Las 100 mejores series de Netflix: nuevas y clásicos actuales para acertar cuando no sabes qué ver

El milagro ocurrió. Parece que solo Netflix e Eiichiro Oda, creador del legendario manga derivado en anime, creían posible llevar esta gigantesca historia al live-action. Los espectadores, ya seguros de que ningún anime de acción y fantasía podía ser trasladado a imagen real, también estaban más que escépticos. Pero todos nos equivocábamos, una gran inversión económica y un reparto nacido para el papel han logrado lo imposible. No es la mejor serie de Netflix, todavía se le ven las costuras y cosas que en el original molan aquí rozan o superan el ridículo. Pero el sentido de aventura, el humor, la química entre los protagonistas y las ganas de ver qué les depara el futuro (el live-action no ha cubierto ni 60 de los más de 1.070 capítulos del anime) están en la serie.

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Miniserie española de gran calidad y tacto en la que Quim Gutiérrez y Úrsula Corberó nos regalan sus mejores interpretaciones. Todo para poner en imágenes (y a debate) el crimen de la Guardia Urbana de Barcelona en 2017. Un True crime que, sin embargo, se centra como los medios reales en la figura femenina de la pareja criminal, una atrayente Rosa Peral que la serie consigue retratar como víctima del machismo imperante y también como Viuda negra con un ego una necesidad de atención cercana a la psicopatía. Thriller a fuego lento pero que mantiene tu atención a lo largo de todos sus capítulos. A no ser que Rosa salga de la cárcel y vuelva a echarse novio, no creemos que haya segunda temporada, eso sí.

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No le podemos echar únicamente la culpa a ese baile viral de que Miércoles se convirtiese en la serie en inglés más vista de la historia del Netflix (solo por detrás de El juego del calamar). También tuvo gran parte de culpa la explosión estelar de su protagonista, una Jenna Ortega lanzada a la fama de inmediato y convertida en icono, más que en famosa. Todo alrededor de un misterio mezclado con romance adolescente que Netflix nunca hizo tan bien (en numerosos intentos). Salvo algunas inconsistencias de la trama y el tono, Miércoles fue una delicia para ver, y no dudamos de que la temporada 2 podría ser incluso mejor y es que la Familia Adams y su universo siempre son un valor seguro para la televisión.

-Todo sobre la temporada 2 de Miércoles.

Nadie imaginaba que iba a entrar de esa forma en top de series de Netflix más vistas de toda su historia, porque apenas se había promocionado esta nueva revisión de los crímenes de Jeffrey Dahmer, el Monstruo de Milwaukee. A su favor, el excelente trabajo de Evan Peters, simplemente icónico, y la inteligente visión de Ryan Murphy de crear un relato truculento y sí, morboso por momentos, pero que nunca pierde el foco del reflejo del racismo y del sufrimiento de las víctimas… aunque no se haya contado con ellas directamente. Así se mueve en el siempre pantanoso terreno de la ética en el true crime, con pie firme pero pisando los charcos de siempre.

Tras la preciosa acogida de la película Diecisiete, Daniel Sánchez Arévalo ha debutado como showrunner en Netflix con esta historia sobre cinco amigas treintañeras que se juntan cada año para hacer un viaje… en el del que narra la serie, a una de ellas le han diagnosticado un cáncer y eso hace que su vínculo pase a otro nivel. Además de que las protagonistas (Itsaso Arana, Mónica Miranda, María Rodríguez Soto, Mariona Terés y Godeliv Van den Brandt) transmiten verdad a chorros, el visionado coloca al espectador en un estado vital tan luminoso como un atardecer en una playa de Cádiz. Un feelgood para reír y llorar pero con matices de calidad.

Buenas intenciones y bien resueltas. Es la clásica serie romántica adolescente que entra directa a formar parte de la configuración sobre el amor y las relaciones personales que cada uno se construye de forma individual y colectiva, y la gran noticia es que lo hace desde la responsabilidad afectiva y la diversidad. Con mucha sencillez (y bastante cursilería, todo hay que decirlo), plantea el enamoramiento de un chico gay y un jugador de rugby aparentemente hetero, pero sin dramas ni traumas, todo desde la complicidad y el descubrimiento personal. Más cerca de la maravillosa Normal People que del desparrame de Élite.

Qué maravilla de actrices y qué historia tan bien construida. Itziar Ituño, Patricia López Arnaiz, Verónica Echegui, Emma Suárez y Ana Wagener, tremendo repóker de actrices de calidad, dan solidez, emoción y garra a un drama que parte de una premisa quizá un poco vista (lo que provoca la difusión de un vídeo sexual) pero que acierta al abordar el tema desde muchas perspectivas diferentes y creíbles. A lo que se suma la pólvora del contexto político (la protagonista es una aspirante a alcaldesa) y la habilidad para que el espíritu de la sociedad vasca (Bilbao es el otro gran protagonista) cale en toda la trama.

Thriller político, íntimo y judicial con todos los ingredientes para enganchar: el showrunner es David E. Kelley, un clásico que ha demostrado estar en plena forma con Big Little Lies o Nine Perfect Strangers; el guion está basado en una novela superventas de Sara Vaughan; y cuenta con un trío protagonista tremendamente atractivo: Rupert Friend (Homeland), Sienna Miller y Michelle Dockery (Downton Abbey). El punto de partida no es demasiado original –lo que le pasa a un político y a su entorno cuando es acusado de cometer una violación–, pero lo potente está en cómo se va desenmarañando esa red de secretos y mentiras y las reacciones personales que trastocan los sucesos. Un poco telefilm de más, pero se ve del tirón.

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Nos la quitamos de primeras porque como que no necesita ser recomendada para que el público la devore. El primer universo de Shonda Rhimes (Anatomía de Grey) para Netflix es una fantasía de época que, por suerte para todos, no tiene ningún interés en parecer lo que no es. Es la serie que mejor define el concepto de evasión: es preciosa de ver, es entretenida, es juguetona, es picantona a ratos, romanticona a ratos. Un simple y luminoso deleite radicalmente superficial.

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Un mix de Euphoria y Train to Busan. Así se podría describir esta producción coreana que coge el testigo de El juego del calamar con una trama de alumnos de instituto problemáticos en pleno apocalipsis zombie. Tiene un punto que se sale con gracia de los lugares comunes de este género, quizá porque está basada en un cómic online y se nota esa frescura. Muy bruta y muy crítica.

Se confirma el segundo pelotazo de Shonda Rhimes en Netflix tras Los Bridgerton. Aquí tira de una historia real publicada en un artículo de la revista New York Magazine: una periodista investiga el caso de Anna Delvey, algo así como 'la Pequeña Nicolás' de Nueva York, que conquistó a la jetset de esa ciudad… y se quedó con mucho de su dinero. La historia funciona sola, pero es que además está inteligentemente articulada a través de la investigación de la periodista y de los flashbacks a la vida de lujos y mentiras de Anna, todo con ese adictivo cóctel marca de la casa de belleza, diálogos ácidos y conflictos constantes, al estilo Scandal. Lo mejor de todo es que invita al espectador a coquetear con el delirio de la protagonista, a bailar sobre la posibilidad, incluso el derecho, a inventarse a uno mismo, una reflexión que para muchos quedará oculta porque se obcecan en criticar el envoltorio cool. Lo peor es que, al estirar la historia, va perdiendo algo de fuelle con el paso de los capítulos.

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Basada libremente en el popular pódcast Archive 81, es una serie de terror sobrenatural con los productores de Expendiente Warren y Stranger Things. James Wan, que no es poca cosa. ¿La historia? Un archivista acepta el encargo de restaurar una colección de cintas de vídeo de 1994 y se va sumergiendo en la investigación que una documentalista de esa época llevó a cabo sobre una peligrosa secta… Por su promoción descafeinada podría parecer una de tantas, pero su diálogo nostálgico con clásicos del cine de terror como El resplandor y su factura vintage acompañan de maravilla a una trama más de misterio que de miedo que salta entre cliffhangers muy decentes.

La última novela de Karin Slaughter, autora superventas, se convierte rápidamente en serie con la gran Toni Collette a la cabeza y tres productoras ejecutivas responsables de proyectos como Homeland y House of Cards. De primeras recuerda a Creedme, el anterior y estupendo proyecto de Collette para Netflix, luego parece que podemos estar ante el Mare of Easttown de esta temporada… Pero ni una cosa ni otra. El inicio es muy potente, la estructura de thriller está bien planteada con la historia de una madre y una hija cuya relación revienta a partir de un acto aleatorio de violencia en la América profunda, la compleja relación materno-filial tiene meollo del bueno… Pero a la vez cuesta que no se haga un poco plomiza con el avance de los capítulos. Buena pero densa.

El título de la serie de Nadia de Santiago –alucinando estamos con la creadora que se escondía tras la actriz– se puede leer casi como un micropoema del que brota una idea tan precisa como emocionalmente desbordante. Y con una traslación audiovisual que de primeras parece un truco bonito (cada capítulo, cortísimo, se divide en unos minutos de tiempo presente y unos minutos de recuerdo), pero en realidad la forma y el fondo se funden con sentido pleno. Es fascinante descubrir las sutiles capas de significado de esa especie de deshojar la margarita a la inversa para contar a la vez una historia de amor y una historia de duelo. Es cierto que la primera puede resultar cursi porque se apoya en algunos clichés de las películas románticas, y que los diálogos a veces se tornan previsibles, pero el conjunto explota como una de las mejores series sentimentales que hemos visto en mucho tiempo.

Enorme sorpresa la de esta visión animada del universo League of Legends. Una precuela con un contenido dramático tan bien estructurado y desarrollado que acoge tanto a los fans acérrimos del videojuego en que se basa, que los hay por millones, como a los espectadores que no tenían ni idea de qué va todo esto. Además de que la historia está muy bien planteada, la serie brilla por su asombroso despliegue visual, con unos niveles de creatividad, de agresividad y de emotividad flipantes. Si tienes prejuicios porque el anime no es lo tuyo, te recomendamos que los obvies y le des una oportunidad.

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Es verdad que La maldición de Hill House y la continuación en Bly Manor fueron dos series de terror psicológico bastante estimulantes, con una calidad por encima de la media en este género. Pero el paso que ha dado el creador Mike Flanagan en Misa de medianoche es más que considerable. En esta miniserie de 7 capítulos obvia todos los resortes facilones de las producciones de miedo y se centra en la creación de unos personajes memorables en una atmósfera cargadísima, con algunas escenas de diálogos larguísimos que aburrirán a los que buscan sustos de manual pero que tienen la capacidad de penetrar en la psique de los espectadores más audaces. ¿Quieres más series de este tipo? Pues toma tres tazas de series de terror.

¿Habrá Misa de medianoche 2?

En plena (y triste) ola de telenovelas turcas, ha sorprendido este drama que se parece por temática a esas innombrables pero que en el fondo se acerca más al realismo de Techo y comida, la película por la que Natalia Molina ganó el Goya. Es la historia de una madre soltera que realiza trabajos domésticos para sacar adelante a su pequeña familia y huir de la indigencia, una trama cruda y directa que está narrada con las dosis justas de dureza y también de ternura, sin caer en sentimentalismo. La protagonista, Margaret Qualley, está estupenda, sobre todo en las escenas con Andie MacDowell.

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Desde Corea del Sur llega esta bomba sorpresa sobre un grupo de 456 personas que, por diferentes necesidades, acceden a entrar en una extraña competición que consta de seis juegos infantiles, del escondite inglés a las canicas. Si ganan se llevan una millonada; si pierden, un balazo. Es una estructura que ya hemos visto en otras producciones pero están bien resuelta y, si entras al juego, engancha. Parece que la mayoría de espectadores son del segundo grupo, porque según Netflix va camino de convertirse en la serie más vista de su historia. Aviso: el doblaje es un poco drama.

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El Globo de Oro a Ewan McGregor ha dado un nuevo brillo a Halston. Las últimas series producidas por Ryan Murphy suelen tener un planteamiento tremendamente vistoso… para después perderse en tramas flojas que se pasan el raccord emocional por el forro (del vestuario, que siempre es espléndido) y llegar a ninguna parte. Halston parecía destinada a seguir ese patrón pero está cosida justo al contrario. El arranque es poco efectista, sin esa obsesión por atrapar todos los sentidos del espectador a la vez. Y, poco a poco, diseña una historia cada vez más interesante sobre el ascenso y caída de un hombre quizá con más talento para las negocios que para el arte de la moda. Aunque no llega ni de lejos a la profundidad de El hilo invisible, la mejor obra sobre este mundillo, sí capta el brillo y la decadencia del personaje que encarna un McGregor muy entregado y del Nueva York, quizá más mitificado que mítico, del Studio 54.

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Si Netflix ha sufrido un tropezón sonado a lo largo de su corta historia, ese ha sido su relación con Marvel. Mientras Spiderman y el resto de Vengadores batían todos los récords en el cine, y antes de que Disney+ cimentara su imperio con Wandavision, Ojo de Halcón, Loki y un larguísimo etcétera, Netflix buscó su propio superéxito con los personajes más serios de ese universo: Jessica Jones, Iron Fist, The Punisher, Luke Cage y Daredevil, los integrantes de Los Defensores. Y ninguna de las cinco series lo ha petado. ¿Porque son malas? No, desde luego los arranques de Jessica Jones y Daredevil son excepcionales según los criterios de los fans a este género. Será el timing, será una propuesta visual no demasiado atractiva… Ahora, si te interesa este mundillo, te puedes poner las botas.

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