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Suena el despertador. Son las 7. Pitando a la ducha y un café bebido. No da tiempo a más. Atasco, pitos. Malos humos. Los del coche y los tuyos. Oficina, cuarenta post-its. Reunión a las 10, un informe para ayer. Otra reunión a las 10:30. El supervisor, imbécil. Tú, espeso. Otro café; este, de máquina. Como la comida, un sándwich. De ‘cangrejo’. Ya. Después, todavía 32 post-its. ¿El gimnasio? A ver si mañana. Para casa, Algo de tele, a poco más llegas.

Y así, semanas y semanas.

Pero ya las hueles; tienes las vacaciones a la vuelta de la esquina, por fin. Menos mal, porque bien que el cuerpo esté preparado para soportar niveles altos de estrés, pero uno no es ninguna máquina. Ahora toca parar, descansar; disfrutar y disfrutarse. Aunque, ¿recordarás cómo se hace? ¿Serás capaz de frenar después de tantos meses de Cristo laboral?

Infinidad de estudios refuerzan la idea de que las vacaciones deben tomarse realmente en serio. Que sólo desconectando la mente es capaz de vaciarse para, después, poder volver a llenarse. Aunque de nada servirá no ir a la oficina si no dejamos de pensar en ella. “Debemos entender que el cerebro ha creado automatismos y ha generado rutinas para adaptarnos a las situaciones tensas”, comienza el psicólogo clínico Juan Cruz, y añade: “Esas conexiones neuronales nos ayudan también a sobrellevar las rutinas y, a las puertas del descanso, toca hacer una ‘poda sináptica’ creando unas conexiones alternativas”.

Para ello, y antes de llegar a las vacaciones, convendrá ir preparando el terreno. Trata de dejar todas las tareas y asuntos cerrados para evitar que te asalten durante los días de descanso y, si es necesario, delega y prevé los posibles problemas que puedas surgir para que, cuando finamente te quites la corbata, sepas que puedes hacerlo con tranquilidad.

Conviene también hablar al cerebro en un idioma que entienda y no precipitarle a una situación que le genere todavía más ansiedad. Porque si está habituado al trabajo, también hay que habituarlo al descanso para evitar los problemas adaptativos. “No es recomendable parar súbitamente, sino ir acostumbrando al cuerpo a conectarse con esos espacios en los que descansar”, continúa el psicólogo, que invita a dejar paulatinamente de funcionar hacia objetivos. Porque quizá al principio, de forma inconsciente, estemos más cómodos enfocando todas nuestras tareas hacia un fin, pero deberemos aprender a “disfrutar poco a poco de cada momento, de la improvisación, si no queremos terminar como el burro que jamás alcanza la zanahoria”, confirma el experto.

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Por eso, primero, poco a poco

Porque sólo así llegaremos a la desconexión real. A dormir hasta tarde sin sentirnos culpables y a disfrutar del noble arte de descansar. Y todavía no han aparecido pero, como era de esperar, las tecnologías pueden ser un problema si se utilizan de forma incorrecta: “Hay que evitar la ‘tentación’ de revisar el correo, las notificaciones que tengan que ver con el trabajo y cualquier estímulo que nos recuerde aquello de lo que estamos descansando”, confirma Juan Cruz.

Y ante estos recordatorios, ninguna piedad: si hay que silenciar grupos, desinstalar cuentas, bloquear llamadas e, incluso, prescindir del reloj de pulsera, adelante. Sólo un impacto y en el cerebro se desencadenará aquello de lo que tratamos de huir. No es tema baladí: países como Francia prohíben ya desde hace varios años que, por ejemplo, los jefes manden correos a sus trabajadores fuera del horario laboral. Así que no hablemos en vacaciones.


Cuando ya estamos relativamente ‘zen’

Porque si se siguen las pautas ese momento llegará con relativa facilidad. Y tocará, entonces, reforzarlo: “Dejarse fluir y dedicar unos minutos diarios a estar solo, en silencio, practicando el nesting, y abstraerse disfrutando de la naturaleza o programando actividades sociales agradables contribuirá a reforzar la efectividad del descanso”, asegura Cruz.

También conviene vencer la pereza porque, aunque parezca ilógico, produce más cansancio. La actividad física, recibir los rayos del sol o pasear hará más por la recuperación de energías que dedicar casi todo el tiempo a, únicamente, vaguear. Y ya llegará septiembre. Pero más vale que llegue después de haber dedicado el tiempo que necesitas para disfrutarte.

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