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La vida imita al arte y el arte imita a la vida. Y en Antidisturbios se mezcla todo para darnos uno de los retratos más demoledores de las cloacas del poder en España, desde la violencia en las calles hasta los chanchullos en los despachos. Nadie se salva en esta serie de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña para Movistar+, que desenfundan sus armas (creativas) para mostrarnos una historia de ficción que, aun así, va encontrando espacios reconocibles en nuestra historia reciente.

La serie cuenta la historia de los agentes de un furgón de antidisturbios (formado por Hovik Keuchkerian, Raúl Arévalo, Roberto Álamo, Patrick Criado, Álex García y Raúl Prieto) que se ven envuelto en un lío a nivel nacional cuando sus acciones en un desahucio llevan a la muerte de un hombre. La inspectora de Asuntos Internos Laia Urquijo (Vicky Luengo) será la encargada de estudiar su caso y buscar a los responsables, pero, cuanto más tira de la manta, más se da cuenta de que lo que esconde debajo va mucho más allá de la influencia de los agentes, que no son más que la cabeza de turco de una trama más compleja.

Aunque el Sindicato de Policía acuse a Antidisturbios de difundir falsedades sobre su gremio, algunas verdades hemos podido captar, hechos reales a los que la serie hace eco, ya sea de una manera muy literal o quizás sugerente.

[Puede haber spoilers de la trama y algunas sorpresas]

imagen de la serie antidisturbios
Movistar+ / ©joseharo

Mmame Mbaye, el mantero de Lavapiés

La acción de Antidisturbios se inicia a raíz de una muerte: la de un hombre que se metió en el revuelo del desahucio y cae por encima de la barandilla cuando los antidisturbios presionaron demasiado al grupo de gente. Aunque no es el mismo caso, cuesta no ver las similitudes con el caso de Mmame Mbaye. En marzo de 2018, durante una redada con la policía, el senegalés sufrió un infarto y murió en el barrio madrileño de Lavapiés. Lo que siguieron fueron manifestaciones de sus compañeros y demás ciudadanos exigiendo responsabilidades, y es que, a pesar de la causa de la muerte, los condicionantes fueron externos.

La serie también juega esta carta: ¿es culpa de los agentes una muerte, a priori, accidental? ¿Deben ser considerados responsables porque sus acciones llevaron a las consecuencias o deben desentenderse de toda culpa? Según la Audiencia Provincial de Madrid, es más lo segundo: el caso de Mbaye fue desestimado en 2019. Pero la serie lo revive a su manera, con otro vendedor ambulante que murió en las circunstancias más confusas.

"Sí, Antidisturbios no está basada en hechos reales, pero sí tiene una base de realidad, sobre todo con Lavapiés, el barrio madrileño donde hace unos cuatro años murió un hombre senegalés después de unos enfrentamientos con la policía y Lavapiés estaba sitiado", aseguraba en una entrevista con Audiovisual451 la productora de la serie, Sofía Fábregas. "Incluso en esta serie, rodamos en la Plaza de Nelson Mandela de Madrid y la mitad de los figurantes habían estado en las revueltas y en la manifestación que hubo en esa plaza hace años", añade, confirmando que estas líneas entre realidad y ficción se difuminaron incluso durante el rodaje.

paco revilla en la serie antidisturbios de movistar
Movistar+

El comisario Villarejo

A nadie se le habrá pasado: con una gorrita muy característica, agarrado a su carpeta y caminando a paso rápido. El comisario José Manuel Villarejo es una de las sombras más alargadas que aparecen en 'Antidisturbios', y lo hace con un alter ego interpretado por el padre de Rodrigo Sorogoyen bajo el pseudónimo de Paco Revilla. Curiosamente, el personaje en la ficción también responde al nombre de Revilla (¿(Re)villa-(re)-jo? Perdón) y es una sombra que va arreglando los desaguisados de los poderosos y las personas de influencia.

Por ejemplo, intenta arreglar los problemas de los antidisturbios difundiendo noticias falsas sobre el hombre muerto en Lavapiés, para que la opinión pública y de los juzgados esté a su favor. También se reúne con altos mandos de la policía y la operación Persika, manda a sus matones a robar documentos de la investigación de Laia Urquijo y luego consigue sacarle información para ayudar a otro pez gordo de Algeciras que está siendo investigado por Asuntos Internos. Si su outfit no es suficiente, es imposible no ver en estos movimientos la huella de Villarejo, conocido por su implicación en el informe Véritas en los 90 (recopilando datos de la vida privada de jueces, políticos, periodistas y empresarios) y en tramas de corrupción como la Gürtel, con espías ilegales y destrucción de documentos para beneficiar las causas judiciales del Partido Popular. "Me cago en la puta, en el 2009, si no llega a ser por que un gilipollas que se llama Villarejo escondió cien cajas de Gürtel a ver, a ver… Se hubiera acabado todo, el partido…", afirmaba Villarejo en unas grabaciones.

Este sistema de chivatazos para salvar el culo de algunos altos cargos también se ve en la serie y nos hace imposible no relacionar a Revilla y Villarejo. Además, una de las últimas tramas en las que sabemos que participó el famoso comisario es la Operación Cataluña, una operación encubierta orquestada por el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz para frenar el movimiento independentista catalán. No es casualidad que el final de la serie nos muestre ese crucero que llevará a los antidisturbios a la zona en su momentos más tenso, ni que una de las últimas frases de Revilla sea: "Lo que va a pasar en este país...".

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El crucero de Piolín hacia el 1-O

No hay duda de que España es un país surrealista donde los haya. En mitad de una de las crisis nacionales más importantes de nuestra historia reciente (el movimiento independentista catalán), Twitter se llenó de memes y bromas porque los antidisturbios enviados a Cataluña para contener la situación viajaron en un vehículo muy particular: un crucero con dibujos de Piolín, el Pato Lucas y otros Looney Tunes. Carne de meme.

En una de las sorpresas más divertidas de Antidisturbios, vemos a los protagonistas saliendo de sus coches y arrastrando maletas, y quedándose alucinados cuando giran en la esquina del puerto y ven ese crucero que parece una broma de mal gusto. Eso pensaron muchos en su momento, pero de broma nada: era 100% real y 100% delirante. Es un momento que conecta directamente la ficción con la realidad, y que no necesita darnos más datos para situarnos: los protagonistas, que se han librado de sus causas judiciales gracias a los descubrimientos de Laia Urquijo, se ponen camino de Cataluña para reforzar el operativo policial de cara al 1 de octubre, fecha en que se celebró el referéndum ilegal por la independencia. Y ya sabemos cómo acabó eso. La capacidad de este momento en la serie para transportarnos a todos esos eventos que están por ocurrir es increíble. Y las risas amargas, inevitables.

Álex garcía en la serie antidisturbios
Movistar+

Los ultras del fútbol y la corrupción urbanística

Finalmente, otros hechos reales que encuentran su eco en la serie lo hacen quizás de forma menos literal, pero que crea puentes evidentes con la realidad que hemos visto en los telediarios en los últimos años (incluso décadas). Y es que no hace falta una mención específica a un hecho concreto para apreciar el realismo de la violencia de los hooligans del fútbol o la lacra de la corrupción urbanística en nuestro país.

Una de las secuencias más tensas de Antidisturbios se da en los aledaños del estadio Santiago Bernabéu de Madrid, cuando un partido de fútbol reúne a centenares de ultras franceses que acaban desatando el caos e incluso dejando policías heridos. En el mismo año en el que se ambienta la serie, 2016, algo similar ocurrió en la capital, pero con los seguidores más violentos del Legia de Varsovia. Aquellos días fueron detenidos hasta una decena de aficionados, se vivieron destrozos serios en barrios como La Latina y enfrentamientos violentos en las inmediaciones del estadio del Real Madrid, que dejó un par de policías heridos de gravedad. El dispositivo policial fue exactamente como el que vemos en la ficción de la serie: un gran número de agentes de la policía rodearon a los ultras y les escoltaron, como ejerciendo de vallas humanas, hasta el recinto.

Tampoco exactas, pero sí muy sugerentes, son las menciones a las tramas de corrupción urbanística (y de muchos otros tipos) que Laia Urquijo va descubriendo tras rascar y rascar y rascar. Al fin y al cabo, los antidisturbios solo eran la puerta de entrada a algo mucho más grande. Conocemos que hay una trama por la que un grupo de jueces está beneficiando a constructoras de pisos turísticos y los políticos que las respaldan para echar más rápidamente a la gente de sus casas en el centro de Madrid y poder construir negocios en esos terrenos donde antes había vivienda. Los delitos de este tipo de tramas incluyen cohecho, tráfico de influencias, prevaricación... Vaya, lo que hemos visto en operaciones como Malaya y tantas (tantísimas) otras. También notable es la mención final a que algo ocurre en Algeciras, que podría ser un guiño a la investigación de dos años que llevó a las autoridades a desmantelar una red de narcotráfico apadrinada por un policía y un agente de Aduanas.