“No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Winston Churchill, Primer Ministro Británico, en una alocución ante la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940.

“No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. John F. Kennedy, trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, durante su investidura el 20 de enero de 1961.

Y más frases:

“I have a dream”.

“Yes, we can”.

O incluso “¡Quieto todo el mundo!”.

Frases y fragmentos de discursos que han pasado a la posteridad por su contundencia, su calado, su concisión y claridad. Por el contexto histórico en el que fueron pronunciadas. Por sus consecuencias o por lo que aventuraban que podía ocurrir.

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La oratoria es casi una ciencia desde que el hombre comenzó a articular palabra y a utilizar un lenguaje. Durante siglos, “el arte de hablar con elocuencia” ha sido estudiado por los amantes de la palabra, sabedores de quien las domine podrá hacerse también con la atención de los demás, y con ciertas cotas de control sobre ellos.

Y aunque la intención de pasar a la Historia como un gran estadista u hombre de Estado sea la aspiración de la mayoría, no está de más conocer las claves para preparar un buen discurso. Porque, de esta forma, no habrá reunión, ponencia o presentación que no recoja el aplauso de propios y extraños, y no habrá jefe ni superior que caiga rendido ante el fluir de las palabras bien encadenadas. Por eso…

¿Cómo se prepara un buen discurso?

Los textos que reúnen claves y trucos se cuentan por docenas, pero decidimos quedarnos con el decálogo elaborado por el experto y docente en habilidades de comunicación Julio García Gómez. Inmerso en la redacción de su próximo texto, Manual de Técnicas de Comunicación Eficaz, nos adelanta en primicia uno de sus capítulos, el Decálogo para elaborar el mejor discurso. Diez pautas con las que el experto asegura que se aprende “a dominar los miedos y temores al ridículo”, y que ”serán útiles para aplicar en exposiciones, presentaciones de proyectos o reuniones laborales”.

1.- Proyecta en tu mente un folio en blanco y, sobre él, ‘escribe’ tres ideas básicas para armar tu discurso y no perderte en el camino.

2.- Emplea los silencios para introducir preguntas y lograr así que el público se sienta motivado e integrado en tu exposición.

3.- Crea discursos interactivos en los que no sólo tú emitas mensajes, sino que puedas recibirlos también de los asistentes.

4.- Juega con ‘Cifras y Letras’, empleando números, cantidades y ejemplos determinantes para reforzar tus palabras.

5.- Busca siempre ejemplos reales y tangibles que generen imágenes mentales en la audiencia.

6.- Apóyate en mensajes cortos y en titulares que refuercen tus ideas y que sean además fáciles de transcribir y retener.

7.- Además de cortos, procura que tus mensajes sean directos, que no se entretengan en rodeos innecesarios.

8.- Emplea la estrategia de remarcar frases e ideas fundamentales pronunciándolas seguidas de una pequeña pausa, para que sean percibidas como de mayor importancia.

9.- Reparte tu mirada entre la audiencia, evitando permanecer estático y buscando el contacto directo y la complicidad con quienes están recibiendo tus palabras.

10.- Utiliza estratégicamente la voz y la imagen. Para la primera, huye del tono monótono y combina diferentes registros medios y altos, siempre manteniendo un tono grave, puesto que aporta más contundencia. En cuanto a la imagen, estúdiala hasta que proyecte la intención que quieres transmitir, acompasando la mirada o los movimientos de manos con tus mensajes.

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Sólo mediante la combinación de todos estos factores podrás acercarte al discurso casi épico. Y, sobre todo, no incurrirás en los errores que cada día vemos en la televisión. García Gómez analiza también cuáles son los fallos más evidentes de algunos de los personajes políticos más relevantes del panorama actual, subrayando “los tonos medios en la voz de Pedro Sánchez y la ausencia de pausas y silencios para reforzar los mensajes” o “la forma en la que Albert Rivera termina sus frases, siempre en tono bajo, que conduce a una pérdida de interés sobre lo que está tratando de comunicar”.

Otros estudiosos de la oratoria subrayan la, en ocasiones, ambigüedad de los discursos de Rajoy y la falta de elocuencia a la hora de exponer las ideas, siempre dependientes de sus notas en el papel. O la excesiva contundencia de las frases de Pablo Iglesias, que pueden ser percibidas como agresivas por la audiencia.

De nuevo, y cuando de ‘neuroliderazgo’ se trata, Obama resurge como el paradigma. El experto en comunicación García Gómez habla de él como “el comunicador que maneja de forma más convincente el lenguaje no verbal” y quien mejor juega –o jugaba– con la imagen: “A palabras duras y contundentes, ojos un tanto esquivos; con frases triunfalistas, mirada repartida entre los asistentes y amplia sonrisa. Obama sabe cómo jugar con anclajes emocionales y conseguir que sus sentimientos se convierta en ideas fuerza que calan hondo en casi cualquier auditorio”, repasa el experto.

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Y en la previa del discurso…

Porque casi igual de importantes son los preparativos como la propia ejecución, y más para aquellos que tienen cierto temor a hablar en público. A ellos se dirige también Carles Lombarte, formador en oratoria y comunicación, dispuesto a ayudar a que cualquier pueda vender los miedos con su método. Y establece algunas pautas: conocer y dominar el tema para evitar equivocaciones, practicar una y otra vez para ganar seguridad, ponerse en el peor de los escenarios para aprender a racionalizarlo o visualizar el éxito, logrando así disminuir la ansiedad. Estos y otros consejos centran el Método Lombarte, que ahora el experto también comparte en un libro.

Siguiendo todas las pautas, y salvo cataclismo, nada malo tiene por qué pasar. Por eso, sin miedo. Si se trata de conquistar a los jefes, echa el resto. Y no, lo de imaginártelos en pelotas no funciona; eso es, más bien, cosa de las películas.