Te están poniendo la cabeza caliente. Es normal. Que si tu cuñado te dice que te esperes antes de comprarte una casa, que ahora no es momento. (Te inquieta, para empezar, porque se pone muy serio, pero, sobre todo, porque tampoco te da ninguna justificación, y eso como que te asusta todavía más.) Que si luego lees en el periódico que el BBVA confía en una subida de los tipos de interés en 2019 en medio de un ambiente de pesimismo, y tú que eres un optimista, pues, oye, como que te asustas otra vez. Luego escuchas en la radio que si analistas europeos dicen que en 2019 no va a haber ningún movimiento en los tipos, que si un tal Draghi no se va del Banco Central Europeo hasta octubre y que no habrá un cambio de política (porque es el BCE el que decidió en su día que el Euríbor se mantuviera en negativo para incentivar los créditos al consumo), y que, por tanto, no se tocarán los tipos. Que si la guerra del impuesto de las hipotecas sigue, que si esto, que si lo otro. Luego, encima, ves La maldición de Hill House y ya no tienes tan claro eso de cambiarte de casa... Conclusión: tú tienes un buen lío montado en la cabeza. Como más de dos personas ya le han planteado por la calle al departamento de Consejillos Financierillos Rapidillos de Esquire.es la mastodóntica pregunta: ¿Es momento de meterse en una hipoteca?, hemos decidido dar la cara y ofrecerte, eso, unos consejillos básicos.

Lo primero que te podemos decir es que antes de preocuparte por el Euribor, te tienes que preocupar por tu nivel de ahorro. Sí, bajón: es la misma respuesta que si nos preguntas que qué es mejor si comprar o alquilar. Pero sólo en la superficie, porque hay más. Pero sí, en esencia la respuesta es la misma. Porque como no tengas ahorrado ahora mismo en torno al 35% del valor de lo que te piden por esa casa tan maravillosa (quizá encantada, tenlo en cuenta), ni te plantees adquirir una vivienda. Ahora es cuando vas y dices: pero si el banco me puede llegar a dar hasta un 80% del valor de la compra (ese 80% es lo que habitualmente utilizas para calcular el importe máximo de la vivienda que te puedes permitir). Y es cuando respondemos: Vale, bien. ¿Y los gastos de compra? Porque es una pasta. ¿Cuánto? Calcula en torno a un 8%-10% del valor de la operación. Y tú dices: muy bien, listillo: ¿y el 5% restante? Hombre, algo os gastaréis en muebles, decimos nosotros. Porque aunque ya tengáis muebles, os decimos que gastar, os lo vais a gastar. Un 5% puede parecer exagerado, pero si no lo gastáis o gastáis menos, os sirve de colchón. Y si tan sobrados vais de muebles -que mira que nos extraña... espera, ¿qué es ese runrún que se escucha al fondo? ah, sí, es la publicidad de Ikea que os persigue, noc, noc, noc, allá donde vayáis...-, ese 5% os vale de colchón de tesorería o para que en lugar de tener el 35% ahorrado os valga con el 5%. Y aquí (imaginad la voz del genial Constantino Romero, que en paz descanse) habla la voz de la experiencia.

En segundo lugar, te tiene que quedar claro que si te metes en un préstamo hipotecario, la casa te cuesta su valor más lo que devuelves, más los gastos que están asociados a la vivienda... y, sí, desconocemos el motivo por el que nadie los tiene en cuenta estos gastos hasta que, boom, la realidad, con su afilada cuchilla cae inexorable sobre sus cuentas de ahorro y/o/u corrientes.

Los gastos de compraventa suelen son los grandes olvidados y constituyen lo que no podemos definir de otra forma que como un buen palo (si vendes, ni te cuento el palitroque del impuesto municipal y nacional de plusvalías, que te dejan tiritando, pero eso da para otro artículo, así que, snif, snif, lo dejamos para mejor ocasión). Y con ese 10%, ojo, nos podemos quedar cortos, ya que oscila entre el 8% y el 15%, dependiendo de si la casa es nueva o de segunda mano y de la comunidad autónoma en la que vivas. Y un tanto por ciento para arriba o para abajo es mucho dinero. Pero vayamos por partes.

En primer lugar hay que pagar el notario y los gastos de registro de la hipoteca. Por un lado va el contrato de compraventa (un 1,5% de la hipoteca) y por otro el contrato de la hipoteca (otro 1,5% de la hipoteca).

Tienes también que hacer frente al IVA o al impuesto de transmisiones patrimoniales, dependiendo de si esa preciosa casa con una misteriosa puerta roja es nueva o de segunda mano (también con misteriosa puerta). El IVA, ahora mismo, constituye el 10 % del precio de la vivienda. El impuesto de transmisiones patrimoniales varía según tu comunidad autónoma, así que no nos pillamos los dedos con un espeluznante porcentaje.

Si la casa es de nueva construcción, debes pagar también el impuesto de actos jurídicos documentados, que también cambia según la comunidad, pero que oscila entre el 0,5% y el 1,5%

Y no te creas que te vas a librar de las comisiones por formalización de la hipoteca, que pueden ser hasta del 3 % en hipotecas de interés fijo, y hasta del 1 % en los préstamos hipotecarios de interés variable.

El banco, además, te va a obligar -es un decir- a hacer todos los trámites (de registro, de pago de impuestos) a través de una gestoría -asociada al banco- para asegurarse de que no hay fallos en el proceso (en teoría lo puedes hacer tú, pero no te van a dejar). Ahí dependerá de la gestoría, pero no suele bajar de 250 euros por escritura. Sí, más pasta por ese flanco.

Ah, y como estás pidiendo una hipoteca, tienes que prever, más o menos, otros 200-300 de tasación, que es obligatoria para que el banco te conceda la hipoteca. Como testigos que hemos sido de una tasación en nuestra agitada vida, te decimos que se te quedan los ojos como platos: ¡300 pavos por esto! Yes, pero así están las cosas, queridas, queridos.

¿Te queda claro, no?

Entonces, ¿cómo calculas si te puedes meter en una hipoteca o no? Conociendo el importe máximo de hipoteca que te puedes permitir. Y es muy sencillo:

Paso número 1

Para empezar tienes que conocer cuál es tu salario mensual neto (¿a que estás dudando si lo que te entra en el banco es neto o bruto?; ay, lechón, a tu edad y todavía sin saber distinguir entre neto y bruto: el neto es el líquido que se ingresa cada mes en tu banco, el bruto, el total que te paga tu empresa contando los seguros sociales). Si tienes doce pagas, tal cual. Si tienes catorce, tienes que prorratearlo entre doce (te coges dos pagas y las repartes entre las otras doce).

Paso número 2

Lo siguiente que tienes que saber es cómo está tu tesorería: cuánto dinero tienes en tu caja cada mes, como si fueras un negocio. Para ello, a tu sueldo neto mensual le tienes que quitar tus gastos fijos. Aquí no entran los variables (si cada mes dedicas una parte de tu sueldo a caprichazos, HAZ UNA MEDIA DE ESE GASTO Y CONSIDÉRALO FIJO).

Paso número 3

Ponte en este escenario: piensa que la hipoteca va a suponer el 30% de tu salario mensual neto. A estas alturas ya te tienes que estar haciendo de una idea de por dónde van a ir los tiros.

Paso número 4

Aquí es donde entran en juego las calculadoras de Internet. Sabiendo cuánto ganas, cuánto dinero te queda a final de mes, cuánto dinero se comería una hipoteca si supusiera el 30% de los ingresos y viendo qué tipos de interés te dan los distintos bancos en distintos productos, empiezas a hacer simulaciones. ¿Te lo puedes permitir?

No vamos a entrar ahora en si es mejor una hipoteca a tipo fijo o a tipo variable, que eso ya te lo hemos explicado (básicamente, que no te metas, tal y como están los tipos ahora mismo, en una hipoteca mixta, por mucho que te quieran seducir los bancos con su lengua Parsel). Sólo recuerda que lo que de verdad tienes que evaluar son el plazo de los préstamos, tus expectativas de ingresos y tu nivel de tolerancia -vamos, el nivel de tolerancia de tu bolsillo- a una subida rápida de los tipos de interés. La lógica callejera viene a decir que con unos ingresos decentes y estables hay que apostar por una pueden suele ser recomendable una hipoteca fija, pero si tu nivel de tolerancia al riesgo es elevado, quiénes somos nosotros para no recomendarte una hipoteca variable a fecha de hoy...