por lo que nos extraña que esta producción no haya venido precedida de más ruido. Además de Dakota Fanning y Johnny Flynn, el que coge el testigo del mítico personaje tras Alain Delon y Matt Damon es nada menos que un hombre de moda como Andrew Scott, protagonista de la reciente Desconocidos junto a Paul Mescal y por siempre el hot priest de la temporada 2 de Fleabag.

Firma todo el guion y dirige cada capítulo el mismo hombre, un Steven Zaillian cuyos créditos como director se limitan a la excelente The Night Of y a tres películas de éxito medio: Todos los hombres del rey (2006), Acción Civil (1998) e Innocent Moves (1993). Pero hablamos también del guionista de La lista de Schindler (1993), Misión imposible (1996), Gangs of New York (2002), La intérprete (2005), American Gangster (2007), Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (2011), Moneyball: Rompiendo las reglas (2011) o El irlandés (2019), por citar solo alguno de sus más magistrales guiones. Palabras mayores.

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Con este panorama, la única explicación que encontramos a por qué Ripley no es la serie de Netflix más esperada del año es, quizás, porque su tono adulto y frío y su fotografía en blanco y negro no suelen encajar con el producto de fast food adolescente más habitual del top de Netflix. Quizás la elección de hacer una fotografía en blanco y negro sea la más atrevida y controvertida de una serie que busca así citar directamente a la Italia de la Dolce Vita para diferenciarse de las dos versiones cinematográficas. También, por qué no, una forma de conseguir una apariencia estética superior y más cuidada con menor trabajo y presupuesto.

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Pero volvamos a lo importante. Se dice que el cine es terreno del director y, las series, del guionista. Una afirmación mayoritariamente cierta que se puede ver claramente en las adaptaciones literarias. Las adaptaciones cinematográficas dependen poco del material de origen, nunca hay tiempo y suelen ser tan buenas o tan malas como lo sea el director (las adaptaciones de Stephen King son el mejor ejemplo). Una serie tiene el tiempo suficiente para ser una adaptación fiel de la historia que cuenta y, por tanto, puede estar más ligada directamente con la calidad de la obra. El talento de Mr. Ripley, la celebrada novela de 1955 de Patricia Highsmith, es una clase magistral de intriga, tensión y creación de personajes y así lo es también la serie de Netflix.

ANAGRAMA El talento de Mr. Ripley

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Estos ocho episodios que componen la primera temporada de Ripley se dedican a adaptar fielmente la novela. Esto permite que, por ejemplo, haya un capítulo dedicado casi exclusivamente a los asesinatos y su resolución. Así, como en el libro, el tiempo se dilata en estos momentos de tensión y se permite incidir en detalles de una manera la mar de literaria. Aquí está, quizás, su gran característica para bien y para mal. Quien quiera sentir al Ripley del libro sin leer la novela (o tras hacerlo) lo encontrará aquí más que nunca. Sin embargo, es evidente que no es igual de entretenido leer una descripción bien detallada de algo que verla. Ripley es lenta, que no aburrida, y encuentra su personalidad como thriller en este tono, entre lo vacacional y la tensión de una farsa siempre a punto de estallar.

Pero más allá de la exactitud de un ganador del Oscar como Zaillian, destaca un Andrew Scott que logra sobreponerse a la diferencia de edad con su personaje (tiene 47 años frente a los 25 de Tom en este libro) y crear una ambigüedad realmente interesante en torno a este personaje imposible de describir más que a través de las exactas palabras que componen las cinco novelas que le dedicó Highsmith. Mientras las adaptaciones cinematográficas tiraron en exceso del combo "muy atractivo/ muy misterioso", Scott dota de sordidez y extrañeza al personaje, de patetismo, de peligrosos arrebatos de rabia infantil, de psicopatía en definitiva... Todo sin perder ese aire superficial de vividor que quería ser o, al menos, proyectar.

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Que calidad y éxito no van casi nunca de la mano es algo que Netflix nos demuestra demasiado a menudo, pero nos daría mucha pena que Netflix no pudiera proseguir con las aventuras de Ripley en una temporada 2. Al fin y al cabo, hay cuatro libros más...

ANAGRAMA Tom Ripley: Dos volúmenes con los 5 libros

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