Hay un tipo de lujo que poco tiene que ver con la abundancia, el refinamiento o la ostentación. Es el lujo del poder disfrutar del aquí y del ahora. El lujo de no cruzarte con ningún otro ser humano si no quieres. El lujo de poder comer cualquier cosa que haya nacido o crecido en un radio de 200 metros. El lujo de disfrutar a bocajarro de la naturaleza en un espacio igual de confortable e inspirador que respetuoso con ella.

finca el azahar
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Estamos hablando de la Finca El Azahar, un lugar perdido en la Sierra de Serrezuela (Cáceres), a escasos siete kilómetros del histórico municipio de Trujillo. Se trata de una casa rural con una curiosa historia detrás, que es necesario que te contemos porque, sin ella, es imposible entender el ADN de un lugar especial y diferente. Seremos breves. Todo empieza cuando la productora de cine Nathalie Trafford se planteó encontrar un espacio en la naturaleza que sirviera a los artistas para evadirse, crear, y desarrollar sus proyectos. En esa búsqueda se dio de bruces con esta finca y supo que, tras pasar 30 años en París, su nueva vida estaba en este precioso rincón extremeño.

Y así empezó a dar forma a este antiguo lagar, que a día de hoy funciona tanto de casa rural como de lugar de inspiración para gente del arte. Y es que el arte ha sido motor fundamental de la vida de Nathalie: su madre es Carmen Giménez, galardonada en 2022 con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Fue la primera directora del Museo Reina Sofía, una de las figuras clave del Guggenheim de Bilbao, es una de las mayores expertas en la obra de Picasso… De casta le viene al galgo.

finca el azahar
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Pero las generaciones más jóvenes de la familia también son responsables de que esta finca sea lo que hoy en día es. Thomas, hijo de Nathalie, fue a visitar el lugar desde EE.UU, y a él la Finca también le dio un bofetón de los que te cambian la vida. Porque vio en ella el lugar perfecto para desarrollar su vocación y llevar a cabo el proyecto de agricultura regenerativa con el que llevaba tiempo soñando. Así que El Azahar, además de una casa rural y de una residencia de artistas, se convirtió también en una finca agrícola de 20 hectáreas, dedicada al cultivo sostenible de aceituna, viña y almendras, donde las gallinas y los burros campan a sus anchas, entre verduras, frutales y olivos bajo los que también pasean con todo el derecho jabalís y ciervos, que estaban por esos lugares antes que nadie.


El proyecto de reforma y decoración de la casa lleva la firma de la artista y diseñadora Fátima de Burnay. Ella reformuló los espacios para crear solo cinco habitaciones, todas enormes. Cada una cuenta con un salón o lugar de trabajo, con un cuarto de baño amplísimo y con salida al exterior, bien a una terraza o bien a un jardín. Y todo el proceso se hizo respetando la arquitectura original que aún quedaba en la finca y los materiales típicos de la región: suelos de cemento en las zonas comunes, hidráulicos en las habitaciones, paredes encaladas, muros de piedra… Un retorno a los orígenes lleno de personalidad y buen gusto.

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En cuanto al entorno, cualquier cosa que te podamos contar nos vamos a quedar cortos, y más en estos meses. Ha sido un invierno lluvioso, nos cuentan los Trafford, y por eso la primavera ha explotado aquí como hacía años que no se veía. Estamos en medio de un festín de verdes, de almendros en flor, de flores de todo tipo, de olor a limpio. Tanto en la finca como en los alrededores, el paisaje típico del campo extremeño se pone más guapo que nunca en esta época de manga corta por el día y sudadera por la noche.

Y si antes hablábamos de buen gusto, tenemos que hablar de la comida. Y es que solo por los desayunos ya merece la pena la visita. Mermeladas elaboradas con productos de la finca, igual que los zumos, panes recién tostados, aceite que los mismos elaboran igual que los bizcochos, embutidos de la zona y, si tienes suerte y las gallinas han estado generosas esa mañana, unos huevos frescos fritos que vas a tardar tiempo en olvidar.

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Thomas y Nathalie Trafford, junto a Fátima de Bournay (de azul).

A la hora de la comida solo hay disponibles tablas de embutidos y quesos o un almuerzo que te preparan en formato picnic, y por la noche, vuelve el espectáculo al comedor. Tuvimos la suerte de probar una menestra de verduras, todas de la finca y todas ecológicas, para llorar. Y después un pollo asado también con sus verduras, receta de Thomas, que es para hacerle la ola. A él y al pollo.

Resumiendo, en Finca El Azahar vas a encontrar un lugar diferente. Y entiéndase esto como un piropo. Es el lugar perfecto para una escapada familiar o en pareja si lo que buscas es paz, conectar con el entorno y conocer a una familia única, aunque como ella deberían existir más, que ha llenado este lugar con una forma diferente (y envidiable) de ver la vida. Pero la casa también se alquila completa, por lo que El Azahar es acierto seguro para un fin de semana con amigos, disfrutando de la naturaleza, de la comida, de su piscina si el tiempo os lo permite y de unos buenos gin tonics al aire libre o en su acogedor salón común. Pequeños grandes placeres. En eso consiste el lujo.

Finca el Azahar
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Si quieres más info o reservar, no tienes más que pasarte por fincaelazahar.com. Buen viaje.