Carísimos másteres, estancias en el extranjero, aburridos libros de gestión, sesiones de networking en salones de hoteles 5 estrellas. Un currículum forjado a base de titánico esfuerzo para terminar siendo uno más, pero imprescindible para escalar posiciones en el proceloso mundo de la empresa. Para intentar emular a los grandes. Aunque, ¿es ese el único camino? Quizá exista uno alternativo, mucho más lúdico. Porque en las listas de los gurús ellos no suelen aparecer. ¿Quiénes? Los habitantes de Springfield. Marge, Bart, Moe, el señor Burns… todos ellos son fuentes inagotables –e insospechadas– de lecciones empresariales que encaminan hacia el éxito a cualquiera que las aplica. Empezando por Homer, al que Fernando Montero y Rafael Galán definen en su libro La empresa según Homer Simpson como un mal directivo, un peor empleado y un nefasto compañero pero, a la vez, “alguien de quien se puede aprender mucho”. Estas son seis grandes lecciones empresariales aprendidas en la que es, para la revista Time, la mejor serie de todos los tiempos.


Adáptate a las necesidades del mercado

Es uno de los principios básicos: si quieres que tu empresa funcione, dale al público lo que necesita. Homer parece haber nacido para ello. Después de todo, como afirma Juan Pablo Marín en su libro Detrás de los Simpson, “siempre intenta incrementar sus ingresos para no verse desprestigiado por Flanders y para elevar el nivel de su familia”. Y para eso, emprende. ¿Que Springfield es asolada por un temporal?, Homer se compra un quitanieves; ¿que el Ayuntamiento reimplanta la Ley Seca?, Homer crea un imperio clandestino de alcohol; ¿Qué la ciudad aprueba el matrimonio homosexual?, Homer se ordena reverendo.

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Y todo con un temerario desprecio al fracaso y al miedo, otra gran lección para cualquier aguerrido empresario o emprendedor. Aunque sin ninguna reflexión previa, de lo que se deduce otra clave básica: antes de tirarte a la piscina, comprueba que está llena. Pero, cuando lo tengas claro, tírate con osadía y afán aventurero.


Defiende (y patenta) tus ideas

Porque si la idea es el mayor patrimonio del emprendedor y del ejecutivo, tendrá que ser atesorada como tal. De nuevo Homer sirve como ejemplo de lo que no-hay-que-hacer: alumbra un gran ingenio que puede hacerle millonario, un cóctel explosivo de increíble sabor, pero confía su receta a un pirata, el tabernero Moe. Error. Este se la plagia y se hace rico a su costa.

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Pero Homer escarmienta: en el episodio Chiromami, inventa por casualidad un remedio quiropráctico contra el dolor de espalda –un cubo de basura abollado– y pelea para patentarlo y evitar que nadie le robe su propiedad intelectual. Igual que en el capítulo El Mago de Evergreen Terrace, cuando quiere emular las capacidades creadoras de Thomas Edison y cree haber ingeniado una silla con seis patas que evita las caídas. En este caso, al darse cuenta de que se trata de un plagio a otro invento del propio Edison, está dispuesto incluso a viajar hasta el museo del genio para destruir la única silla original, la que puede servir como prueba de su copia, defendiendo su idea hasta el final.


Cómo buscar unos buenos socios

Serán tus compañeros de viaje y juntos deberéis complementaros para crear un único individuo, supliendo vuestras carencias y aunando vuestras fuerzas. Por eso, deberás pensar bien antes de elegirlos. Si no, te pasará lo mismo que a Bart: buscando reunir el dinero para comprar un cómic de edición limitada, se ‘asociará’ con Milhouse y con Martin haciendo un fondo patrimonial común. Una idea ilusionante. Juntos tienen suficiente capital para materializar su idea. Pero una ejecución peligrosa: las disputas llegarán nada más ‘fundar’ esa UTE. ¿Quién se queda con el cómic?, ¿en qué orden se reparte su custodia?

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Del capítulo Tres hombres y un cómic se deducen varios consejos empresariales, todos enfocados a saber cómo asociarse con otras personas sin acabar de la peor manera: además de compartir un objetivo, tendréis que poner por escrito previamente cómo lo vais a perseguir, qué papel va a jugar cada uno y quién va a mandar y sobre qué. Además, deberéis estar seguros de ser compatibles, de confiar completamente en los demás y de que estos responderán con las mismas cotas de sacrificio por vuestro proyecto común. Si no, terminaréis igual que Milhouse, Martin y Bart: a guantazo limpio.


Ten cuidado con los pelotas

Son seres que han nacido para adular al jefe, para reforzar sus opiniones, para rascarle la espalda aunque no le pique. Pero cuidado: como dicen Montero y Galán, “tras la sonrisa de un pelota se oculta un manipulador que busca siempre su propio beneficio”. Y ponen como ejemplo al caduco magnate señor Burns y a la drástica bancarrota que le sobreviene en el episodio El viejo y Lisa. Burns pierde la Central Nuclear y se ve obligado a subastar su casa y sus tesoros. ¿Por qué? Sencillo: porque su corte de aduladores, un equipo de abogados aparentemente guerrilleros y siempre encorbatados, se cortarán la lengua antes de llevar la contraria al millonario, permitiendo que este invierta en empresas como la “Multinacional del Estrabismo”. Malas decisiones que dejarán a Burns en la ruina por haberse dejado llevar por el peloteo. La soledad del poder pesa como una losa, bien, pero habrá que mantener la mente fría y saber calar a los Smithers del mundo.

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Olvídate de enchufes y nepotismos

Porque, igual que un pelota, un enchufado podrá ser también germen de problemas. Mete a tu cuñado y verás lo que es bueno. O a tu primo. O a cualquier familiar, bajo la presión de tu madre y de sus ‘Anda, échale una mano, pobrecito’. El porcentaje de fracaso es, en la mayoría de los casos, increíble. Y si no, pregúntale a Herbert Powell, empresario de éxito, dueño de una multinacional automovilística y, para su desgracia, hermanastro de Homer.

A él le encomienda una tarea colosal: “Quiero que diseñes un coche. Un coche para todos los Homer Simpson que hay en el mundo. Y te voy a pagar 200.000 dólares por hacerlo”. Mal. Craso error. Porque Herb no piensa con frialdad, no se ocupa de determinar si su hermanastro es apto para el puesto y se deja guiar, únicamente, por los vínculos familiares.

Resultado: Homer lleva a su hermano a la bancarrota. Su prototipo de coche es un fracaso y Herb se ve obligado a echar la persiana. Y todo por poner por delante los lazos de sangre a la estrategia empresarial.


Date a conocer: invierte en marketing y publicidad

Los presupuestos de comunicación son los primeros en caer cuando la crisis despliega sus alas, un recurso que muchos analistas tildan de torpe. Estar en la mente de los consumidores potenciales es crucial para mantener y reflotar las ventas. Y de nuevo Homer es quien despliega su sabiduría inconsciente: nada más comprar la máquina quitanieves, dispuesto a forrarse a costa de sus vecinos, rueda un anuncio para la televisión local. Es su única inversión, además del propio camión, una gorra y un chupa serigrafiada. Él sabe que darse a conocer es fundamental y, aunque no dispone de mucho presupuesto, tira de ingenio, rueda un spot e inventa una cancioncilla pegadiza que todos terminamos teniendo en la cabeza: “Noticias breves: ya está, ya llegó para usted Míster Quintanieves”.

Y, ¿son estas las únicas lecciones? En absoluto: sólo hay que fijarse un poco para detectarlas. Porque, como dice su creador, Matt Groening, “la serie te premia cuando le prestas un poco de atención”. Así que conviene estar atento a sus tramas y, sobre todo, a los movimientos de Homer. Un personaje que, bajo la apariencia de vago y alcohólico, esconde un alma emprendedora. Aquel que aporta la lección más importante, la de no rendirse jamás, plasmada en una de sus frases míticas: “Saldré vivo de esta, aunque me cueste la vida”.