Que si Steve Jobs esto, que si Mark Zuckerberg lo otro. Que si fíjate lo jóvenes que eran cuando triunfaron. Que si su talento es inspiración para todos. Porque ahí los tienes: con osadía, trabajo duro e ingenio, consiguieron cambiar el mundo. Y todo desde su garaje. Puede que, algún que otro día, hasta sin ducharse, con el pelo triste. No importa: su genialidad trasciende los límites y sirve para que en todos se instale la idea de que el que quiere emprender, el que ha alumbrado una idea de negocio revolucionaria, debe atreverse y lanzarla. Y sirve también para que, a veces, los aguerridos emprendedores miren por encima del hombro a esos asalariados que ‘se conforman’ con un trabajo fijo, a la sombra de sus superiores. Siempre obedientes. Siempre subordinados. Sin poder realizarse. Relax.

“Claro que una persona que trabaja por cuenta ajena puede sentirse realizada”. Sentencia de Juan Luis Saldaña, profesor de marketing de las escuelas de negocio Kühnel y Nett Formación. Y completa: “Todo depende del concepto de realización, de bienestar y, por eso, cualquiera puede ser feliz trabajando. Da igual que sea por cuenta propia o para otros”. Asegura que un trabajador se sentirá realizado cuando sus tareas estén en sintonía con sus conocimientos, habilidades, intereses y valores y que, entonces, no se trata tanto de la forma de trabajar sino más bien del ‘concepto’, de la definición del trabajo.

Entonces, ¿por qué un trabajador asalariado no debe sentirse inferior a un valiente emprendedor? “Simplemente, porque no lo es”, asegura Juan Cruz, psicólogo clínico y experto en salud y bienestar en el trabajo. La persona contratada contará con unas aptitudes diferentes a las del autónomo. No mejores ni peores, sino diferentes. Así, algunas pondrán por delante la seguridad a la incertidumbre, los ingresos fijos a los cambiantes. Una cuestión de prioridades: “El oficinista o el funcionario prefiere rebajar el nivel de riesgo porque sabe que se mueve mejor en contextos conocidos y previsibles”, comenta el psicólogo. Y eso no es malo sino que supone una especialización, una adaptación a las expectativas y capacidades personales.

El experto contrapone también las ventajas de trabajar para otros frente al riesgo de estar solo ante el peligro. Habla, por ejemplo, de la posibilidad de establecer previsiones contando con unos ingresos más o menos estables, de la tranquilidad que trae consigo saber que se está cotizando para la jubilación, las pagas extras y, sobre todo, la capacidad de maniobrar que otorga trabajar dentro de una y el apoyo que ofrece hacerlo en equipo con un horario más o menos fijo. “Los asalariados pueden conciliar la vida laboral y familiar con mayor facilidad y son capaces de desconectar más fácilmente del trabajo, despreocuparse y descansar”, subraya. Algo que el emprendedor difícilmente conseguirá o que, en todo caso, tardará más tiempo en lograr.

Event, Office, Room, Employment, Interior design, Building, Training, Job, pinterest
Getty Images

Porque, en el otro plano, tampoco es todo una maravilla. Esa sentencia de ‘al menos, eres tu propio jefe’ esconde un lado oscuro y más realista. El emprendedor no sólo tiene un jefe, él mismo, sino que se debe a tantos supervisores como clientes tenga. Cada uno con sus usos y costumbres, con sus maneras y con sus exigencias. Con sus taritas. Y eso lleva, precisamente, a que “el emprendedor pierda la capacidad de desconectar y tenga más difícil combinar los dos planos vitales, el personal y el laboral”, afirma el profesor Juan Luis Saldaña. Y más: los trabajadores por cuenta propia pecan, normalmente, de una capacidad limitada para delegar y para trabajar en equipo. “Caen en el ‘para qué te lo voy a explicar si tardo menos haciéndolo yo’, y eso les conduce a una vida, a veces, demasiado individualista”, afirma el experto.

Amar y volcarte en el proyecto de otro

Es una forma alternativa de ser emprendedor. ‘Intraemprendedor’, se llama. “Un trabajador podrá vincularse a la idea de negocio de su empresa hasta el punto de hacerla suya, y trabajar para fortalecerla como si él mismo la hubiera alumbrado”, explica Saldaña. Porque el hecho de desarrollar tu actividad bajo el paraguas de otro, de un consejo directivo y de una corte de supervisores, no implica que el trabajador no pueda implicarse hasta el extremo con sus tareas, siempre y cuando la empresa se lo permita.

Y ese es, en muchas ocasiones, el gran reto. Modificar los sistemas de gestión y las jerarquías empresariales para lograr que todo buen trabajador pueda emplear todas sus capacidades y volcarlas en realizarse mientras hace grande a la empresa que lo tiene contratado.

Pero de inferior, nada. Ni de cobarde. Ni de sumiso. Aquel que sienta una satisfacción extrema viendo cómo su cuenta aumenta en torno al día 28 de todos los meses no será menos trabajador que el que disfrute saliendo a la caza del nuevo cliente. Por eso, fuera complejos. Proclámalo con fuerza, con determinación. “Me gusta ser asalariado. ¿Qué pasa?”.