Si eres de esos que buscan tranquilidad en la naturaleza, lugares en los que perderte y huir del mundanal ruido, te vamos a presentar un lugar que te ofrece precisamente eso... y mucho más. Te hablamos de la Tejeda de Tosande, situada en el Parque Natural Montaña Palentina. Se trata de una zona que además está particularmente bonita en invierno, donde alcanza un misticismo especial, por lo que ahora es la época ideal para hacer una visita.

    Este área protegida es un rincón de biodiversidad y belleza que ofrece un escape de la monotonía de los campos agrícolas que caracterizan gran parte de la comarca palentina. Sin lugar a dudas, la Tejeda de Tosande es un lugar especial, un refugio natural que invita a explorar y sumergirse en la riqueza de su entorno. En esta época del año, la humedad, la niebla y la lluvia le dan además un toque mágico que parece sacado de un cuento.

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    Este espacio protegido se caracteriza por sus impresionantes formaciones geológicas, variados ecosistemas y una notable diversidad de flora y fauna. La Tejeda de Tosande es un ejemplo de bosque mediterráneo, un oasis de vegetación en una región que de otro modo estaría dominada por cultivos y campos de cereales. Los roquedos y peñas que se alzan en medio del bosque añaden un toque pintoresco y misterioso al paisaje, creando un contraste intrigante entre la naturaleza y la piedra.

    Este bosque milenario es uno de los lugares más importantes para la conservación del tejo (Taxus baccata), una especie de conífera que puede vivir más de mil años y que tiene un gran valor ecológico y cultural. En la Tejeda de Tosande se pueden encontrar hasta 800 ejemplares de tejo, algunos de ellos con troncos que superan el metro y medio de diámetro y alturas de hasta 15 metros. Los tejos crecen entre los 1300 y 1500 metros de altitud, en la zona más alta del bosque, donde se mezclan con las hayas, formando un bosque mixto único. Además de los tejos y las hayas, en la Tejeda de Tosande también se pueden ver otras especies de árboles como robles, encinas, acebos y abedules.

    Entre los habitantes del bosque se cuentan 149 tipos de aves y 48 de mamíferos, que encuentran en los frutos de los árboles su sustento. El jabalí y el lirón careto (los nás veteranos seguro que sonreirán de forma nostálgica al escuchar este nombre) son algunos de los que se alimentan de las bellotas y del resto de los frutos que les ofrecen los árboles. También habitan en él otros animales como el corzo, el rebeco o el ciervo. No podía faltar el majestuoso oso pardo cantábrico, que aunque también vive por esta zona, es difícil de ver.

    Este bosque es además refugio para las aves, como los picos mediano y menor, que taladran la madera, o los mirlos y los zorzales, cuyos melodiosos cánticos te sorprenderán mientras caminas por la naturaleza. La collalba y la curruca zarcera son otras aves comunes en este lugar. Entre las rapaces destacan el buitre, al que podrás ver con un poco de suerte planeando por el cielo, el azor, el águila culebrera, y el cárabo, que sale a cazar de noche.

    ¿Lo has apuntado ya entre tus destinos favoritos para una escapada este invierno?